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Joaquín por un momento creyó que Emilio le había mentido respecto a la casa de sus abuelos; pero al verlo esa misma tarde, subir sus maletas al auto, le comprobó que era verdad. Aún se sentía confundido, de alguna manera se sentía estúpido, por juzgar a alguien sin saber por lo que pasó. Cuando lo vio desde su ventana partir, decidió que dejaría de pensar en él, ya no se iba a complicar la vida.

Al menos ese fue su plan, ya que a los días días volvió a pensar en todo lo que pasó y en las dudas que aún tiene.

No era el único ya que en Guanajuato estaba otro joven que no podía dejar de pensar en su lindo castaño, a pesar de estar a cuatro horas de distancia, la única diferencia era que él, no intentó dejar de pensar en Joaquín, sino todo lo contrario se propuso recordarlo a diario, tal vez así podría descifrar porque con él era tan seguro.

Joaquín tuvo que posponer sus dudas, por un momento ya que su madre le pidió que fuera a comprar varias cosas que necesitaba para la comida. Después de media hora  de compras, estaba caminando de regreso a casa cuando sienten como lo toman del hombro, de inmediato se volteó encontrándose, con la madre del rizado.

— Hola señora —saludo.

— Hola mi niño, lamento interrumpirte, pero necesito que le des esto a tu mamá —le extendió una bolsa con fresas— Son del rancho de los abuelos de mi hijo, desde hace mucho le prometí que le traería, pero como no habíamos ido, ni como.

— Claro, yo se las llevo, muchas gracias —dijo, estaba por reanudar su camino cuando la curiosidad le ganó y decidió preguntar— Perdóneme la indiscreción, pero ¿los abuelos con los que está Emilio no son sus padres?

— Por supuesto que no, son los padres del papá de mi hijo, ellos siempre se preocuparon por Emilio y lo han ayudado demasiado.

— Oh me alegro —susurró, justo cuando comenzó a irse, de nuevo lo detuvieron.

— Ahora tu disculpame a mi por ser imprudente, pero estoy preocupada por mi hijo, últimamente ha estado demasiado raro, incluso es aún más cerrado de antes; la última vez que pasó eso, no terminó bien —musitó con un tono triste.

— ¿Cómo terminó? —preguntó dudoso.

— Veo que no te contó, de su intento de suicidio a los diez años, por eso estoy preocupada, no quiero que vuelva a hacer una estupidez, que tal vez si esta vez no llego a tiempo —explicó con los ojos cristalizados.

Joaquín no escucho nada después de "intento de suicidio" de inmediato recordó las marcas en las muñecas de Emilio y todo encajo. Asintió aún perdido en sus pensamientos, comenzando a caminar ignorando lo que la señora le estaba diciendo. Llegó a casa le dejó las cosas a su madre y de inmediato subió a su habitación, necesitaba asimilar todo.

Esa misma tarde, su madre le mando a dejarle algo a la vecina, por lo que tuvo que ir de nuevo a la casa de a lado, solo que esta vez, su plan era dejar lo que le encargo su madre e irse; pero el ver a la madre de Emilio empacando le causó curiosidad y decidío preguntar. Aquella pregunta se convirtió en una larga platica, en muchas aclaraciones para el y una posible nueva oportunidad...

[...]

— Cariño —llamó la abuela del rizado a esté— ¿Podrías ir a ayudarle a tu abuelo terco, con los caballos? Quiso darles hoy el día libre a los trabajadores, no sabiendo que hay clases pendientes de equitación y él ya no es muy joven.

— Por supuesto que sí abue, no te preocupes yo le ayudaré, sirve que me distraigo un poco —dijo Emilio.

— Claro que sí hijo, te prepare tu estofado en agradecimiento —musitó con una gran sonrisa— A ver si así te animas a decirme que es lo que te pasa, estas muy extraño.

— No es necesario que me prepares algo, así estoy bien —mencionó, la abuela negó, soltó un suspiro— Haz lo que gustes, abue, me voy —salió de la casa evitando por completo el tema de que le pasaba.

Camino hasta donde se encontraba su abuelo, batallando para ensillar a uno de los caballos, de inmediato se acercó para ayudarle.

— ¿Tu abuela te mando? ¿Cierto? —el rizado asintió— Esa señora piensa que ya soy un inútil —comentó mientras engaba.

A Emilio le fue imposible no reír un poco con la actitud de sus abuelos, siempre han sido así, pero a pesar de eso se les nota por completo el amor que se tienen; ignorando las quejas de su abuelo, respecto a su esposa, comenzó a encargarse de los siguientes caballos, que necesitan para las clases de equitación.

Horas después, justo cuando el atardecer estaba a su máximo esplendor, Emilio estaba cabalgando de regreso a la casa, pensó en caminar, pero desde donde estaba estaba algo retirado, normalmente hubiera llegado mucho más temprano, pero decidió mandar a su abuelo a casa temprano dejándole más trabajo a él, lo cual no lo molesto, pero por la distancia, decidió mejor montar a uno de los caballos, además podía dejarlo en el establo que esta más cerca de la casa sin ningún problema.

Aunque de lejos pudo notar, un auto que conocía a la perfección, sin pensarlo dos veces, hizo que el caballo aumentará la velocidad, mientras se acercaba logró notar como empezaban a bajar las maletas, eso le dio un poco de alivio, ya que había pensado que sus abuelos no le habían avisado de la llegada de su madre.

Se bajó rápidamente, corrió hasta donde estaba el auto, pero al estar justo enfrente de quien bajaba las maletas, se llevó una sorpresa.

— ¿Joaquín? —preguntó dudoso, a pesar de saber a la perfección que era él.

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Creo que ya podré subir un capitulo por semana. Debo acabar esta historia antes de entrar a la escuela o ya no tendré tiempo.

Gracias por leer los amo 💜

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