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Era extraño, muy extraño. El sexo había sido increíble y mágico y solo... perfecto. Y eso era extraño.

Adrien la había tocado como si supiera qué lugar tocar, cada rincón y cada lugar sensible para arrancarle placer. Le había hecho el amor a Marinette como si no fuera la primera vez, como si su cuerpo fuera familiar.

E incluso Marinette se había encontrado a sí misma respondiendo a cada roce con tanta naturalidad. Había sentido como si su cuerpo hubiera tomado control de su mente, actuando por su propia cuenta y sabiendo donde debía tocar, acariciar, sentir y besar para darle placer a Adrien.

Tal vez, tal como Adrien había dicho, estaban hechos el uno para el otro.

Marinette estaba en su cama, con los ojos fijos en el techo, aunque robando miradas a la figura a su derecha.

Adrien estaba recostado en la cabecera, con la mirada perdida frente a él. Acababa de terminar un cigarro después de una apasionada sesión de amor, un hábito que aparentemente había desarrollado hace mucho tiempo, según le había dicho.

—La persona con la que solías vivir,— Marinette dijo, atrayendo la atención de Adrien hacia él. —¿Era tu novia?

Hubo un corto silencio que hizo que Marinette creyera que no obtendría respuesta. Sabía que era un tema sensible para Adrien, pero aun así no pudo evitar preguntar. Un silencioso suspiro de alivio salió de sus labios cuando Adrien por fin volvió a hablar, en voz baja.

—De hecho, era mi prometida.

No fue un shock para Marinette, no después de lo que había pasado entre ellos, no después de la forma en la que Adrien le había hecho el amor. Su experiencia se había sentido.

—¿Algo le pasó?— Marinette se atrevió a preguntar con duda.

Adrien asintió y de súbito sus ojos se hicieron distantes llenos de tristeza, tal como cada vez que tocaba ese sensible tema. Era obvio que no quería hablar de ello.

Pero Marinette sintió la necesidad de saber.

De súbito, la mirada de Adrien se fijó en ella y en lugar de responder, gentilmente presionó sus labios en la frente de Marinette.

—¿Estás enamorada de mí?

—¿Huh?

Marinette no había esperado tal pregunta y mucho menos dicha con tal seriedad.

¿Y por qué Adrien estaba mirándola así, como si estuviera desesperado por saber su respuesta, como si un 'no' fuera a destruirlo?

—¿Por qué me preguntas eso tan de sub-

—Solo responde con franqueza,— Adrien pidió. —Por favor...

Marinette dejó salir un suspiro derrotado.

—Puede que esté empezando a enamorarme de ti,— admitió.

No estaba segura de por qué había cedido a la pregunta de Adrien. Tal vez por el tono serio y de ruego, tal vez fue la desesperación en sus ojos, pero de cualquier forma, cuando los labios de Adrien formaron la sonrisa más genuina que había atestiguado desde que lo conoció, Marinette no se arrepintió de su pequeña confesión.

Le goût sucré de la défaite. (El dulce sabor de la derrota.) (Adrinette)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora