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El pequeño SeokJin casi cayó al piso un par de veces, pero logró llegar sano y a salvo al jardín. De inmediato comenzó con su rutina de todos los días, como ya era algo tarde y las nubes estaban cubriendo todo rastro de luz solar decidió no tomar su pequeña regadera y únicamente llevar su canasta de mimbre con la respectiva pala de metal para aporcar si era necesario.

– Hola tomates, hola frutillas, hola pimientos, hola lechugas –saludó rápidamente a todas las plantas dentro del invernadero antes de regresar al jardín.


– ¡Hola SeokJinie! –saludó un infante con las mejillas ligeramente teñidas de un tono durazno combinando con el tono de su cabello

– Hili SiikJinii –respondió ahora otro que tenía el cabello de un fuerte color cereza– sabes que no puede escucharte, Jimin, nunca te has mostrado ante él

– ¿Jimin? Ten más respeto niño, que soy mayor que tú, además, no importa que no me haya mostrado, él me sigue saludando y yo como soy muy educado, le respondo

– Ja ¿Debo recordarte que yo di frutos ya y tú ni tus luces? –fue la respuesta que recibió de ese niño insolente, causando que su rostro ardiera a la vez que comenzaba a responder con clara molestia– ¡Tú! Eso no significa nada, mis frutos serán mucho más hermosos que los tuyos y entonces cerrarás la boca y no volverás a molestarme más

– Lo que digas, niño, ahora haz silencio que van a reencontrarse y estás interrumpiendo

– ¿Yo estoy interrumpiendo? ¡Tú eres el que me molesta! –y no pudo seguir más porque unas manos cubrieron su boca y lo empujaron de regreso a su árbol para poder observar al niño que caminaba alegremente con cuidado de no pisar ninguna planta.


– Hola durazno, hola cerezas, hola cebollas, hola pepinillos, hola zanahorias... –de la nada se detuvo, llevando la canasta que tenía en las manos hacia el piso y jugando luego con sus dedos, todo porque se encontró de nuevo frente a la planta de moras que había estado en sus pensamientos todos esos días– ¿Ho-hola mora? –murmuró bajando su mirada y sintiendo sus mejillas arder al sentirse cohibido de repente.

Esperó unos segundos a que su amigo saliera y cuando estaba suspirar rendido, observó unos pies salir del arbusto y una suave voz colarse por sus oídos.

– Creí que te había asustado y que no volverías –pronto sus ojos se buscaron y ambos sonrieron tímidos por la situación hasta que SeokJin rompió el silencio dando pequeños saltos en su lugar.

– ¡Nunca abandonaría a las plantas! Mi mami estuvo ocupada y no pudimos venir antes, perdón, morita –abultó sus labios, acción que le pareció extremadamente adorable al muchacho frente a él.

– Eso me alegra, pero, no soy morita, mi nombre es YoonGi –extendió su mano para saludar al chico que lo abrazó– YoonGi es un bonito nombre yo soy SeokJin –se separaron y el pelimorado asintió– lo sé, siempre los he visto y estoy muy agradecido contigo y tu abuelita por la mucho que nos han cuidado este tiempo

– ¿Nos? ¿Hay más como tú, Yoonie? –preguntó sentándose en la tierra junto al chico, bastante curioso por la situación.

– Oh claro, pero son de las otras plantas, cada una tiene su espíritu para que las cuiden...

– ¿Entonces por qué no puedo verlas a todas? –era un niño curioso y deseaba conocer a las otras plantas.

– Ya sabes SeokJinie, podemos elegir mostrarte lo que queremos enseñarte, los otros son tímidos y no se muestran demasiado –el chico mordió su labio ansioso por los nervios– ¿Quieres saber algo más?

Y así siguió el pequeño, tomando su pala para aporcar un poco las cebollas mientras preguntaba si ellos se sentían bien con sus cuidados y qué era lo que querían que hicieran su abuela y él para que se sintieran aún mejor con ellos, quería que jugaran juntos, pero quizás sería después.         





Moras silvestresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora