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Sábado a mediodía, con exactitud, las 12 pm con 12 minutos.

Horacio yacía en su cama durmiendo, aún con los jeans negros puestos ya que por la madrugada que llegó solo se pudo quitar el chaleco que ya estaba desabotonado y las zapatillas que por no estar muy ajustadas solo era necesario tirar de ellas sin necesidad de deshacer del nudo.

Se removía entre sus sábanas beige, los rayos del sol caliente se colaban de entre las cortinas para dar directo a su rostro, haciendo que este abriera los ojos y quejarse por la luz, se levantó con molestia para acomodar las cortinas y tapar dichos rayos de calor. La brusquedad con la que se levantó fue suficiente para que su cuerpo resintiera la terrible resaca, sintiéndose aún mareado, con un dolor de cabeza que prefería mil veces arrancársela, sentía la boca seca y un horrible asco.
Volvió a su cama para tirarse a esta sin cuidado quedando boca abajo, para intentar dormir un rato más.

43 minutos más tarde...

—Horacio, ¿Estás bien?— hablaba su padre fuera de la habitación mientras golpeaba la puerta suavemente.

El pelirojo por su parte no se enteraba de lo que pasaba hasta que su padre decidió entrar sin permiso.

—¿Horacio?— Preguntaba ya dentro de la habitación.
—¿Pasó algo?— Horacio adormilado con voz ronca y un poco más grave, se iba reincorporando poco a poco para quedar sentado sobre su cama.
—No no, todo está bien, es solo que no contestabas y... Nada, a la próxima podrías avisar que vas a volver tarde, ¿no?—Su molestia empezaba a notarse.
—Y ¿cómo quieres que lo haga si estás todo sedado?— le reprochó.
—Un puto mensaje no estaría mal, para éso tienes el jodido móvil— terminó de decir para salir de la habitación dando un portazo haciendo que ese ruido fuera como taladrarle la cabeza.

—Jó-der, ahora viene a intentar mostrar preocupación por mi cuando no lo ha hecho en dos jodidos años— dijo molesto para si mismo.

Después de la mini discusión que había tenido con su padre, Horacio prefirió no tomarle más importancia de lo que se debía.

Se quedó varios minutos en la misma posición, boca arriba, mirando al techo como si fuera lo más interesante del mundo.
Intentaba recordar qué había hecho en aquel club nocturno, pero solo llegaba a recordar algunos flashbacks. Lo único que podía recordar con seguridad era el chico castaño con el que se había besado.
Horacio buscó su celular en la mesita de noche, pero no sé encontraba allí, hasta que revisó entre sus bolsillos, al parecer no los había vaciado ya que tambien llevaba aún su cartera.

Vió que tenía los 15 mensajes de Gustabo, que le había estado mandando durante la noche y parte de la madrugada, por último 2 de un número sin registrar, entre otras notificaciones de diferentes redes sociales.

Empezó a abrir los mensajes empezando por los de Gustabo: ”¿cómo vas? ”, ”espero que ya te hayas pirado de ese lugar”, ”¿Horacio?”, ”¿Por qué no contestas?, hijo de puta”, ”vale, ni los mensajes, ni las putas llamadas”, ”espero estés bien”, ”¿Ya llegaste a casa?”, ”Horacio, son las 2am, no me jodas”, ”empieza a ser preocupante esto, no me coges el móvil”, ”Solo cógeme el móvil”, ”debe de ser una puta broma, tío”, ”son las 3:30am, espero que ya estés en casa”, ”si es que ya estás en casa, deberías de contestar, coño”, ”joder, tío”, ”descansa, tenía la esperanza de que me mandaras un mensaje para decir que ya habías llegado a casa”

— Que dramática eres, Gustabo. Por cierto, estoy un poco mandarín. —contestaba después de leer todo lo que le había mandado el rubio, para después dirigirse a los mensajes del número sin registrar.

”Soy Kevin Ford”, ”¿Qué tal te encuentras?”. Se dió cuenta que el último era bastante reciente.

—¡Holaa!, Con bastante resaca y ¿tú? —Guardó el número de contacto como "Ford". El  decresta se sorprendió al ver que le contestaba casi inmediatamente.

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