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Joaquín se encontraba analizando el lugar, el balcón que estaba enfrente de ellos, perfectamente decorado con algunas, pequeñas luces y justo en el centro había una mesa decorada con algunas flores, también había dos charolas de comida, pero lo más impresionante era la hermosa vista que había del lago desde el lugar. Por la emoción al castaño se le cristalizaron los ojos.

— Esto es precioso Emi —susurró con las mejillas empapadas por las lágrimas que fueron imposibles de detener.

— Mi amor no llores —pidió tomando de las mejillas al castaño, intentando que se calmara.

— Pero son de felicidad —musitó Joaquín, acurrucadose en el pecho del mayor.

— Aún así, quiero verte con tu hermosa sonrisa —dijo.

El castaño asintió, limpio los restos de sus lágrimas, antes de inclinarse para dejar un pequeño beso en los labios de Emilio, que correspondió de inmediato.

Al separarse, con unas pequeñas sonrisas, se sentaron en sus lugares quedando frente a frente. Abrieron las charolas de comidas, para empezar a cenar.

— Espera falta la bebida —dijo el rizado, quien rápidamente salió corriendo a la cocina, tomó lo necesario, regresando al balcón unos momentos después.

— Acaso quieres emborracharme, para aprovecharte de mi —bromeó, causando la risita de ambos.

— Por supuesto que no, además no creo que un vino emborrache tanto.

— Lo sé, pero recuerda mi nula resistencia de alcohol —susurró el castaño, probando un poco de la bebida— Esta muy bueno.

— Es de mis vinos favoritos, ahora cenemos —dijo Emilio.

Disfrutaban de los alimentos, con pequeñas sonrisas, hasta que en castaño decidió intrigar un poco de la cabaña.

— ¿Cómo descubriste esta cabaña? —preguntó el castaño.

— Es de mis abuelos, aunque no venía aquí desde hace años —respondió.

— ¿Acaso tus abuelos son ricos? —bromeó, aunque al no escuchar la risa del mayor se calló.

— Algo así —dijo restándole importancia, al tema.

— ¿Cómo qué algo así? —intrigó Joaquín más curioso que nunca.

— Amor, no es de pensarle mucho tu conoces las propiedades de Guanajuato, solo tienen unas tres iguales —mencionó, con cierta incomodidad, no le gustaba hablar de ese tema.

— Me lo dices como si en Guanajuato solo tuvieran la escuela de quitación, cuando en realidad tienen muchísimos negocios —dijo el castaño, aunque al ver la incomodidad del rizado se arrepintió, levantándose de inmediato para abrazarlo— Lo lamento, no quería incomodarte.

— No importa, solo dejamos ese tema, no es algo de lo que me guste hablar demasiado —murmuró el rizado acurrucadose en el pecho del menor.

Se unieron en un pequeño beso de tan solo unos segundos, antes de continuar con la cena.

[...]

Al terminar de cenar, Emilio decidió que era el momento preciso, para darle la sorpresa al castaño. Por lo que entrelazo sus manos, mientras le dedicaba una pequeña sonrisa; bajo la mirada atenta del menor se levantó de su silla para incrase a lado de él, abriendo la pequeña cajita que tenía en manos, mostrando el anillo que había en el interior.

—¡Oh Dios! —expresó Joaquín, muy sorprendido.

— Quiero que este pequeño anillo, sea un recordatorio de cuanto te amo, se que no ha sido fácil y en serio te agradezco el que me tuvieras tanta paciencia. Te prometí que cuando estuviera listo te haría la pregunta y hoy es ese día. Mi bonito ¿quieres ser mi novio?

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