Tercera Cicatriz

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El ambiente navideño era lo más destacable: regalos, árbol rodeado con adornos, medias en la chimenea y dos niños vestidos con el traje de Santa Claus.

Izuku estaba realmente feliz, al tener a su papá trabajando en el extranjero, pensó que solo iba a pasar Navidad con su mamá; sin embargo, la sorpresa de ver a la familia Kendo entrar a su casa con pavo horneado, fue el mejor regalo que pudo recibir durante mucho tiempo.

Con su mejor amiga revoloteaban por toda la casa, imaginando que eran aviones y la sala el campo de vuelo. Se divertían como nunca y reían como siempre. Todo siguió igual hasta que Itsuka decidió ejercer una maniobra sin previo aviso, sorprendiendo y chocando, a la vez, contra Izuku de frente. Cayeron de trasero sobre la alfombra, se miraron a los ojos y botaron una fuerte carcajada cada uno.

Si Izuku tenía que definir perfección, sin dudar pondría de ejemplo ese recuerdo.

Sin embargo, las risas pararon cuando miraron el techo por pura causalidad, sin imaginar que una planta verde, muy conocida en occidente y en los cuentos navideños colgaba del marco de la puerta, justo donde estaban.

—E-E-eso e-e-es un-.

—Muérdago. —Completó la pelinaranja.

Sería coincidencia o arte divino, pero el hecho de que no dejaban de mirarlo como tontos era realidad, hasta que decidieron mirarse con evidente verguenza. Necesitaban saber que estaba pensando el otro.

Itsuka era un misterio, se mantuvo callada después de confirmar lo que Izuku temía. En cambio, el chico moría de nervios, en su cabeza inocente besar a su amiga era malo y no respetar las tradiciones eran igual de peor. Un dilema que sus murmullos reflejaban que lo estaba pensando de más.

—Bu-Bueno... —Era muy extraño ver a Itsuka dudar—. ¿Tú que dices, Midoriya-kun? —Sonrió, segura de sí misma—. Hay que respetar las tradiciones.

—Pe-pero yo...

Guardó silencio cuando vio el rostro de su amiga acercándose al suyo. Ella tenía los ojos cerrados y los labios poco fruncidos. Era dejarse llevar o ignorar, de seguro, la única oportunidad de demostrar sus sentimientos a la chica que le robaba el aliento.

Con tantos pensamientos en mente, Kendo había invadido los labios del pecoso, este ni siquiera se dignó a responderle. Pasaron segundos hasta que Izuku por fin decidiera cerrar los ojos y disfrutar del momento.

El primer beso de ambos. Tan efímero como perpetuo. Tan surrealista como realista. Tan dulce como... Como la miel.

Izuku imaginaba el calor del verano. Kendo rogaba por ver rosas cayendo del cielo. La sala, cumpliendo los deseos, empezó a convertirse en aquel planeta hecho a medida donde solo existían ellos.

—Ag. —El pecoso arrugó la cara, mientas Kendo limpiaba sus labios.

—Iuh. —Ambos niños se separaron, con cierto asco, teniendo las mejillas acoloradas y rojas.

A pesar de tener los nervios sobre el cielo, se atrevieron a mirarse de frente, aceptando el hecho de que el primer contacto de labios de ambos fue con el otro. No evitaron sonreír, aunque Itsuka quería que ese recuerdo fuera con otra persona, no ponía queja alguna sobre que sea Midoriya.

—Midoriya-kun. —Llamó la fémina.

—¿S-sí, Kendo-chan?

—¡Seamos amigos por siempre! —No era una simple petición, existía un significado profundo en aquel deseo navideño.

Promesa que dentro de varios años sería una de las razones de la perdición de Izuku.

—De-e acue-.

Entre manos y cicatrices (Izuku X Kendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora