Capítulo 3.

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Era una noche como cualquier otra, pasadas las nueve —lo supe porque, aunque aún me costaba leer las manecillas del reloj, mamá ya había vuelto del trabajo— y yo estaba en el comedor, limpiándole a Lily los restos de comida del rostro.

Sonó el teléfono de la casa. Papá se levantó a atender después de servirle el segundo plato de cena a Albus.

— ¿Hola? —escuché –Claro, le diré. Dale una mirada, por favor. Adiós. —Colgó la llamada y me miró —. James, Scorpius quiere verte.

Salté de la silla entusiasmado, tomé mi campera del perchero y me dirigí a casa de los Malfoy con papá riendo detrás de mí al cerrar la puerta.

Bajé por la calle, dando unos cuantos saltos. Estaba oscuro, pero no demasiado. Cuadra y media después, le sonreí a Draco, quien se hizo a un lado para dejarme entrar.

—Hola Draco —correspondió mi saludo revolviendo mi cabello. Me informó que Scorpius estaba en medio de un berrinche y que se había encerrado en su habitación.

Hecho que confirmé mientras subía las escaleras. Los agudos gritos del pequeño contrastaban con la voz suave de su madre que intentaba hacerlo entrar en razón.

—Scorpius, sólo termina de cenar... Oh, hola James —me sonrió, y se enderezó caminando hacia el final del pasillo. Al pasar por mi lado acarició mi hombro y asintió. Me daba su voto de confianza para tratar con su hijo.

—Hola Angelito, soy yo, Jamie —me apoyé en su puerta de costado. Hubo silencio, y luego tosió a causa del mismo llanto — ¿Me dejas entrar?

Más silencio. Abrió la puerta de golpe, provocando que casi cayera perdiendo el equilibrio. Soltó una risita que llegó a mis oídos de forma melodiosa.

Me incorporé frente a él. Aún era pequeño, sus ojitos traslúcidos a causa de las lágrimas y sus mejillas rojitas eran adorables. Su cabello rubio caía sobre su rostro, cubriendo parte de su campo de visión.

— ¿Qué sucede? –cerré la puerta, arrodillándome a su altura y limpiando las gotitas de agua con mis pulgares.

—Es que... —habló bajito, posiblemente sabiendo lo incorrecto de su comportamiento —No quiero comer verduras, y papá y mamá no me quieren dar helado... —se balanceaba hacia delante y hacia atrás sobre sus talones, de una forma tan lenta y desequilibrada que me hacía pensar que en cualquier momento tendría que atajar una caída.

Suspiré. Era lo mismo de siempre. Comenzaba a creer que la mitad de sus berrinches eran provocados para verme, y posiblemente fuera mi culpa. Era yo quién acudía a él en cada momento y quién había cumplido todos y cada uno de sus caprichos.

— ¿Qué puedo darte a cambio? –cuestioné, ya sabiendo la respuesta.

—Ya sabes que... —ladeó su cabeza sonriendo inocentemente.

—Pero prométeme que comerás todo.

—Sólo si cumples primero —lo miré unos segundos esperando que retirara la oferta u algo por el estilo. No pasó. Al contrario, su expresión se tornó divertida, sin perder la delicadeza y la inocencia. El niño no era tonto.

Se acercó a mí, y pellizcó mis mejillas, tal y como sabía hacer con él.

—Haaazlooo yaaa —reclamó manteniendo la última sílaba en una tonada aguda.

Relamí mis labios, y lo besé. Seguía siendo un simple roce de labios con el que solía conformarse y que provocaba una energía alegre y repentina en su cuerpo.

Desapareció de mi vista rápidamente, delatando su paradero en la casa al bajar las escaleras. Caminé sobre sus pasos para acabar sentado, a su lado, en la cocina, en el momento preciso en que su padre le servía nuevamente el plato de comida.

—No sé como lo haces James, pero te lo agradezco —no respondí, imaginando los tantos castigos que podrían dejarme al saber que estaba "corrompiendo" a su preciado niño.

Mejor que no lo sepa.

Infinity - ScamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora