Alexia
El olor rancio de un embutido me recibió cuando abrí la puerta del refrigerador. Con una mueca de asco tomé el paquete y lo tiré en la basura.
Mi apartamento estaba exactamente igual a como lo dejé: ropa en el suelo, un café frío sobre la mesa de luz, la cama sin hacer, libros por doquier, el moho era el perfume diario de aquellas paredes. Vacío y oscuro. El foco que daba luz a mi habitación estaba quemado y el de baño amenazaba con ser el siguiente en cualquier momento.
Aparentemente nadie había usurpado mi pequeña pocilga alquilada hasta el final del mes próximo. Aunque ya era momento de ir buscando otro lugar, alquilar sitios como este durante tres meses y partir, siempre hacía lo mismo, cambiar no solo de apartamento también de imagen, a veces rubia, castaña, pelinegra, algunas veces lacio otras con rulos, corto o largo. Ahora tenía en mi botiquín tintura roja y mi pelo era castaño claro, me quedaría un caoba.
Suspiré saliendo de la cocina, ahora no tenía ánimos ni para teñir el cabello ni para cocinar, llevaba un par de días reponiendo energías después de Jeon. Tal vez ya no era necesario hacer tanto cambio ahora que trabajaba con un equipo, aun así no descarté la idea del camuflaje. Confiar mis espaldas a desconocidos no era lo mío y aunque aquí si alguien preguntaba por alguien simplemente respondían que no sabían de quién preguntaban, sí sabíamos en el edificio quien era quien, o al menos tenían una idea oscura de mí pero no exacta y eso los hacía mantenerse alejados de este dos por dos que se cae a pedazos.
La vecina de arriba se vivía escondiendo de su marido, un día la encontré arrastrándose por las escaleras sangrando y aunque el noventa y cinco por cierto de mi ser quería esquivarla y llegar a mi apartamento, ganó el cinco por ciento que nacía básicamente por el hecho de que obstruía el paso. Recuerdo que me causó una ira contra la mujer, no sé si se llamaba ira lo que sentía pero así lo llamaba yo. Ella sangraba por la nariz, tenía un par de dientes de menos y un ojo casi deformado de tantos golpes: ¿Por qué se deja hacer eso? ¿Por qué no se defiende?
— ¿Por qué no lo quitas de tu camino? — pregunté en el medio de su apartamento, estaba mucho más ordenado que el mío.
— La policía no me hace caso — respondió ella lavando su rostro.
— Yo no hablaba de ellos — dije metiendo las manos en los bolsillos de mi saco negro. A pesar de lo desfigurada que estaba logré entender que había fruncido el ceño.
— ¿Cómo? — apenas se podía mover sin quejarse.
— Del mismo modo que él lo hará si no te defiendes — respondí y pareció tardar un poco antes de entender. Bajó la vista a sus zapatos salpicados de barro y sangre, supe que jamás podría hacerlo. Levanté mis hombros en señal de que no era mi problema y salí andando para mi apartamento. No pasaron muchos días en que los gritos me despertaron y aunque quería seguir durmiendo, un golpe seco en mi techo me puso de pie, ni siquiera me había cambiado para acostarme. Busqué en mi saco a mi compañera y subí las escaleras recolocando el silenciador. No toqué timbre cuando entré, la escena ante mí era un desastre, ella bañada en sangre y apenas se movía.
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Bajo Llave | Jeon Jungkook
FanficSoledad, eso es lo que hay en estas cuatro paredes. Salir, correr, ordenar, es lo único que hago. Una rutina, monótona. Pero eso cambió cuando te encontré, frente al muro, desnuda, sola, hambrienta y tan mía. Joder, cuando te ví, solo quería llevar...