Fábulas cortas.

Del pájaro que no sabía volar.

Érase una vez, un pequeño pájaro gris que no había aprendido cómo volar, esto llevó al hecho que su familia terminará abandonándolo, cuando vieron que esté, cumplido un mes no se desempeñaba al igual que sus hermanos. Por lo tanto, lo dejaron allí, abatido, desesperanzado como quien se entera de una enfermedad mortal. Intentó una y mil veces abrir sus alas, imaginarse que surcaba el cielo al igual que sus compañeros, pero sin remedio alguno, sin solución. Sólo podía dar grandes saltos. ¿Cómo comería? Alguna que otra vez, a los demás pájaros se le caía un poco de comida y entonces utilizaba aquellas sobras. Había armado un pequeño fuerte donde guardaría lo que cayera para que le durara más tiempo.

Decidió caminar por el suelo, por el jardín donde había nacido. ¡Ay, si sólo pudiera volar, podría visitar un millón de jardines! Pero aceptó su amargo destino, encontró algunas lombrices, las picoteó, hasta que de repente algo cayó sobre su cabeza, él observó hacia arriba con curiosidad y vio algo mucho más grande, sí estaba seguro que pertenecía a su especie, pero en versión adulto quizás. Este pájaro gigante le otorgó algunas de sus exquisiteces, y él nunca estuvo tan feliz en su vida.

Todos lo habían abandonado, porque no podía hacer algo que los demás eran expertos, algo que estaba en su naturaleza. Si no podía dominar su naturaleza, fracasaría rotundamente y de manera pronta moriría ya que le escasearía el alimento. Sin embargo, también notó como el pájaro mayor tenía algunas cicatrices y era rengo de una patita, aún así podía volar por más que haya sido abandonado a la merced por su condición.

Lo que sucedió a continuación es que sí aprendió a volar, aprendió a desplegar sus alas y hacerlo, pero sin aquél pajarito que lo ayudó en esos instantes probablemente no hubiera podido creer en sí mismo. El ser un poquitín diferente a los demás, no debía ser visto de mala manera, al fin y al cabo, todos eran pájaros.

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