Podríamos comenzar en una noche como cualquiera, un clima frío en una luminosa ciudad donde la gente parecía llevar una vida lujosa y normal. Sobre uno de los edificios, cruzado de brazos con la mirada perdida en el paisaje estaba Franco, quién parecía estar metido en sus pensamientos, pensamientos que iban desde la clase, hasta aquél perfume que lo enloquecía.

Una delicada mano se posó sobre el hombro del maestro, su piel se erizo, claro que se erizo, pero su cara permanecía igual de fría. Un suspiro resonó llamando su atención. – Hay costumbres que no se pierden al crecer. ¿No?

- ¿Hay algún sitio en la tierra dónde no sepas encontrarme? – La mujer rió por lo bajo por lo que Franco decía.

- Incluso si estás bajo tierra, iría contigo. – Comentó la mujer metiendo sus manos en los costados del profesor, quién sonrió sabiendo que ella no la veía. Sintió su cabeza en su espalda, y frotaba sus manos con las suyas que reposaban en su estómago.

- Es bueno saber eso. – Marie Elise dejó escapar una carcajada, estando al borde de un gran edificio, con el frío abrazando su piel, sus recuerdos viajaron de prisa nublando su mirada.

- Grein y Dante – Dijo Franco, rompiendo el silencio que ellos dos habían creado. – Me recuerdan a cuando estábamos aquí.

Mae sonrió.

- Grein es demasiado enérgica, y tiene un encanto natural – Comentó la mujer mientras apretaba su abrazo.

- Derretías a todos solo con llegar – Mae aguanto su risa.

- A todos menos a ti. – Se quejó.

- ¿Y quién dice eso? – Preguntó dándose la vuelta, sus manos subieron por los brazos de la chica tomando sus hombros, lo que ocasionó que ella se ruborizara. - ¿Quién?

- Yo lo... - No pudo terminar de hablar.

Su cuerpo comenzó a temblar, mientras su corazón latía tan deprisa que le dolía el pecho, sentía adormilada su cara, y sólo el cálido roce entre sus labios sobre su frente la mantenía consciente. Había tanto que quería decir y tan poco tiempo para decirlo. Mae comenzó a reír devolviendo aquél beso en pequeños y cortos.

- Te adelantaste a tu regalo – Comentó mientras le hacía un mohín, la mano de Franco bajo a su cintura, pegándola a él. Su cara parecía confundida, y recién se daba cuenta de que Mae traía un sobre amarillo. – Ábrelo, va a encantarte.

Franco se sentó en el borde del edificio, y abrió el sobre con cuidado, había una hoja. Una hoja que le devolvió la vida al cuerpo. Alzó la vista para comentar algo, pero ya ella no estaba.

La euforia crecía en su pecho, y mordió su labio con entusiasmo.

Y por primera vez en mucho tiempo, vio el sol salir. Literalmente. 

Las alarmas en las habitaciones comenzaron a sonar alertando al grupo que ya era momento de despertar. Los jóvenes héroes se retorcían abrumados, eran a penas las cinco de la mañana. Juran a penas sentía las piernas, no podía ni quería levantarse. Con pereza abrió sus ojos, notando que sus compañeras estaban ahí, tal parece que era la primera en despertar.

Se dio un baño rápido, lavó sus dientes, desenredo su cabello y lo recogió con una cinta color rosa, usaba ropa deportiva, sabiendo que hoy sería un día pesado. Y nada como una buena playlist para comenzar el día. Se propuso a sí misma mejor, colocó su reproductor a sonar Mr. Blue Sky y salió de la habitación.

Rebelión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora