"Aquellos que solo creen en lo que pueden ver son unos insensatos, Clarise. Porque cuando algo malo sucede, pasa de pronto, cuando menos te lo esperas. Escucha bien a tu abuela, no hace falta ver para creer. El mal habita sin que nos demos cuenta. Aparece de la nada, se oculta en las sombras porque la luz le rechaza. La noche es su hogar, en este pueblo lo hemos aprendido a la fuerza. Por eso hija, créeme cuando te digo que la noche es peligrosa. Quédate en casa, al calor de la chimenea, y reza por que siga siendo un lugar donde el Diablo no pueda entrar"
Pluckley, puente de Pinnock
3am
Las historias de su abuela se acercaban a la realidad. Reinando en la penumbra, un ojo avizor se encontraba en espera por una oportunidad, al rey de los demonios le bastaba con una.
Clarise lo estaba viendo con sus propios ojos, mas no podía creer que tenía delante a la bestia oscura, un monstruo con dos enormes apéndices en la superficie de la cabeza, con unas garras afiladas, unos salientes colmillos y con la piel quemada. Desprendía olor a volcán, a sangre y muerte.
Demonios. Seres así solo podían vivir en el infierno.
Los ojos eran el espejo del alma. Por eso no había que mirar a un demonio, porque te comía. Y aquel no era cualquier demonio.
Lo vio. Lo escuchó. Se reían sus siete bocas y tras ello, un fuerte estruendo. La endeble luz de la luna no tenía nada que hacer contra su maldad, tampoco la pobre Clarise, que no podía escapar de sus ojos diabólicos, los mismos que la habían transportado a un abismo sin fondo.
Sólo con eso estaba paralizada, y por su cabeza solo pasaban barbaridades. Podía terminar devorada como aquel niño, o quizás peor. Porque la oscuridad no lo rodeaba, emergía de él; de sus iris maliciosos.
La temperatura descendió y el viento se levantó. Por primera vez, Clarise volvía a sentir un miedo irracional, no por falta de evidencia, sino por la magnitud del sentimiento. Su temor le quemaba los adentros, una sensación asfixiante provocada por una risa tétrica.
La oscuridad había engullido toda la niebla de aquel viejo puente abandonado. El demonio pareció haberla dejado libre, permitiendo que volviera a parpadear. Su estado de congelación desapareció y solo entonces, percibió el olor a sangre fresca. Se le coló por las fosas nasales, cortándole la respiración. El viento soplaba con fuerza. Unas pupilas malditas, una negra como el carbón y la otra roja como el carmín, le nublaron la vista por segunda vez, sin atraparla. Se reían de nuevo.
Las pupilas no podían ser rojas. Pero lo eran. Diabólicas. No podía despegarse de ellas.
Dientes afilados clavándose en su interior, en lo más profundo de sus adentros. Con una sola mirada había atravesado su alma. Clarise no era capaz de alcanzar un lugar tan hondo en su propio cuerpo y aquel ser lo había logrado con solo observar y reír con sus siete bocas en sintonía.
El demonio trataba de quitarle el alma entera. No jugaba con ella, luchaba. Peleaba contra la chica, cuya alma era tan fuerte que no había conseguido arrancársela ni con dos miradas letales.
Sus bocas se cerraron. Allí de pie, sobre el cadáver mordisqueado de un niño, con una sonrisa maliciosa. El hedor del demonio provocó que a Clarise se le parara el corazón. No latía, o al menos eso sentía, un agónico dolor en el pecho, retorciéndole las entrañas.
Si los demonios se apoderaban de las almas de las personas, ¿por qué aquel diablo tenía sus bocas llenas de sangre? El cuerpo del niño estaba hecho picadillo, con marcas de enormes dientes en él. Un destrozo.
Se lo había comido.
La carne del niño se deshizo como el ácido, quedando en un líquido viscoso y nauseabundo. Pidió auxilio. Creyó que nadie la escucharía pero él lo había hecho, y ahora estaba caminando hacia ella.
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No mires sus ojos | Zalgo
FanfictionClarise vive en un pueblo donde las leyendas y las historias de terror son como la biblia, conocida por todos. La gente desaparece, muere, y cuando esto pasa, solo existe una posible explicación: los demonios, los vampiros y los entes del mal son lo...
