Prólogo.

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Soltó un suspiro mientras cerraba la ultima caja de cartón donde había guardado con anterioridad lo ultimo de sus cosas que habia en aquella vacía habitación. Se incorporó mirando las paredes de color azul claro, la unica luz que había era la que entraba por la ventana, gracias al sol que hacia su aparición entre las nubes de la mañana.

Escuchó pasos a su espalda y supo lo que venía. No queria escucharlo, sabía que esto era necesario, era por seguridad. Pero no quería tener que hacer amigos de nuevo, empezar una vida otra vez. No le agradaba el solo pensarlo.

-Es hora, Alex.- anunció su padre a sus espaldas.

De nuevo soltó un suspiro, se agachó a tomar su última caja y se giró a encarar a su papá, quien le sonrió dulcemente. Estiró sus brazos quitandole la caja a su hija cuando ésta se acercó a él.

-¿Estas bien?.- susurró él, su hija asintió un tanto deprimida.

Sin decir nada mas ambos se dirigieron a la planta baja de la que había sido su casa y refugio por varios años. Su padre se acercó a la Van guardando la última caja, recordandose a sí mismo que el camión de mudanza llegaría un día despues que ellos a la que sería su nueva casa. Alex ya se había montado en la camioneta en el lado del copiloto, esperando paciente a su padre. Sacó de su bolsa de mano un pequeño frasco de pastillas, las miró un momento para volverlas a guardar efectuando una mueca.

Su padre se subió en el lado del piloto dedicandole una sonrisa cuando su hija lo miró un momento.

-¿Lista?.- preguntó él, Alex sonrió en grande falsamente, haciendo reir a su padre.- Vamos, hija. Al menos finge emoción bien.

Alex giró los ojos.

-¡Yei!.- exclamó agitando sus manos.

Su padre soltó una carcajada ante aquello.

-Forks, aquí vamos.- musitó Alex en voz baja mientras su padre echaba a andar la Van.

(((****)))

Varias horas habían pasado y Alex ya se estaba irritando, las canciones que su padre le había permitido poner en la radio la habían calmado por un breve momento, pero su mente empezó a maquinar ciertas cosas que la pusieron de mal humor.

La principal, el porqué se estaban mudando.

Si fueran otros tiempos, el porqué de la mudanza le causaría risa. Pero no, no estaban en otros tiempos y lo que había sucedido era real, tan real que dolia y le causaba un terror inmensurable. Soltó un suspiro.

Vampiros.

Esos seres sobrenaturales existían, esa abominación. Esos seres que tanto odiaba con todas sus fuerzas. Los odiaba de la misma manera que les temía. Eran una abominación. Esos seres le arrebataron a su madre, esos demonios de ojos rojos la asesinaron sin piedad. Frente a ella, quien no pudo defenderla.

El pensar en aquel momento la deprimio y le causó unas inmensas ganas de llorar, controlandose le subió un poco al volumen del radio, donde una nueva canción empezaba a sonar. Sonrió.

A Alex le gustaba todo tipo de musica, pero mas la latina, pues sentia que era la que causaban mas ganas de bailar. Ella no era buena en eso, tampoco cantaba, pero pese a no hacerlo bien, lo hacía solo cuando una cancion valía realmente la pena. Vio con el ceño fruncido como su padre le bajaba el volumen a la radio, donde Dos copas de mas de Ha*Ash, se reproducía.

-Nos vas a dejar sordos, Alexandra.- bromeó padre llamandola por su nombre completo fingiendo enojo.

Su hija efectuó una mueca al escuchar su nombre completo, no le gustaba cuando la llamaban así, ni tampoco Lex, siempre era Alex. Su padre lo sabía y siempre la llamaba así para molestarla.

Cuando Cierres Los Ojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora