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Habían despertado hace unos minutos y SeokJin debía desayunar, así que el espíritu aprovecharía para saludar al sol afuera de la casa y de paso, ver si sus amigos ya habían regresado.

Una vez más, no los encontró y se preocupó un poco más, claro, hasta que los vio caminar fuera de la tierra. Se sorprendió bastante y corrió hasta ellos, notando como el bonito color durazno de las mejillas de JiMin había desaparecido y tenía un aspecto enfermo mientras JungKook lo sostenía con su cuerpo, algo iba mal.

– ¿Qué fue lo que pasó? –preguntó ayudando a que el más bajito de los tres se acomodara bajo la sombra de su árbol, acariciando su cabello y buscando transmitirle un poco de su energía para que se sintiera mejor.

– No lo sé hyung, ayer cuando estábamos hablando de pronto se puso mal, iba a llevarlo con sus papás, pero no estaban así que regresamos –en momentos como esos se daba cuenta de lo mucho que se estimaban esos dos a pesar de todas las peleas, un sentimiento cálido se alojó en su pecho al saber que siempre se apoyarían, aunque él no estuviera.

– Minie ¿Qué sientes? –preguntó sin parar de dar caricias para reconfortar al menor.

– Me duele aquí, hyung –dijo presionando su corazón con su mano– y me siento muy cansado hyung...como si me desvaneciera

YoonGi se preocupó mucho por lo que dijo el menor, hasta que comenzó a unir ideas en su mente y lo supo.

– ¿Cuántos años tiene tu plantita?

– Cuatro y medio....

La sonrisa que le dio su mayor lo hizo sentirse desencajado y al tercer presente le causó desesperación.

– ¡Felicidades, JiMin! –habló eufórico tomando las manos del nombrado– ¡Tu plantita va a dar frutos!

Su exclamación los puso a los tres felices, pero aún así JungKook seguía muy curiosos por el estado que tenía el pelidurazno en ese momento. – ¿Por qué está así entonces YoonGi hyung?

– Eso es porque su conexión es muy fuerte a este punto y el caos que pasa la planta en su interior para dar frutos, se refleja en su cuerpo –poco después unió sus frentes– Listo Minie, ya deberías sentirte mejor...

Inesperadamente, así fue, luego de horas de malestar, de pronto el color regresó a sus mejillas y su pecho dejó de sentir la presión que le molestaba, parecía magia.

– ¡Hyung! ¿Qué fue lo que hizo? ¡Ya me siento mejor! –ante la emoción que mostraron sus dos amigos, sonrió en grande– sólo te pasé un poco de mi energía para que tu cuerpo pudiera equilibrarse más rápido.

Recibió un abrazo en compensación y varias preguntas para saber cómo es que podía hacer eso y si les podía ayudar, sin embargo, para su buena o mala suerte, un energético SeokJin lo interrumpió al entrar al huerto con su abuela. De inmediato ocultó su existencia del ojo humano para poder acompañarlos con tranquilidad, era hora de regar las plantas, cosechar y revisar todas las plantas, como cada sábado.

Entre los dos se divirtieron cosechando algunas cerezas, frutillas, alguna lechuga y un par de pimientos. Además, regaron y nutrieron las plantas con el té de frutas de siempre y revisaron que no estuvieran siendo atacadas por insectos. Claro que eso no fue lo que más llamó la atención de ellos, más bien fue la ramita cargada de pequeñísimos duraznos apenas naciendo lo que les hizo festejar y mimar a la planta con todo su cariño.

Mientras tanto, más allá de lo que ellos podían ver, un joven JiMin se deshacía en lágrimas por la emoción de su abuelita al ver los frutos...

La calma volvió poco después de que la algarabía se transformó en las sonrisas que seguramente no perderían en el resto del día. Los espíritus decidieron descansar, recostados recibiendo las caricias del sol sobre sus pieles. Los humanos cosecharon varias cosas y también se sentaron en el jardín a comer los dulces frutos que no ocuparía la mayor para sus deliciosos pasteles y postres.

Moras silvestresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora