Guía de viaje del Padre Stone - Vuelta 2 - Forgiven Desencadenada

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SEGUNDA VUELTA

"Nada más avistarla en el horizonte llamaron mi atención las altísimas murallas de la Ciudad Escondida

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"Nada más avistarla en el horizonte llamaron mi atención las altísimas murallas de la Ciudad Escondida. Jamás las había visto de esta forma, como un castillo que expugnar."

¡Saludos viajeros! Apenas ha pasado una Vuelta Mayor desde mis últimas palabras y de nuevo me hallo batallando con pluma y tinta para narrar mi experiencia como trotamundos en la Vía del Perdón y nuestra agridulce entrada en Forgiven. Aprovecho este momento de soledad, con los pies junto al fuego y degustando en mi paladar una más que recomendable morcilla de rata, para retomar la guía de viaje en el exacto punto en que lo dejé hace ya casi doce vueltas menores.

Tras mi contundente victoria contra los horrores de las profundidades, insté a Forgeron a acampar allí mismo y descansar en el mismo lugar donde habíamos sido atacados. Esto, queridos viajeros, no es algo que recomiende al común de los viandantes, pues por todo sabio es bien sabido que los ghuls son criaturas viles y carroñeras, y que poco respetan el cuerpo de sus congéneres cuando el hambre les acucia. Sin embargo, nuestro amigo el joven Vanish se hallaba en tan deplorable estado que temía empeorar su salud al montarlo en kandro, pues carecíamos de camilla o modo de transportarla. Además, los cadáveres de los ghuls nos servirían de combustible para encender un fuego (que es una excelente arma contra las fieras), por lo que no tendríamos que malgastar nuestros propios suministros ni cargar innecesariamente con el cadáver.

Arropé al herido y tras echar un nuevo vistazo a sus heridas insté a Forgeron a que hiciera una hoguera. Ante esta tarea, y como en el combate, mi compañero se mostró inútil, llegando incluso a chamuscarse sus propias ropas con la yesca y el pedernal. Suspiré de frustración, ¿qué clase de herrero carece del poder del fuego? ¿Cómo es capaz de avivar la forja sin él? El control de este elemento, junto al aire, la piedra y el agua, es uno de los más comunes entre los lysandros de todo Gloom.

Al resultar mis intentos de encender un fuego también infructuosos, que no tan soberanamente patéticos, Forgeron me pidió con amabilidad que me apartara del cuerpo inerte, orden que obedecí con extrañeza.

El callado lysandro miró fijamente al cadáver del ghul y alzó la palma de su mano. Susurrando algo que apenas alcancé a oír, observé como sus ojos oscuros se tornaban de un tono más añil que el mío. De pronto y con un potente rugido como aviso, de la palma abierta de Forgeron salió despedido un potente rayo azul que impactó de lleno contra el cuerpo, calcinándolo y haciendo surgir una pequeña, pero brillante llama que rápidamente se dispuso a avivar.

Yo me quedé petrificado, como si hubiera sido a mí a quien el rayo hubiera alcanzado.

Eso no había sido fuego, pero tampoco agua, aire o tierra. Jamás había visto nada parecido. Su poder era distinto, insólito, imposible.

Un Garip.

Comimos en silencio, lysandros y kandros. Me encargué de dar de beber a Vanish, que seguía convaleciente. Su fiebre remitía, pero en sus peores vueltas menores había llegado a delirar de forma preocupante, presa de un mal sueño. No me atreví a despertarlo y tampoco me molesté en escuchar lo que decía con su ininteligible acento de Risen.

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