Pluckley, convento de Pluckley
11am
Como si no hiciese frío suficiente tras los muros del convento, la hermana Marie acompañó a Clarise bajo los suelos de piedra, donde la madre superiora decidió ubicarla. En otras palabras, descendieron a las catacumbas. Eran conscientes de que las cloacas del monasterio no eran acogedoras en absoluto, siendo húmedas y tenebrosas, difícilmente alguien podría vivir allí abajo. Sin embargo, sería el hogar de la futura monja exorcista, sin ella saberlo aún.
Las decisiones de las siervas de Dios eran respetadas en todo el pueblo de Pluckey. Lo que era más, la cristiana familia de Clarise se encontraba emocionada, la pequeña oveja descarriada de la casa había encontrado su senda hacia Dios. ¿Qué había más adecuado en aquella villa, más que tomar la decisión de casarse con el padre? Pues todos ignoraban que el motivo de su mudanza no era la fe sino el deseo de exterminio.
En cualquier caso, estaba decidido. Todos los preparativos estaban casi listos, Clarise abandonaría su vida entera para dedicarse al estudio de algo que no eran las estrellas o el espacio. Parecía imposible, pero así era. Su nueva ocupación sería la demonología, las artes marciales y el manejo de armas consagradas, quién sabe que clase de cosas más.
Igual que cualquier persona, esperaba que con una oración simple fuera capaz de derrotar a un soldado del mal. Desgraciadamente, incluso la más beata oración no era más que una plegaria a Dios, poderosa pero inservible contra el mal materializado en el pueblo de Pluckley. Sobre todo si las sospechas de la madre superiora eran acertadas.
La literatura antigua era muy diversa, llamaba a los diablos de muchas formas diferentes. No obstante, si bien diferían en los nombres, la calamidad era la misma. Igual de destructiva y de voraz.
Desgraciadamente, ninguna criatura oscura tenía las características que Clarise había mencionado. De este modo, cabía la posibilidad de que se estuvieran enfrentando a un mal mayor, ancestral y primigenio. Lo que, en resumen, solo complicaba las cosas.
Enfrentarse a un demonio era una odisea, aunque podía resultar más fácil si se conocía a dicho ser. No exclusivamente el nombre, sino las plagas y desastres que su existencia atañe; la magnitud de su influencia en el mundo terrenal así como la trascendencia de su maldición.
Algo que Clarise debía entender era que erradicar un demonio no era el fin de la desgracia. El influjo de los carroñeros prescritos era remanente.
La razón por la que Clarise salió con vida de aquel encuentro seguía siendo un misterio. Sin rastros del mal dentro de ella, pareciera que lo que vio fue una ilusión, o más bien una pesadilla.
Por suerte, las monjas la creían. Estaba claro era que no volvería a tener una oportunidad semejante. En el momento en el que se volviera a cruzar con aquella bestia, la historia de la muchacha y el diablo terminaría para siempre.
No hubo tiempo de pensar o de acobardarse, la única alternativa era actuar, empezando por luchar.
—Vas a quedarte aquí.
—¿Aquí mismo? —Cuestionó, arqueando una ceja—. ¿Una cama es mucho pedir?
—Probablemente acondicionen uno de los habitáculos.
«Probablemente» resonó en la mente de Clarise. Aquel lugar parecía un cementerio subterráneo, y la madre superiora pretendía que durmiera allí. Esa vieja había accedido pero no desistía en intentar sacarla de allí. Como no era una monja, se negaba a darle una habitación decente en el convento. Aunque bueno, tampoco es que hubiera mucha diferencia entre aquella cueva y el cuarto de la hermana Marie. Ambos eran oscuros y helados, de piedra húmeda y antigua.
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No mires sus ojos | Zalgo
FanfictionClarise vive en un pueblo donde las leyendas y las historias de terror son como la biblia, conocida por todos. La gente desaparece, muere, y cuando esto pasa, solo existe una posible explicación: los demonios, los vampiros y los entes del mal son lo...
