Capítulo 37

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Los débiles no luchan. Los más fuertes quizás luchen una hora. Los que aún son más fuertes, luchan unos años. Pero los más fuertes de todos, luchan toda su vida, éstos son los indispensables
—Bertolt Brecht.

FRANCESCA

—¿Hiciste lo que te pedí? —le pregunto a Sebastián.

Vamos en el auto de camino a ver a Katya.

—Si, envié a los dos mejores guardaespaldas que conozco. La enfermera fue un poco más difícil, pero averigüé sobre una que trabajó para el ejército, está entrenada, mañana llega de estados unidos.

—¿Y el militar?

—La próxima semana se incorpora a la estación, no pude encontrar a otro que lo hiciera en un menor tiempo, no es fácil encontrar a un militar de alto rango que deje su cargo por ser un policía y aparte que esté dispuesto a dar la vida por otro policía.

—¿Le especificaste que tiene que ser compañero de Fabbian y no decirle nada?

—Si, ante los ojos del resto va a ser un policía más, pero lo va a proteger como pediste, también me va a reportar si ve algo sospechoso, ya sabes...

—Gracias Sebastián, eres el mejor.

—Ya lo sé —bromea—. Deduzco que Alec no se debe enterar de que le contrataste seguridad extra a la mamá de ese policía y que trajiste un militar desde otro continente para protegerlo y fingir ser un policía común...

—Deduces bien, prefiero mantenerlo entre nosotros, no me gusta ocultarle cosas a Alec, pero últimamente está muy sobreprotector con todo el asunto de Clara y eso hace que se ponga mas celoso, no quiero que arme un drama de esto e imagine cosas donde no las hay.

—¿Segura que no hay nada?

—Por supuesto, Sebastián. Mi novio es Alec.

—Eso lo sé, pero uno no le va ofreciendo ayuda a todo el mundo porque si.

—¿No es acaso lo mismo que hice por ti cuando apenas te conocía?, no ayudo a las personas para esperar algo a cambio o por un motivo de interés en concreto —suspiro—. Él necesitaba ayuda, su madre estaba en un lugar de mierda y enferma. Quiero usar el dinero que me gano ensuciando mis manos en algo útil, si puedo hacer algo bueno con él... sé que no borraré lo malo que hago, pero por lo menos puedo hacer feliz a alguien...

—Tienes razón. Lo siento, no quería hacerte sentir mal.

—Tranquilo, estoy así por...

—¿Por lo otro que me pediste?

—Si, ¿ya pasaste la información del pendrive a la memoria?

Sebastián se tensa —Si, pero es estúpido, lo hice solo porque tú me lo pediste, pero quiero que sepas que es una mierda y que estás enferma, ¿sabes que la gente normal no hace lo que me pediste?

Sonrío —Sabes que no tenemos una vida normal, Sebastián. Solo quiero que me prometas que...

—¡Ya!, joder Francesca, ya me hiciste prometerlo, listo, fin.

—Está bien. ¿Pasamos a comprarle flores a Katya? —cambio de tema.

—Está bien...

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Ante los ojos de Roma | [Roma #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora