Capítulo 10

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Los rayos de sol se colaban entre las pestañas cerradas de la castaña clara y calentaban su piel. La mañana parecía ser cálida y, con el sol, Étoile terminó despertándose. Aún estaba bajo, no sobresalía de las copas de los árboles, así que decidió que ese momento era el óptimo para empezar su marcha. Recogió todas sus pertenencias y se despidió del pequeño campamento que formó la noche anterior. Las cenizas del fuego aún un poco candentes fueron lo único que dejaba atrás.

Subió al caballo y emprendió su camino que llevaba hasta el pié del monte de Cristal. Sin embargo, cuando ya estaba llegando al desvío de caminos hacia el pié del monte se encontró con algo con lo que no contaba.  Un carromato parecía haber tenido un contratiempo y estaba tirado y casi destrozado a un lado del camino. Dos muchachos de aproximadamente unos 20 años salieron del carro al escuchar que un caballo se acercaba. Sorprendidos, miraron que lo que pensaban que sería un guardia o caballero en realidad era una damisela joven. La joven se acercó a ver el problema, obteniendo la atención de los otros dos.

—Buenos días, madame... —saludó el más alto, un chico de un castaño casi rubio y ojos verdosos— Me llamo Aleix, y este de aquí es mi compañero Diez... —apuntó al otro chico, esta vez moreno y con ojos marrones— Lamento esta vista, ayer nuestro carromato sufrió un percance y desde entonces hemos estado esperando a que alguien viniese para mostrarnos indicaciones o darnos una mano.

— Oh, comprendo... Es una lástima, yo no sé arreglar carromatos... ¿Y vuestros corceles?  Supongo que algún animal tiraba del carro —apuntó la princesa—.

El rubio se rascó la cabeza un poco incómodo por la pregunta, avergonzado. Fue el otro quién respondió.

—Solo contamos con una burra... Era lo suficiente para moverse, pero es bastante tozuda como para llevar el peso de los dos —respondió el tal Diez—.

— Entiendo... Yo me dirigía al monte Cristal, no sé cuál es vuestro destino.

—La verdad no tenemos uno en específico... Espera, ¿qué hace una damisela como vos dirigiéndose al monte? Sobretodo sin una protección —preguntó con un poco de sospecha y preocupado Aleix—.

—Tampoco nos ha dado su nombre... —recalcó Diez—.

Étoile se puso un poco nerviosa pero respondió lo primero que le vino a la cabeza.

— Me llamo Luz y bueno, mi padre cayó enfermo... Por eso quería ver si el chamán del monte podría darme algo para mejorar la salud de mi padre... —se inventó una historia— Ah, y bueno... Supongo que habéis escuchado lo de la próxima guerra con el clan sombra. No me gusta la idea, si pudiera pedirle a la diosa Luna de mi parte que no suceda, me ahorraré el tener que ver partir a una guerra a mi padre y mi hermano, con el riesgo de perderlos completamente... —Étoile fingió sollozar, consiguiendo alarmar a los dos muchachos—.

—No llore, joven damisela. —Aleix intentó calmarla y le dió un pañuelo de seda para que secara sus lágrimas— Entiendo el estrés emocional al que está sometida y me pesa. Aquí mi compañero y yo también estamos en contra de la guerra. Aunque parece que vamos a tener que aguantarlo.

Étoile los miró esperanzada y sonrió.

— Me gustaría parar este sinsentido... ¿Vosotros me ayudaríais? A cambio yo os puedo llevar en mi corcel, aunque alguien tendrá que llevar la burra, no vamos a dejar a un animal indefenso...

Tanto Aleix y Diez se miraron y sonrieron asintiendo.

—Claro, mi dama, la ayudaremos... Estamos a su servicio —Aleix se prostró ante ella como si fuera un caballero—.

Diez sin embargo no lo hizo y rodó los ojos ante la actitud de su amigo.

— Ya empezamos... Siempre es igual, Luz, no lo tomes en cuenta. Es un romántico empedernido —criticó ligeramente a su amigo, que llevó su mano dramáticamente a su pecho, fingiendo estar gravemente ofendido—.

𝑯𝒐𝒘𝒍𝒊𝒏𝒈 𝑯𝒖𝒏𝒕𝒆𝒓𝒔 || 𝑂𝑚𝑒𝑔𝑎𝑣𝑒𝑟𝑠𝑒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora