Capítulo 6: No sé si puedo volver sano y salvo

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¿Dormir? ¿Eso se podía hacer un día antes de un suceso tan impactante? El miedo y la adrenalina de saber que intentaré bajar al inframundo y volver no me dejaban dormir. Pasé casi toda la noche caminando en la cabaña preguntándome con qué cosas me encontraría en esa misión por un hilo mágico. Hasta practiqué muchas poses de defensa con Euvitis.

Practiqué a travesando monstruos invisibles desde diferentes ángulos. Hasta hice una imitación muy acertada por si algo me atacaba de sorpresa y me hacía car al suelo. Me lastimé las rodillas en algunas ocasiones y me clavé astillas del suelo de la cabaña en las manos, pero nada me detendría. Tenía un entusiasmo, mezclado con miedo, tan grande por lo que ocurriría a la mañana siguiente.

¿Por qué transcurría el tiempo tan lento?

Sentía que la luna no se movía del mismo lugar por un periodo de tiempo equivalente a una eternidad. Me senté en el escritorio y miré la foto de mis hermanos desconocidos. Ellos eran pálidos y rubios, mientras yo era un morenazo. Si me lo hubiera encontrado en la calle y alguien me decía que eran mis medios hermanos, me les hubiera reído muy fuerte. Aunque teníamos los mismos ojos purpuras que heredamos de nuestro progenitor en común.

¿Qué se sentirá tener un hermano? Tenía a Dibond, quien se había vuelto como un hermano para mí y más cuando dando una patada volara a un león para sálvame, pero no tenía mi propia sangre. Aunque hay que reconocer que él era más mi hermano que mis propios hermanos. Dibond había estado para mí cuando me internaron una semana gracias a mi ataque esquizofrénico. Recuerdo estar en el hospital un poco dopado pero con él sentado cerca leyendo una de esas revistas de moda juvenil que tanto le gustaban.

Pólux y Cástor podían tener la mitad de mi sangre, pero no eran mis hermanos. Ellos no eran nada para mi vida, en nada habían influenciado. ¿Cómo lo podía expresar mejor? Daba la vida por Dibond, un riñón, un pulmón, un injerto de piel o de medula ósea, mientras que por Pólux o Cástor no daba ni un solo centavo. No era nada personal, simplemente eran desconocidos para mí. Aunque me compadecía por Pólux, ver morir a su hermano gemelo lo había hecho perder la cabeza hasta desaparecer.

Desaparecer... ¿la vida podía ser así de fácil?

Me acosté en la cama tratando de conciliar el sueño, lo cual parecía imposible. Conté las estrellas y cuando llegué a treinta y tres perdí el orden que llevaba para no recontar alguna. Así que comencé nuevamente, y en la segunda ronda llegué a treinta y ocho antes de ponerme a cuestionar si estaba contado bien. Tomé la almohada y me cubrí el rostro.

-Quiero dormir -me quejé en voz baja. Lo último que quería era llamar la atención de las furias que ayudan en el campamento. Ellas me daban miedo desde que me atacaron en el apartamento.

Poderes. Yo tenía ciertas capacidades, o eso me había dicho Hailee en el entrenamiento. Podía pasar un rato de mi noche eterna, tratando de descubrir que clase de cosas podría hacer. Traté de volar, traté una mirada láser, traté súper fuerza y traté elasticidad... pero no cabe destacar que no logré ningunas de las anteriores. Entonces recordé que en la película de orientación, Apolo había explicado que algunos mestizo heredaban esos poderes de sus padres. Él habló de su capacidad de curación, para la música y pare de contar.

Como hijo de Dionisio, ¿qué podría hacer?

-Dios del vino -comencé a enumerar con mis dedos-. Dios del teatro. Dios de los excesos. Dios de la locura. ¿Y ya, no?

Miré a mi alrededor como esperando a que alguien me respondiera, ya estaba volviendo loco la noche.

Como dios del vino, sólo podía pensar en las uvas. Me acosté en el suelo mirando los racimos de uva que rodeaban las patas y los toqué con mis dedos. No sentía ningún tipo de sensación extraña, aunque podía visualiza como las hojas seguían la trayectoria de mi dedo como un imán. Tomé una de las uvas y me coloqué en pie. La estudié muy de cerca y le pedí que creciera un poco.

Max Gamboa: El Hilo de AriadnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora