Le goût sucré de la défaite. (El dulce sabor de la derrota.) (Adrinette)

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—¡Bastardo presumido!

—Lo tomaré como un cumplido.

Marinette soltó otro indefenso suspiro. A veces, se preguntó por qué siquiera estaba molestándose con Adrien. El chico podía ser tan cargoso cuando estaba en plan confiado, en especial cuando el orgullo de Marinette estaba en juego.

Y si de confianza se hablaba, Marinette tenía mucho que mostrar.

—En este pequeño tiempo que llevamos aquí, juntos... Nunca he perdido una apuesta contigo, ¿sabes?

—De hecho sí.— Llegó la respuesta. —Y más de una vez.

—¿Huh?

Por lo que Marinette recordaba, nunca había perdido un reto y mucho menos con Adrien, en especial con él.

No habían hecho una apuesta antes, ¿no? No había pasado ni un mes desde que Adrien se mudó a su departamento así que Marinette debía recordar si había habido una. A menos que...

El pensamiento que había estado inquietándole desde que Adrien llegó a su vida, y aún más los últimos días, regresó y olvidó todo sobre su pequeña riña o la molesta actitud pagada de sí de Adrien. Eso ya no importaba más.

Marinette tenía que asegurarse de una vez y por todas, que necesitaba que Adrien confirmara sus dudas.

—Entonces era yo después de todo,— dijo, sus ojos con ruego estaban fijos en los de Adrien. —Esa chica, tu prometida, era yo, ¿verdad?

Flashback

Una sonrisa, muy parecida a una pagada de sí, reptó a los labios de Marinette.

No había estado muy emocionada cuando sus amigos la habían llevado ahí, aun cuando era por su cumpleaños. Les había tomado mucho esfuerzo a Luka, Chloé, Kim, Alix, Kagami, Nino, Alya y Max, más casi dos horas de convencimiento para hacerle salir esa noche.

Al principio, Marinette había seguido a sus amigos a regañadientes, accediendo al pedido solo porque había supuesto que no se desharía de los chicos si no cedía a lo que ellos querían. Cuando ellos se juntaban, era casi imposible oponerse.

Pero sus sentimientos habían dado todo un giro en el momento en el que llegó a ese lugar, a un muy caro pero bonito restaurante italiano. Al menos, Marinette podía darles crédito a los chicos por no solo escoger su tipo de comida favorita sino también por tomar en consideración el agradable ambiente. Después de todo, era de conocimiento en el círculo de amistades de Marinette Dupain-Cheng, que a ella le gustaban las cosas caras.

Pero esa no era la razón por la cual esa pequeña sonrisa estaba en sus labios.

Tan pronto como puso sus ojos en Adrien que llegaba tarde, todo su cansancio y renuencia desapareció por arte de magia.

Marinette estuvo agradecida de haber ido.

Fin del flashback

—¿Soy yo, verdad?— Marinette preguntó y su ansiedad – casi desesperación – por saber estaba reflejaba en sus ojos. —Aquellos sueños, no eran solo sueños, ¿no?

La sorprendida mirada de Adrien se convirtió en una de pregunta.

—¿Qué sueños?

—No recuerdo nada.— Marinette explicó. —Pero tú estabas ahí y parecía diferente. Era como si nos hubiéramos conocido bajo otras circunstancias... Es decir como si lo hiciéramos de años.

Adrien dejó salir una breve risa sorprendiendo a Marinette. Esa no era la reacción que había esperado.

—¿No se supone que los sueños sean así? ¿Diferentes de la realidad?

—No es solo por los sueños,— Marinette se defendió. —Me he sentido así por mucho tiempo, tal vez desde el primer día. No es solo la sensación de familiaridad... pero puedo sentirlo,— insistió. —Ese vacío en mi corazón, tú lo llenaste de inmediato, como si hubiera sido tu lugar todo el tiempo. Y cuando hicimos el amor por primera vez, mi cuerpo reaccionó a ti como si te conociera. Tú me tocaste como si me conocieras.

Al no obtener respuesta, Marinette caminó hacia Adrien. Estando frente a él, tomó su rostro y lo obligó a mirarla a los ojos.

—Es por eso que me miras así, ¿verdad, Adrien?— Marinette preguntó. —Ese amor y desesperación,— agregó y notó cómo aquellos sentimientos que había mencionado de súbito llenaron los ojos de Adrien, mezclado con sorpresa. —Soy yo, ¿cierto?