Epílogo.

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Cuando alguien que amas muere, no lo pierdes todo de una vez. Lo pierdes en pedazos con el tiempo, como la forma en que el correo deja de llegar
—Jim Carrey.

Vivir en corazones que dejamos atrás no es morir —Thomas Campbell.


6 MESES DESPUÉS
Vladivostok, Rusia.

Los rayos de sol se cuelan por la ventana obligando a ponerme de pie, mi cabeza da vueltas y tengo que afirmarme de la pared para no caer, de mala gana tiro de la persiana, pero está atascada, tiro de ella con mas fuerza, no puede ser que hasta una puta persiana me haga sentir miserable, mas aún... la mierda se rompe y cae al suelo dejándome con el hilo del cual tiré en la mano.

—Mierda —murmuro.

Ahora la ventana ilumina toda la habitación, resignado me quito la ropa y los zapatos con los que me dormí, vuelvo a tirarme en la cama y coloco una almohada en mi rostro, este motel de mierda se está cayendo a pedazos desde antes que yo llegara, no pueden culparme por una persiana de mierda, de todos modos ya llevo dos semanas aquí, es momento de largarme, duermo unas horas mas hasta que mi estomago ruega por comida, miro a mi alrededor, ya casi está anocheciendo asique decido que es momento de ponerme de pie.

—¡Joder! —grito.

Un vidrio acaba de clavarse en mi pie, anoche debí llegar demasiado ebrio como para recordar que no debo tirar las botellas de alcohol en el suelo, saco el vidrio incrustado en mi pie y camino hasta la ducha, me meto bajo la regadera, el agua comienza a teñirse de rojo y mi mente traicionera me lleva justo al momento en que me bañé apresuradamente sacándome del cuerpo la sangre de ella.

—Sabía que estar sobrio no era buena idea —murmuro.

Descubrí que si bebes lo suficiente como para olvidar tu nombre y tu existencia en el mundo, también olvidas que tu novia fue asesinada, no deja de doler, siempre duele... pero lo olvidas, por lo menos la primera noche que bebí fue así, se sintió maravilloso sentir que mi vida es una mierda, pero no saber la razón.

Cuando salí de roma no me detuve, sentía... siento, que ningún lugar es seguro, ningún lugar está libre de Abramio, quizá algunos piensen que es paranoico de mi parte, pero lo conozco, sé que me está buscando, por lo mismo, llevo seis meses de ciudad en ciudad cruzando a algunos países como un inmigrante ilegal, conocí algunos en las fronteras, lo hacemos en grupo, la primera vez que lo hice estaba jodido de miedo, no porque me atraparan y me fuera a la cárcel, estaba jodido de miedo porque si me atrapaban Abramio le pagaría lo que fuese a quien fuese por devolverme a Italia, la segunda vez no dio tanto miedo y así, fui aprendiendo, ahora viajo como un lobo solitario, bueno, medianamente solitario... me mantengo lejos de lugares públicos y con cámaras, suelo usar una gorra por precaución y la barba que dejé crecer en mi rostro me sirve para ocultarme, dejé los lujos atrás y me refugio en moteles de paso los cuales llamo "las pocilgas de mierda" entre mas en la ruina esté el lugar, menos es la posibilidad de que me encuentren.

Me visto con la pereza que me caracteriza y salgo de la habitación, cierro con llave, nadie se imaginaría que adentro de esas cuatro paredes hay una fortuna, no avanzo ni tres pasos y llego a mi destino, la habitación de al lado, golpeo la puerta, pero no me abre, me pongo alerta inmediatamente y comienzo a golpear con desesperación.

—¡¿Que rayos te pasa?! —pregunta molesta con solo una toalla en la cabeza y otra en el cuerpo.

Suspiro de alivio internamente —hazte a un lado —digo monótonamente.

Ella blanquea los ojos y hace lo que le digo, entro a su habitación y me acuesto en su cama mirando el asqueroso techo lleno de humedad.

—Si sigues golpeando así las puertas cada vez que me demoro en abrir vas a destrozar cada pocilga a la que vayamos.

Ante los ojos de Roma | [Roma #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora