Amigo triste.

146 26 0
                                    

Conforme pasaban los días Horacio y Ford seguían frecuentandose, ya sea cada fin de semana o simplemente un mensaje de texto cada día, durante todas las mañanas era suficiente. Ambos habían formado un tipo de relación parecida a la amistad, pero no cualquier tipo de amistad,  era una bastante peculiar.

Amigos con derechos, para ser exactos.

Consistía en tener encontronazos para básicamente comerse entre ellos, no importaba dónde, cómo y por qué...
Los dos tenían bien claro que no querían nada romántico, sin embargo les encantaba sentir el tacto del otro, era bastante embriagante e hipnotizador, simplemente poético.

Alguna que otra vez, después de saciar su apetito sexual, conversaban, pero Horacio no tenía la confianza suficiente como para hablar con él de cosas demasiado personales o serias.
Lo cual era bastante contradictorio, ya que tenía la confianza para hacer otro tipo de cosas.

Ford por su parte no lo presionaba con nada,  esa ya era decisión del chico y al contrario que éste, sí le llegaba a platicar más de él mismo, se podría decir que el menor hasta le llegaba a aconsejar.

Todo iba viento en popa en su "relación", pero como siempre, no todo puede ser de color rosa, existía alguien que no se lo había tomado para nada bien y era bastante jodido.

El de cresta roja estaba sentado en un banquillo comiendo una manzana en la hora del receso mirando a la nada. A un lado derecho se encontraba Gustabo también sentado con los brazos cruzados, apoyados sobre la mesa que tenía justo frente a él, tenía el rostro hundido en ellos, todo parecía indicar que estaba dormitando.

Hacía ya tres semanas de su regreso de aquel viaje corto de tres días, que por cierto había hecho que todo su mundo diera un giro de 360°.

Desde que regresó, Horacio pudo notar que algo había cambiado en él, creyó que conforme el paso de los días todo iba a volver a la normalidad, pero al de ojos bicolor se le ocurrió la brillante idea de contarle el tipo de relación que sostenía hasta la fecha con Ford.
La noticia cayó como si de un iceberg gigante se tratara, haciendo que el pequeño barco llamado "Gustacio" se hundiera en las profundidades.
Aunque el rubio parecía que no le había importado escuchar la noticia salir de los labios de Horacio, la realidad era que quería que se lo tragara la tierra y que lo escupiera al otro lado del mundo.
Quería, debía enterrar ese sentimiento que lo hacía sentir tan vulnerable, ya no lo soportaba más. 

Por otra parte Horacio ni se enteraba... estaba convencido de que éso a Gustabo le importaba una reverenda mierda, pero igual decidió contárselo ya que él no podía guardarle ni un secreto.

No podría estar más equivocado.

Sí que pasaban tiempo juntos, pero había veces que el rubio le evitaba diciendo que quería estar solo, que iba a salir o cualquier otra excusa.

Aunque Horacio insistía constantemente en saber qué es lo que le ocurría, siempre acababa con una discusión y un Gustabo irritado, así que Horacio optaba por no seguir insistiendo y que el rubio hablara cuando quisiera.

—Gustabo...— hablaba inseguro y en susurro el pelirrojo.

—¿Qué?— decía aún con la cabeza hundida.

—¿No te vas a comer la manzana que te traje? — preguntó mientras se acababa la que se estaba comiendo.

—No tengo hambre— terminó de decir.

—Vale...— dejó el hueso de la manzana sobre la mesa y tomó la que era de Gustabo para observarla con cierta tristeza.

Cinco minutos después el pelirojo jugaba con esta, pasándola de una mano a otra mientras pensaba si era buena idea preguntarle a Gustabo si iban a pasar la tarde juntos.

BonitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora