But of all these friends and lovers
There is no one compares with you
And these memories lose their meaning
When I think of love as something new
In my life – The Beatles
Cuando Jean Pierre Polnareff llegaba a casa Buccellati para buscar a Bruno e ir al trabajo, lo hacía con escándalo. La bocina estridente, un saludo estruendoso, y las miradas de los vecinos atentas. Por mucho que pasaran los años, los de al frente y al lado de la casa no abandonaron sus costumbres fisgonas, y a Bruno seguía dándole vergüenza saber que ellos mismos lo vieron crecer, comportarse mal, marcharse, volver, y ahora "rehacer su vida".
Sin embargo, jamás hicieron ningún reproche. Cuando lo veían afuera, lo saludaban amablemente, a veces hasta le buscaban charla, y Bruno no podría inventar que no lo respetaban.
De todas maneras, esa molesta sensación en su estómago seguía presente, una idea que quedó irremediablemente alojada en su interior, y era el firme pensamiento de sentirse, una vez más, como algo que hay que lucir, y no necesariamente querer.
Se aguantó las ganas de decirle a Jean Pierre que fuera más prudente y sutil, y simplemente subió al auto con una sonrisa en la cara, para comenzar un nuevo día de trabajo con el pie derecho.
No duró mucho el buen ánimo, porque la jornada fue estresante. Una vieja que se juraba a sí misma una diva, estuvo todo el día molestando por teléfono por unas telas que no fueron de su gusto después de haberlas revisado un montón de veces. Prosciutto estaba a punto de arrancarse el pelo y Risotto estaba a un paso de considerar que no estaría nada mal que la señora muriera. Polnareff venía de maravilla para desahogarse porque siempre tenía algo simpático que decir, pero de todas formas Bruno se sentía algo mal de siempre hablar de su estrés con él.
La verdad, era que tampoco le había contado mucho más de su vida como para tener una conversación más profunda. Jean Pierre sabía que Bruno tenía un hijo adolescente, y que era separado, y llevaba una relación bastante civilizada con su ex. Hubiera querido saber más, pero le dejaría esos límites a Bruno. Cuando intentaba sacar información de Risotto o Prosciutto, ambos no alimentaban ninguna ilusión y lo mandaban a que le preguntara a él mismo.
Sinceramente, no se atrevería a tanto y Bruno lo sabía, era un cómodo pacto entre los dos.
No faltó el día en que las cosas se hicieron algo más complicadas. Jean Pierre fue a dejarlo a casa, cuando Bruno notó un familiar Alfa Romeo estacionado afuera y luego quien salió a la puerta fue Abbacchio. Parecía muy doméstico, de cabello tomado y delantal de cocina, y la expresión de duda en el rostro de Polnareff fue evidente.
—Oh, es mi ex, debe estar visitando a Giorno, qué raro, otras veces avisa
Giorno salió también, con un gesto de inocencia y genuina alegría, saludó a Polnareff desde lejos ondeando la mano, y recibió a su padre. Bruno se despidió, con el mismo gesto de Giorno, y entró a casa.
—¿Ahorrando combustible, eh?
—¿Viniste a ver a Giorno?— Bruno esquivó su pregunta
—Ah, sí, hemos empezado a jugar ajedrez
—¡Papá mira!— Giorno llevó a Bruno con él hasta el desayunador en la cocina. El tablero estaba allí, con piezas movidas, y a cada lado había un plato con galletas y pasteles. A un lado estaban Paolo y Fugo, observando el tablero. —Papá y yo quedamos en que me iba a enseñar a jugar, y luego yo le enseñaré a Mista. Fugo ya sabe
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Dove andranno i giorni e noi {MisGio | BruAbba | FugoNara}
Fiksi PenggemarLa cautela estaba impresa en la piel de Giorno. De hecho, una de las razones por las que se negaba a sí mismo darles un nombre a sus sentimientos por Mista, era el terror al compromiso y a enamorarse. Había pensado muchas veces que él y Bruno eran d...