𝑽𝑰𝑰

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Un rizado entraba por el pasillo hacia la cafetería cuando fue jalado por el brazo y un beso tronado se plantó de su mejilla.

– ¡Joaquín!

– perdona, te ves tan precioso que no pude esperar a darte un beso – sonrió divertido mientras rodeaba la cintura del menor

– ¡para! – Emilio cubrió su rostro con sus manos para evitar que el sonrojo se notara

– ¿puedes mostrarme tu bella carita para darte este nuevo libro? – preguntó suavemente y en unos segundos el rizado se descubrió los ojos para ver la portada de un libro que había estado queriendo leer desde hace mucho tiempo.

Milk and Honey se encontraba frente a sus ojos. Un escalofrío recorrió su cuerpo y no pudo evitar lanzarse a los brazos del rizado más alto. Joaquín sintió un calor en su rostro al ser apretado entre los brazos del chico por el cual babeaba.

El castaño apretó su cintura entre sus manos y casi tambalea cuando los labios del menor se posaron sobre su mejilla, un beso suave y dulce fue plantado logrando hacer sonreír a ambos chicos.

– demasiada miel para ser tan temprano, por favor paren de hacerme sentir tan sola – se separaron ante el quejido de Grecia mientras Laura y Fera se reían

– buenos días, chicas – saludó amablemente Joaquín y le devolvieron el saludo – bueno, niño bonito, te dejo en clases, disfruta el libro – un beso en la frente del rizado fue lo último que sintió antes de que Joaquín comenzara a alejarse del grupo de amigos.

Los cuatro se dirigieron para entrar al salón y mientras tanto Joaquín se sentaba en una banca de la universidad para esperar a que su clase iniciara. Aún tenía una hora y se aburría por completo, eso cambió cuando su celular comenzó a sonar mostrando en el identificador "mamá".

– ¿Hola? – contestó

– mi niño, ¿cómo te ha estado yendo en tu estadía por México? – preguntó entusiasmada la reina

– bastante bien, mamá, todo está tranquilo, estoy feliz. – suspiró sin darse cuenta

– muy bien, eso me sonó a un suspiro enamorado. Joaquín Bondoni Gress, dime por favor que no te estas enamorando de alguien en México...

– amm... ¿por qué preguntas? – comenzó a mover su pierna con ansia mientras el nerviosismo comenzaba a recorrer su cuerpo

– Joaquín... cariño sabes que no puedes simplemente escoger a cualquier persona como pareja, para que puedas subir al mando como rey, debes casarte con alguien de la realeza. El congreso lo dice y yo no he podido hacer nada para cambiar la ley. 

– yo lo sé pero es alguien quien me ha robado el corazón en tan poco tiempo, yo siento que no voy a poder dejarle aquí y volver a ser algo allá junto a una persona que no quiero a mi lado. Mamá por favor, déjame intentarlo, haré cambiar la opinión del congreso.

– ¿y si él no quiere ser rey?

Un duro silencio se estableció en la línea y Joaquín sintió su corazón encogerse totalmente. No había pensado en el rizado, en si aceptaría ir con él a España y gobernar juntos un país. Claramente no era fácil pero no sabría si Emilio estaba dispuesto a enfrentarlo a su lado. Bufó y se dijo a sí mismo que intentaría algo con él pues, no estaba dispuesto a abandonar al chico que lo había cautivado.

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Emilio leía el libro entre sus manos con una sonrisa plasmada en su rostro. Seguían esperando al profesor que les daría clases por dos horas y al ver que en los primeros diez minutos no aparecía entonces decidió comenzar su lectura. Estaba tan metido en su lectura que no escuchó el llamado del profesor que había entrado al salón por fin.

– Señor Marcos, deme ese libro en este instante. Lo decomisaré ante su falta de respeto – el profesor espetó haciendo al rizado negar varias veces de forma desesperada pero no pudo hacer más cuando el hombre se acercó a su asiento y estiró la mano para que el libro le fuera entregado

– profesor Díaz, por favor discúlpeme, no volverá a pasar – rogó pero el profesor negó y volvió a insistir. Con el pecho doliéndole, entregó el libro y se lo llevó a su escritorio logrando sacarle una pequeña lágrima al escuchar como el anciano profesor azotó el objeto contra la madera. A él siempre le dolió ver libros maltratados, siempre cuidaba muy bien de los suyos y los trataba con una extrema delicadeza. Retiró la lágrima de su mejilla y comenzó a prestar atención al resto de la clase.

Se giró un momento para ver a sus amigas quienes le sonrieron en apoyo. 

Cuando la clase terminó, se acercó a su profesor para pedir el libro, sin embargo, este se había negado a devolvérselo diciendo que lo decomisaría el resto de la semana. Al salir del salón con el ánimo decaído, Joaquín se acercó al grupo de amigos y saludó a las tres chicas que hablaban sobre el largo ensayo de quince hojas que deberían realizar para el próximo lunes. 

– Hola niño bonito – saludó el más alto tomando las mejillas del rizado y plantando un beso rápido en su nariz

– hola – susurró con el tono triste que se le había quedado desde lo sucedido con el libro

– ¿qué ocurre ahora? – preguntó preocupado por el ánimo del más bajo y este negó suspirando

– le decomisaron el libro que le diste y no se lo darán hasta el viernes – respondió Laura

– oh... ¿pero qué pasó? – volvió a preguntar

– Emilio no se dio cuenta que el profesor Díaz había entrado a la clase y le pidió que guardara su libro pero Emi no escuchó y el viejo loco se enojó – Grecia explicó ahora

– pero es que entiendo a Emilio, ¿cómo mierda vas a azotar un libro? viejo idiota – bufó Fera

– ¿que hizo qué?

Joaquín se notó visiblemente más enojado y apretó el agarre en la cintura del menor pero lo siguiente sólo lo hizo enfurecer aún más.

– a Emilio no le gusta que sus libros sean tratados así, lloró un poco y...

– ¿te hizo llorar ese gilipollas? – preguntó alterado en dirección al chico y ante ese enojo, Emilio sólo pudo asentir – ahora se va a enterar quién cojones es Joaquín Bondoni – quiso caminar pero el rizado no lo dejó y lo jaló hacia él abrazándolo 

– no te vallas – susurró en el pecho del castaño y este lo envolvió en un suave abrazo. Fernanda, Grecia y Laura se habían ido de ahí para dejarlos a solas.

Emilio se apretó contra el cuerpo del rizado mayor e inhaló su colonia suave, sólo quería abrazarlo para no sentirse mal.

– aquí estoy – susurró Joaquín

– quédate siempre... por favor – pidió enterrando ahora su rostro en el cuello del príncipe.

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Perdónenme la vida por no haber publicado nada desde hace un mes pero entré a la universidad y ocurrió un huracán por donde vivo así que estuve igual sin luz y luego sin agua. Luego me dio un bloqueo donde quería escribir y no me salía más que una o dos palabras y hoy por fin pude darles algo. En fin, los amo xx.

royalty: the prince; emiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora