Encantado.

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Derrotado, era la palabra que lo definía en esos momentos, aunque nunca estuvo seguro de haber siquiera comenzado algún tipo de batalla.
¿Qué cojones acababa de pasar?

No obstante por haber estado hecho mierda por el rubio durante todo la jornada de clases, ahora también tenía que tener la cabeza hecha un lío por Viktor.
Por un demonio, lo que faltaba.

Cuando por fin llegó a casa, abrió la puerta con su llave, una vez estuvo dentro la cerro detrás de él. Pudo observar a su papá sentado, dormido en el sofá y en sus pies habían lo que parecía ser latas de cerveza vacías y a lado de éstas había una botella con menos de la mitad de ron.

—Joder, no son ni las 2pm y ya está tumbado— se dijo para si mismo sin temor a ser escuchado.

Se acercó sin ningún tipo de cuidado ya que podía deducir que su padre estaba completamente sedado por el alcohol y que no despertaría hasta dentro de algunas horas si no es que hasta mañana... No era la primera vez que Horacio lo encontraba en ese estado.

Tomó la botella de ron y se dirigió a su habitación, ya dentro, cerró con seguro y se quitó la mochila que llevaba en la espalda para tirarla en el piso a modo de que no estorbara. Su habitación no era muy grande, más bien era pequeña, dentro de ella había una cama individual destendida, con sábanas beige y dos almohadas blancas. La cama se ubicaba de manera horizontal pegada a la pared en la zona inferior en una esquina del lado derecho, al lado izquierdo de la cama había una mesita de noche, sobre ella algunos platos  y vasos de días anteriores que comía en su habitación, colocó la botella de ron en ésta y empezó a quitarse el calzado con facilidad, para después comenzar a quitarse todas las prendas que traía, empezando por la corbata, hasta los pantalones de pinza dejando todo tirado en el suelo y quedar solo en ropa interior, que era un boxer de color negro.

Semidesnudo, sujetó la botella y se posó enfrente del espejo rectangular que estaba al lado contrario de donde se encontraba la cama. Acto seguido le dió un trago corto al líquido haciendo que una mueca saliera de su rostro. El trago tan corto se debía a que como era poco menos de la mitad quería hacerlo durar, aunque ya sabía que éso no sería suficiente para hacer desaparecer cualquier cosa en su cabeza que le estuviera atormentando.

Aún con la botella en mano, se observaba cuidadosamente, detallando su cuerpo; el color de su piel dorada, su abdomen poco marcado, el pecho con los pocos lunares que tenía, para continuar su vista hasta las clavículas marcadas, hombros anchos y cuello largo, hasta llegar a su cara...

—Que asco— Dijo en un susurro, dándole otro trago a la botella. Odiaba tanto parecerse a su padre.

Se acercó a el pantalón que estaba por sus pies con calcetines grises y buscó entre los bolsillos su celular.
Cuando lo encontró, dejó donde mismo el pantalón y se acercó de nuevo al espejo para sacarse una foto justo cuando le daba un trago más largo a la botella ya casi vacía. Sin pensarlo dos veces simplemente subió esa foto a una de sus historias en Instagram... En la foto solo se podía ver de la cadera para arriba y la mitad de su cara era tapada por un emoji que puso sobre ella '🥵'

A la botella solo le era necesario un último trago para así quedar vacía, trago que Horacio no dudó en dar y así por fin dejar la botella tranquila sobre la mesita de noche.

Se recostó en su cama con el celular aún en sus manos y en el pudo ver que su historia ya había sido vista por cincuenta y seis personas y una de ellas era Gustabo.

—¡Gustabo, perro, no tienes tiempo para contestarme, pero sí para meterte a Instagram y ver mi historia!— Le hablaba al celular como si fuera el rubio.

Se metió al chat de Gustabo y él, pero al parecer todo seguía igual, con la excepción de que el rubio se encontraba en línea en ése momento.

—Gustabo, ¿por qué me ignoras?—Mandó el mensaje insistiendo una vez más.

BonitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora