Una copa. La heráldica de Vice era representativa de su modo de vida.
El ayuda de cámara nos hizo esperar en el recibidor que conducía a los aposentos del Notable.
Se disculpó ante nosotros alegando que su amo se encontraba inmerso en la realizaci...
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Leed con atención el siguiente consejo, viajeros de todo Gloom: si arribáis a Forgiven cuidaos de portar todo lo que podáis necesitar. El mercado en la Ciudad Perdonada es sumamente insuficiente en todo lo que no son carne y cadenas. Si no poseéis siervos o propiedades en este condenado lugar os advierto de que os será sumamente difícil satisfacer incluso la menor de vuestras necesidades. Hablo específicamente de las necesidades textiles y no, por jocoso que sea en ocasiones el Dios de la Suerte, me temo que este no es ningún chiste. El deficiente comercio de esta ciudad (Crystaline la maldiga) es una amenaza mayor que las criaturas de los caminos.
Creo que la mejor forma de que entendáis mis palabras es relatando mi propia experiencia durante la pasada Vuelta. Pero me perdonaréis si comienzo desde el principio.
Las agujas de mi sonuit marcaban la segunda vuelta menor cuando abrí los ojos. Lo primero que hice nada más levantarme de mi cómodo catre en la posada fue acudir al Templo a implorar el favor del Dios del Cristal. El dios atendió a mi llamado y me hizo entrega de seis brillantes argems. Aunque cinco de ellos estaban teñidos con los cuatro colores elementales, había uno de ellos, el más grande de todos, que no mostraba color alguno y en lugar de ello resplandecía de forma especial.
Era un argem hueco mucho más grande que el del broche de Vanish. Como bien sabréis, esta clase particular de argem es capaz de albergar cualquier clase de magia, lo que vuelve a estos cristales enormemente codiciados por los lysandros debido a su poder y belleza. Mi complaciente deidad me había hecho entrega de una verdadera fortuna.
Agradecí el generoso favor ofrendando algunas monedas y guardé los recién nacidos argems en el pequeño saco relleno de tierra que suelo llevar al cinto.
Con feliz ánimo y pesada la bolsa, Crystaline guió mis pasos hacia mi encuentro con el Maese Forgeron, que se hallaba en la calurosa forja del Taller. Este me comunicó que Vice, uno de los Notables esclavistas más poderosos de Forgiven, había reclamado la entrega de un centenar de herramientas de minería hacia una de sus propiedades en el Distrito Perdonado. Comuniqué a Forgeron mi idea de esconder armas en el cargamento entre las herramientas y este me aseguró poder diseñar un arma oculta en las herramientas de minería. Puede que mi compañero de Diven acabara resultando mucho más útil de lo que pensé en principio.
Tras haber obtenido la promesa de dueña del Taller de apoyar a la Rebelión debía trasladar mi propuesta sobre el nuevo diseño de las armas a Ferros, su hijo y sucesor. De poco servirían mis esfuerzos si Mina fallecía sin haber comunicado a su hijo sus últimas voluntades. Entre susurros, imploré a Crystaline que guiara sus pasos entre los vivos al menos un poco más.
Aproveché que continuaba en el Taller para acudir de nuevo al despacho de Ferros. Hacía ya una Vuelta Mayor de mi anterior visita y no dudaba que le habrían llegado noticias sobre el breve tiempo que había pasado con su madre. Casi sonreí al recordarlo. No había resultado una confesión silenciosa.