capitulo 4

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Al buen rato de haberme mirado en el espejo. El acosador toco la puerta y entro con una badeja llena de comida.

Le mire triste y desolada.

-        Te prepare algo – anuncio mostrando la bandeja.

-         ¿Que estas haciendo aquí? – pregunte.

El entendio lo que queria decir.

-        Protegiendote.

-        Aun no se tu nombre- dije incredula.

Puso la bandeja sobre la cama, me ayudo a parar y me tendio la mano.

-        Mucho gusto señorita Kavanagh, mi nombre es Tyler White.

-        White, como el guardian – dije a penas audible.

-        Como el guardian – repitio tyler.

-        Yo no soy el guardian ni el oraculo, solo era una inflamacion, ya te puedes ir.

-        No por ahora, solo hasta que vea que mejoras. Ademas, puede que no seas el guardian, pero la posibilidad de que seas las profetiza aun sigue en pie.

Me quede callada.

-        Tu madre ha llamado preguntando por ti, me hice pasar por harry, dijo que su viaje se extendia, que te queria y utilizaras las tarjetas cuando quisieras.

-        Cuando quisiera, un pretexto mas para quedar bien- dije volviendome a la bandeja, devore todo sin excepcion alguna, bueno por lo menos es un chico que sabe cocinar, que es practicamente algo inusual – estaba delicioso.

Tyler sonrio.

-        La mayoria dice que podria ser chef.

-        Y por que no lo haces.

-        No me apetece – dijo alzando sus hombros.

-        Okey. Ya no hay posibilidades de que el guardian sea mujer y ahora dices que puedo ser una profetiza – solte bufando.

-        Puede que no. Y asi es.

-        ¿Qué piensas hacer ahora? – pregunte sentada en mi cama.

-        No lo se, por ahora – respondio quitandose elegantemente la chaqueta.

Baje mi cabeza y me sujete el pelo en una coleta.

-        Estoy como la mierda- masculle por lo bajo.

Se paro y tendio su chaqueta en el respaldar de la silla. Fue hacia la ventana, la descorrio y miro hacia la calle.

-        ¿Qué hora es? – pregunte.

-        La una de la tarde.

Se volvio hacia mi.

-        Hay que entrenar – dijo acercandose.

-        ¿perdon?.

-        Cambiate, tenemos que entrenar.

-        Y por que – hice un puchero.

-        Para subir tus defensas.

-        No quiero.

-        Lo haras.

-        Tu, no me mandas – aclare amenazante.

-        Bueno, entonces te quedas en la cama hasta que te mueras – dijo subiendo las cejas.

La noche te reclama suyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora