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Había pasado unos días desde que Adrien había empezado a vivir en su departamento y Marinette había aprendido un poco más de él. No era tan raro, si no se contaba la forma en la que se habían conocido, claro. Y no parecía ser un mal chico.

Adrien era un modelo en una gran marca de ropa, o eso le había presumido cuando Marinette le preguntó si tenía un trabajo. No dijo mucho sobre dónde solía vivir antes de no tener dónde quedarse, pero sí habló un poco sobre su familia. Muy poco ya que Marinette solo supo que no estaba en buenos términos con sus padres y que tenía un primo menor, un año menor.

Y eso fue todo.

Había un misterio rodeando a Adrien y una sombra en sus ojos, como si hubiera pasado por algo muy doloroso, algo que quizá le había quitado una parte de él.

Marinette lo sabía, porque ella había experimentado algo familiar y de alguna forma, sentía que podía entender a Adrien.

Pero esas eran solo suposiciones, y tal vez había algo de esperanza. La esperanza que Marinette no estaba sola, la esperanza de que Marinette pudiera entenderlo de alguna forma.

De cualquier modo, Marinette encontró el deseo de saber más del hombre lleno de misterios.

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—¿Joven Agreste?— Marinette dijo tan pronto como entró a su departamento, preguntándose si su compañero de piso 'temporal' estaba ahí.

—Solo dime Adrien.— llegó la respuesta desde la cocina.

Marinette se unió a Adrien ahí y estuvo agradecida de encontrar comida esperándola en la mesa. Reconoció que eran platillos del restaurante en el que Adrien estaba fascinado ya que no era la primera vez que el chico llevaba comida de ahí, le había dicho que era del enorme Hotel que la familia Bourgeois manejaba.

Marinette estuvo agradecida ya que hoy había sido agotador y estaba muy cansada como para cocinar. Comer fuera tampoco era una opción ya que Marinette no tenía ganas de salir por otras cuantas horas, ya que solo le gustaban los restaurantes caros en donde la comida tomaba poco tiempo en ser servida y siendo de alta cocina.

—Joven Agreste es muy formal,— Adrien dijo cuando Marinette se sentó frente a él. —Es como si fuéramos extraños.

—Pues lo somos.— Marinette señaló.

Después de todo, no sabían mucho del otro, solo sus ocupaciones y algunas cuantas cosas triviales.

—Vivimos juntos.

—Pero solo nos conocemos por- ¿Qué? ¿Diez días?— Marinette recordó.

—Diría que cinco. — Adrien corrigió antes de formar un pequeño puchero. —Me ignoraste por completo los primeros cinco.

—No puedes culparme por ello,— Marinette se defendió y sintió ganas de virar los ojos ante la inocente sonrisa que adornaba el rostro de Adrien.

—Como sea, ya que vamos a vivir juntos por un poco más, no seamos tan form-

—¡Hey!— Marinette interrumpió. —¡Solo dije que serían unos días!

La sonrisa de Adrien no se alteró. Si acaso, solo se hizo más dulce cuando respondió con un simple.

—Cla~ro~

Y Marinette soltó un suspiro.

¿Por qué siquiera se molestaba? Era obvio que Adrien no estaba ahí solo para quedarse unos días y desde el momento en el que Marinette decidió aceptarlo, ella misma había sabido que la estadía de Adrien sería más que eso.

Le goût sucré de la défaite. (El dulce sabor de la derrota.) (Adrinette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora