XI. La brama

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I don't give a damn about nothing else
Freek'n you is all I need

Freek'n You - Jodeci



Giorno y Fugo no eran del tipo de jóvenes que aprovecharan de dormir hasta tarde en un día libre de responsabilidades. Sin poner ninguna alarma, a las nueve ya estaban en pie, desayunando y comentando sobre las novedades que pasaban por la televisión. Sin embargo, Mista y Narancia eran todo lo contrario. Cuando Giorno llegó a casa de su novio, el hombre aún estaba en ropa interior, sin bañarse y despierto a duras penas. De todas formas, se esforzó por darle algo rico de comer a su invitado, quien estaba disfrutando de verlo cocinar en bóxers.

Mista entraba más tarde ese día al trabajo, así que aprovecharía de compartir con Giorno por la mañana. Después de almorzar, se irían juntos al trabajo. Giorno ya no tenía que ir a la escuela y debía prepararse para el examen de admisión a la universidad. Sus planes eran quedarse en Nápoles y tener un buen puntaje para ser permitido en la Federico II. Entendía que esos serían quizás sus últimos días trabajando, pues debía priorizar sus estudios, pero si le quedaba tiempo, estaba dispuesto a continuar con su trabajo. Mista le aconsejaba sólo estudiar, pero Giorno era tozudo, así que insistía con al menos poder ir al trabajo dos días a la semana.

—Ni siquiera has comenzado las clases y ya estás disponiendo qué vas a hacer

Giorno suspiró. —Es cierto. Ni siquiera sé si voy a quedar o no

—Por favor, es obvio que sí— Mista reafirmaba mientras salteaba unos calamares.

—Si no quedo, me voy a morir. No quiero ir a otra universidad que no sea esa. Además, Fugo estudiará en La Sapienza en Roma, sería vergonzoso no quedar, si tenemos casi las mismas notas...

—Giorno, no es el fin del mundo. Puedes tomarte el año para seguir estudiando más duro

—¿Estás loco? Perder un año sería terrible

—No lo "perderías"...

—Sé que si me tomo el año, voy a ponerme a trabajar en cualquier tontera con tal de tener dinero y no estudiaré nada, y no seré nadie

Mista no quiso voltear a mirarlo para responderle. Sintió su garganta contraerse, pero simplemente tragó saliva y continuó cocinando. Se dejó hipnotizar por el aroma de la comida, y en las nubes de sus ensoñaciones, pensó en si es que las cosas hubiesen sido distintas si hubiera estudiado.

Recordaba que, desde pequeño, la gente mayor hacía comentarios tipo "Guido es tan inteligente", "qué niño más habilidoso". Sin embargo, la escuela y el sistema estandarizado de calificaciones lo dejaron como el último alumno, el que todos los años pasaba arrastrando, salvado únicamente por artes y educación física, el que a duras penas terminó la secundaria y "no le dio para más". Muchas veces se sintió humillado (aunque nadie se lo dijera de manera directa) cuando las madres se reunían a conversar y hablaban de los logros de sus hijos, mientras su madre se tomaba con humor que Guido no fuera muy brillante con las notas. "Tienes que ser más mano dura" aconsejaban las señoras desde sus privilegios, pero ¿cómo podía ser mano dura si apenas disponía de un ratito para compartir con su hijo? Cuando llegaba a casa, tarde y después de acabado el día, ella sólo quería abrazar a su niño, preguntarle por su día, ver televisión con él, y gozar de la confianza de su hijo que ninguna otra vieja podía tener con el suyo.

¿Se arrepentía? No. Mista no fue jamás malcriado. Creció para ser sumamente amoroso y preocupado. No había rastro de frialdad, desprecio ni burla en él, y con eso su madre se daba por pagada.

Dove andranno i giorni e noi {MisGio | BruAbba | FugoNara}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora