CAPITULO. 0

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Narrador

Si Aradia sabía o no lo que pasaba en el mundo mágico es algo irrelevante. Después de todo, por mucha que fuese su sangre mágica, lo que la ligaba a ese mundo había desaparecido hace varios siglos. Tampoco es como que ella quisiera hacer el intento de volverse a integrar a ese lado de su vida.

Y es que ella misma se había encargado de eliminar cualquier rastro de su existencia, así que tampoco debía preocuparse de que la buscarán e intentarán reintegrarla a la sociedad mágica. Ella era feliz viviendo en una playa virgen en Italia y cazando su propia comida. Simplemente era una vida perfecta.

Y así lo era hasta que un viejo barbudo fue a tocar a su puerta.

Era casi medio día. Aradia estaba en el balcón de su cuarto viendo hacia a la playa y respirando el aire marino del lugar mientras dejaba que su cabeza divagara en cualquier cosa que le pareciera interesante; al menos hasta que tocaron con fuerza a la puerta.

Como espero sabrán, el que toquen a tu puerta cuando tu casa está en medio de la nada y bajo un hechizo protección es todo menos normal, más aún cuando eres un semidios. Así que espero entiendan que Aradia reaccionara de la peor manera.

Apenas el hombre alejo su mano de la puerta, tres cadenas de bronce celestial salieron del suelo y se envolvieron alrededor de él, inmovilizando y dejándole atrapado en el lugar.

Segundos después, Aradia apareció con dos cuchillos de caza en ambas manos, lista para degollar a quien fuera.

—¿Quién eres? Y ¿Cómo llegaste aquí? —preguntó rozando el filo de sus dagas con la larga y blanca barba del hombre.

El barbudo no se inmutó ante la hostilidad del recibimiento, tampoco se quejó de que sus extremidades estuviesen fuertemente atadas.

Miró con calma a la mujer frente a él y se presentó.

—Mi nombre es Albus Dumbledore, señorita Aradia. —Si a Aradia le sorprendió que supiera su nombre no lo demostró—. He llegado aquí luego de una rigurosa investigación. Y he venido en busca de su ayuda.

Aradia le miro con cautela. Su ubicación era secreta, y no solo secreta, había puesto infinidad de encantamientos para que ninguna alma pudiese acercarse, lo que incluía monstruos y deidades menores. Si ese hombre la había encontrado no podía ser una persona normal.

—¿Ayuda?

—En efecto —asintió —. Hay un mago que ha estado causando problemas. Quiero pedirle su apoyo para vencerlo.

Aradia sonrió con burla y dejo escapar una suave carcajada mientras bajaba los cuchillos.

—Los asuntos mágicos no son problema mío. Si un mago les causa problemas que el ministerio de magia mande a los Aurores que para eso están.

Albus la miro con severidad.

—El ministerio no es apto para encargarse de esto.

—Sigue sin ser mi problema —bramó —. Bien saben los dioses que mi única responsabilidad es para con mis verdugos. Lo que le pase al mundo mágico no es mi problema.

Entonces los ojos del hombre brillaron con astucia. Una sonrisa calmada se apodero de sus labios y procedió a hablar.

—Me temo que no puedo permitir una negativa de su parte, señorita Grindelwald... ¡Ahg!

Ni bien el hombre había pronunciado aquel apellido las cadenas que le sostenían comenzaron a arder quemando su piel. Los ojos de Aradia brillaban peligrosamente y, solo por un segundo, la mirada y expresión calculadora de Dumbledore flaqueo.

—Y yo me temo que no estoy para juegos, señor —Siseó—. Su sola presencia es sinónimo de peligro para mí, así que más vale que tenga un mejor motivo para estar aquí que un supuesto mago tenebroso.

El hombre jadeo, sintiendo como las cadenas quemaban lentamente su piel. Respiró, intentando pasar el dolor a segundo plano.

—Ese es mi único motivo, Voldemort es un mago en extremo peligroso... —se detuvo un segundo para respirar—ha reclutado a magos de todas partes del mundo y ha comenzado una masacre, los hijos de muggles son los primeros en caer y luego están los mestizos.

Una mueca transformo el rostro de la chica. Ella entendía lo que era que te cazaran solo porque tu sangre esta mezclada, sin embargo, eso seguía sin tener valor para ella.

—Las personas se encuentran aterradas, el caos reina entre la comunidad mágica. El ministerio no hace gran cosa y necesitamos a alguien que pueda hacer la diferencia.

—Así son las guerras, niños, adultos y ancianos mueren por causas injustas. Y los gobiernos, siempre la gente importante se esconde detrás del pueblo y sola da la cara cuando todo a terminado.

Aradia sonrió con una mezcla de odio y nostalgia, sin poder evitarlo los recuerdos del pasado la azotaron.

—Haz la diferencia entonces —murmuro entre jadeos, su piel ardía bajo las cadenas—. Ayúdanos a ganar

—Ganar una guerra que no es mía solo provocaría caos, tu gente, tu mundo, no está preparado para lo que conlleva saber de mi existencia.

—Ellos no necesitan saber

Una estruendosa risa retumbo entre el lugar. Aradia ya había escuchado eso tantas veces.

—No, no tiene por qué. ¿Pero que les dirás cuando el mago desaparezca de la nada? ¿Cuándo su ejército se vea reducido a cenizas? ¿Qué has sido tu y tus dotes mágicos? —Se burló.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Qué es lo que necesitas para ayudarnos?

—No hay nada que tú, simple mortal, puedas darme.

Albus calló, el dolor no le permitía pensar con claridad, pero una idea estúpida era mejor que nada.

—Puedo darte una vida normal —Aradia amenazó con soltarse a reír una vez más, pero el barbudo fue más rápido—. Por un tiempo, puedo darte la vida de una adolescente normal, por al menos tres años.

La mirada de Aradia flaqueo, la idea de poder vivir al menos tres años como una persona normal le tentaron el corazón.

—¿Cómo lo harías? —Pregunto luego de un rato de silencio.

—Soy director de una escuela de magia en Escocia, puedo inscribirte y serias una alumna más a los ojos de todos.

Las cadenas que lo apresaban dejaron de quemarle la piel, sin embargo, su fuerza no disminuyo.

—Pondrías a tus alumnos en peligro si lo hicieras

—No los lastimarías —Aradia negó.

—Yo no, pero los monstruos si

Albus la miro con compasión.

—No hay ser que pueda hacerte daño en Hogwarts

La pelirroja le miraba expectante. Su rostro sereno, pero alerta ante las palabras del hombre.

Ella suspiro y miro al mar a un lado de ellos. Poco le importaba el mundo mágico, lo que a este le sucediera no le afectaba en lo más mínimo, pero...

—Desde que nací mi vida ha sido un conjunto de maldiciones y mala suerte. Siempre me veo implicada en las guerras más grandes y contrario a lo que se podría pensar, no siempre estoy de parte del bien —su mirada se clavó en los ojos azules del anciano—. Si estás seguro de que puedes con lo que implica mi ayuda. Que sea un trato.

Aradia extendió su mano al tiempo que sus ojos grisáceos brillaron en un sutil ámbar. El hombre sintió un escalofrió recorrerle la columna cuando las cadenas cayeron al suelo desapareciendo en el acto. Dudo por un segundo, pero las imágenes delo que Voldemort estaba haciendo pasaron por su mente, los cuerpos y la sangre, y entonces junto sus manos sellando un trato que le costaría más que un nuevo alumno en Hogwarts, el colegio de magia y hechicería.

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𝐀𝐂𝐄𝐍𝐃𝐑𝐀𝐃𝐎 {1} || Sirius Black || HPXPJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora