Capítulo 24

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Ese mismo día, cuando los reyes piensan dar el último ataque fuerte de todos, todo parece cambiar.

Ambos bandos se encontraban por atacarse fieramente el uno al otro, cuando sucede algo inesperado.

Enmedio del campo de batalla se ve como una manada de lobos se acerca a los lobos de la Resistencia y se unen a ellos. Y una loba en específico se sitúa enmedio y se vuelve a transformar en humana, descubriendo así la forma de Ilargi.

Los del bando de los clanes pararon la lucha y curioso se fijaron en ella.

Ilargi se encontraba seria, con los ojos cerrados y acumulando toda su energía para lo que se venía. Inspiró y al expirar dejó marchar sus poderes fuera de ella, y abrió los ojos, dejando ver como su iris había pasado de casi negro a gris. Un gris casi plateado. Con sus poderes hizo que todo el mundo se postrara como en una reverencia, aún si sus cuerpos no lo estuvieran controlando.

La luna, que para ese entonces había estado cubierta por la luz del día, se mostró clara y grande en el cielo, aún si no era de noche.

Era claro que la diosa Luna se había mostrado, y estaba justo enfrente de ellos.

Ella era la Luna.

Étoile y Ethel miraron a su amiga con asombro, jamás hubieran pensado que Ilargi contenía tales poderes que le eran asociados directamente a la diosa Luna.

No, directamente no imaginaban que su amiga era la encarnación de la propia luna.

La gamma se había mostrado, y los gamma no pudieron evitar postrarse con respeto ante ella. Era su líder, la líder del pueblo perdido de la Luna.

El reino Gamma, el de los descendientes de los dioses. Ella era la leyenda, la profecía que decía que un día llegaría la Luna junto al Sol y volverían a reinar como antaño lo hicieron sobre el mundo, devolviendo sus tierras a los Gamma.

Los Gamma, los de sangre mezclada. Sangre de dioses y lobos. Los gamma serían los mensajeros de los dioses como lo fueron en su época, los que se relacionaban con ellos y mostrarían al mundo la verdad. Aquella verdad que se les fue arrebatada por los clanes.

Los leales a los clanes miraron a Ilargi. No podían luchar contra un dios, mucho menos su diosa patrona. La diosa de todos los lobos.

— ¡Desarmados! No hay que luchar contra vuestros propios hermanos... No sois enemigos. Parad esta guerra sin sentido... Se os ha reclutado no para parar vuestros dolores y necesidades como pueblos, sino para inflar el orgullo de dos reyes déspotas que solo buscan llenar su ego a costa de la vida de sus súbditos. Fijaros, ahora os han unido a ambos bandos en contra de vuestros iguales que solo buscan parar esta guerra. La lucha no es necesaria. Ellos quieren que lo penséis así, buscan que creáis que sois enemigos. Y no sabéis que podéis luchar por una misma causa unidos. —empieza Ilargi, su voz resonando y escuchándose en todas las líneas de batalla—.

Los gamma miran hacia el bando de los leales, donde algunos dejan sus armas en el suelo, escuchando atentamente todos a la morena.

— No podéis luchar contra vosotros mismos, y mucho menos os merecéis morir por unos reyes que jamás os han tenido en cuenta. Ellos saben lo que es mi pueblo. Y os quieren hacer creer que fuimos matados y derrotados por un castigo divino... —sigue—.

Jaimie y Lorenz se acercan para escuchar mejor a su hija.

— Pero aquí estoy yo para demostrar que no es así... Hace doscientos años existía un reino. El reino de los gammas, el reino Luna, junto con los reinos de la Luz y de la Sombra, vuestros clanes. Los tres reinos vivían en armonía y paz, hasta que algo sucedió. La avaricia de los reyes de los reinos de la Luz y de la Sombra fue mayor al del deseo de paz, y entraron en una guerra contra el reino Luna. Se inició una masacre en la que mataron a muchos gammas inocentes, y también hubo pérdidas de los otros reinos. Se derrocó al reino y los reyes de ese entonces, vencedores, se cedieron las tierras.

Todos escuchaban atentamente a la historia que contaba Ilargi.

— Quisieron hacerlo de forma equitativa, pero al no llegar a un acuerdo empezó una guerra que no se cerró, sino que se tomó al propio río como frontera. Y sí, es este mismo río, el río Silver. La derrota de un reino entero fue por causas de envidia y codicia sobre las tierras que un día pertenecieron a los gamma. Un pueblo que fue desterrado, masacrado y  perseguido durante mucho tiempo... Un pueblo al que ahora estos reyes querían volver a masacrar puesto que habían encontrado nuestra residencia muy cercana, y con esas sospechas querían asegurarse de acabar con nosotros mientras vosotros luchábais los unos con los otros... Los monstruos no se encuentran en los cuentos solo, también vuestros reyes lo son. Han sido las princesas las únicas que han mirado por el beneficio de su gente. De que su gente no muriera por una causa que no es justa.

Ahora todos miraron a las princesas Étoile y Ethel.

— Deberíais agradecer, y seguir con ellas puesto que son las únicas verdaderas regentes de estos reinos que sí mirarán por vuestra estabilidad...¡Desarmaros!

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Keivan volvió a entrar a la cabaña, se sentó en el pequeño sofá y esperó a que la otra persona que lo acompañaba se sentara a su lado. Una vez sentados, se miraron el uno al otro y Keivan suspiró.

— Debe haber una razón más que no me estas contando... Esperar… ¿A qué esperamos exactamente? —empezó Keivan—.

— Supongo que ya sabes lo del reino Sol y el reino Luna...

— Oh, sí, claro, la leyenda que dice que el reino de los gammas sol y el reino de los gamma luna están destinados a estar juntos como en el reino Esmeralda...

— Sí, exacto... Pues esa leyenda está cerca de cumplirse, Keivan... Estamos esperando a los gammas luna... Hay que esperar a que la diosa aparezca, para que así se puedan juntar y formar el reino.

—Pero... Los de aquí también estamos mezclados...

— Exacto, nosotros ya tenemos la mezcla de los pueblos, pero falta que el resto se una... Son solo lunas sueltos los que habitan el territorio... Sabes que la mayoría somos sol...

Keivan asiente ante las palabras dichas y suspira.

— ¿Qué será del nuevo reino de los gamma? ¿Volverá a pasar lo mismo? Da miedo pensar que al proclamar el nuevo reino cuando se tenga que hacer... Alguien quiera asesinarnos otra vez a todos.

—No creo que eso suceda, Keivan... Las sucesoras de los clanes puede que no sean así, según lo poco que sé no creo que se dé algo así de parte de esas princesas...

—Bueno... Sí, en parte tienes razón...

— Solo hay que enfocarse en encontrar a la Luna y el resto de su pueblo ... La leyenda así lo dice, que el sol y la luna se tendrán que unir y formar un reino donde ambos cuerpos celestes reinarían de forma armónica...

— Y entonces, cuando eso pase… ¿Qué habrá?

— Paz, Keivan... Paz y felicidad en Norgia.

𝑯𝒐𝒘𝒍𝒊𝒏𝒈 𝑯𝒖𝒏𝒕𝒆𝒓𝒔 || 𝑂𝑚𝑒𝑔𝑎𝑣𝑒𝑟𝑠𝑒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora