El día que volviste a la tierra.

403 38 3
                                    

Nunca se había considerado una persona reservada, era bastante extrovertido, sus gustos, actitud, personalidad, todo él era diferente a lo convencional, le gustaba ser así, le gustaba ser diferente, aunque con éso implicara "ganarse" comentarios de muy mal gusto.

En el colegio siempre se hablaba de él y no precisamente para hablar cosas buenas, siempre se veía envuelto en rumores que aunque la minoría eran ciertos, la gran mayoría eran completamente falsos.

Al parecer todos se sentían con el derecho y la libertad de opinar de su vida personal, todos eran perfectos.

Cuando él pasaba por los pasillos siempre podía escuchar voces susurrando, sabía que era sobre él aunque no lo escuchase en ése momento,  tarde o temprano llegaban a sus oidos, se sorprendía por lo cruel que podían llegar a ser adolescentes de 15 a 18 años.
¿Sabían que su mamá lo abandonó porque supo que le gustaban los niños?, Pues yo escuché que fue porque su papá los golpeaba, ¡no!, lo abandonó porque simplemente no lo quería y como su papá es igual de asqueroso que él, se iban a complementar, la verdad es que no la culpo.

No entendía porqué tanto odio hacía él, ¿de dónde sacaban tanto odio?, ¿Qué había hecho mal?, Su único delito fue ser hijo de una madre que le abandonó por motivos que ni siquiera él conocía.
¿Les molestaba tanto que a pesar de tanta mierda seguía reluciente? Y como ellos no podían lograr brillar tan despampanante lo único que les quedaba era jugar sucio e intentar robar un poco del brillo con malos comentarios, cosa que jamás conseguirían, pero lo más extraño es que no se cansaban de intentar.

Horacio nunca iba a dejar que le afectaran los chismes y con éxito lo lograba, no iba a dejar que opacaran su resplandor, pero éso no evitaba que le dolieran, cómo a cualquier otro ser humano.

Aquel día nublado se encontraba sentado en una banca del patio del colegio, escuchando música con los audífonos puestos.
Se había saltado una clase, no le apetecía en ese momento tomar aquella y menos con el profesor que tocaba, así que simplemente decidió faltar, total, ¿Quién notaría su ausencia?

Mientras escuchaba El día que volviste a la tierra de Carlos Sadness, en su cabeza venía a la mente un chico y no cualquier chico, era el mismo del que había estado enamorado desde hace un año, solo pensar en él hacía que su imaginación echara a volar, del que solo podía verle de lejos, dedicarle infinidad de canciones que nunca en la vida sabrá, de las cuales una de ellas era la que estaba escuchando en ese momento.

Hundiéndose en sus propios pensamientos de cómo podría ser un beso suyo o el siquiera poder acercarse a hablar...
De repente todo fue interrumpido por una figura alta que se posaba frente al de cresta.
Descolocandole inmediatamente, pauso la canción y retiró sus audífonos al ver que la persona frente a el movía los labios dándose cuenta que le hablaba pero que por los audífonos no había escuchado.
—¿Disculpa?— preguntó en un hilo de voz intentando que no se viera su evidente nerviosismo al estar a solas frente a aquella persona.
— Que ¿Qué hace aquí?—respondió para preguntar, su voz se notaba algo molesta o tal vez así era siempre el tono de voz de aquel extranjero ruso.
— Ah.. eh.. nada, me sentía un poco indispuesto así que decidí saltarme la última clase — mintió, pero no podía decirle sin más que no le apetecía en ese momento tomar esa clase y menos porque ese chico parado enfrente suya era un alumno ejemplo a seguir, con calificaciones perfectas, sin duda uno de los mejores alumnos de aquel colegio y por lo cual le parecía muy extraño porque él tampoco estaba tomando la última clase, en su lugar estaba ahí cuestionando a Horacio.

—Vale, ¿Me puedo sentar? — preguntó

—Sí sí — el de cresta contestó de inmediato dándole paso, quitando su mochila gris del lado derecho.

BonitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora