II

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Todo cambió cuando tenía 13...

Esa tarde de Julio había sido más calurosa de lo habitual y Namjoon se había quedado más tiempo en el risco, en algún punto el calor pudo más y, sin darse cuenta, Namjoon se quedó dormido.

Lo despertó un frío sepulcral unas cuantas horas después, fue entonces que sintió miedo, en la isla nunca hacía frío, ¡jamás! ni siquiera en mitad del invierno, y sin embargo los dientes le castañeaban, el pasto a su alrededor estaba helado y un viento gélido lo envolvía. Eso sólo significaba una cosa: La Luna había bajado a la tierra esa noche y lo había encontrado lejos de casa. Había hecho la única cosa que no debía de hacer, e iba a morir por esa estupidez.

Cerró los ojos tan apretados como pudo y con una mano comenzó a tocar a su alrededor, no sabía que buscaba, era como si su mano tuviera vida propia, escuchó una pequeña risa detrás de él.

— No te recomiendo que hagas eso, podrías perder la mano — la voz era suave pero no era una voz femenina.

— ¿Quién eres?¿Eres la Luna?

— ¿Tú que crees?

— No lo sé, no puedo verte.

— Podrías...

— No — Nam negó con la cabeza violentamente pero sin abrir los ojos — mamá me dijo que no debo verte a los ojos.

— ¿Y haces todo lo que te dicen?

— Bueno — el chico dudo un poco — no, pero ella es mi mamá y sigue viva...

La pequeña risa se volvió a escuchar y los cabellos de Nam bailaron más intensamente, no supo cómo pero, de alguna forma, sabía que la Luna se había sentado a su lado.

— ¿Eres la Luna?

— Sí, soy la Luna.

— ¿Y vas a matarme?

El ser volvió a reír.

— Yo no mato gente — Nam, sorprendido volteó hacía la voz pero antes de que pudiera abrir los ojos, el astro volvió a hablar — No, no abras los ojos. Yo no mato gente, ellos se matan a sí mismos en cuanto me ven. No quiero que mueras.

— ¿Por qué? No se supone que eres feliz matando gente.

— Ya te dije que no mató a nadie — bufó el ser — es sólo que... eres la única persona que no me teme, y si tú murieras, me quedaría completamente solo. No me gusta estar solo.

— ¿No tienes amigos? ¿El sol no es tu amigo? ¿Existe el viento? ¿Qué hay del mar?

— Haces muchas preguntas.

— Perdón...

— No, está bien, es sólo que no he hablado con un humano en mucho tiempo y es extraño.

Esa noche la Luna se quedó con Namjoon por un par de horas, horas en las que le contó que no, no tenía amigos, el sol y él eran enemigos mortales, era por eso que no coincidían en el cielo, le contó que la gente solía venerar al sol pero que todos lo despreciaban a él, "el viento existe, lo puedes sentir ahora mismo, pero no puede ser mi amigo, su existencia es más sencilla que la mía. De mi especie sólo somos tres, el Sol, el Mar y yo, aunque claro, nosotros no nos llamamos a nosotros mismos con esos nombres de humano."

A la mañana siguiente, cuando los primeros rayos del sol tocaron el risco y Namjoon despertó se encontró al pueblo reunido alrededor del árbol, su madre lloraba desconsoladamente hasta que lo vio abrir los ojos. Él no entendía qué pasaba hasta que al alejarse de allí y volver la vista atrás lo notó, su tan amado árbol tenía el tronco de un frío color plata, el pasto alrededor también estaba muerto, el cuadro en sí era de desolación... y sin embargo, la Luna lo había dejado vivir.

Pero no salió ileso, esa mañana al regresar a casa y después de tomarse una merecida ducha caliente que arrancó el sueño de su cuerpo y le quito el frio, al abandonar la ducha pasó delante del espejo, algo por el rabillo del ojo lo hizo detenerse en seco. Fue al pararse frente a él y observar a detalle su reflejó que el llanto de su madre cobró sentido, porque allí, donde ayer había tenido el cabello de un negro azabache, hoy lo tenía de un blanco platinado.

Hoy, al igual que hace ochenta y dos años, la Luna había perdonado la vida de un muchacho, hoy, al igual que hace ochenta y dos años había marcado a ese joven con su seña, para que nadie olvidase que no pueden toparse con la Luna de frente y continuar con su vida como si nada.

La conmoción fue inmediata, madre e hijo fueron arrastrados hasta la choza de aquel anciano, todo el mundo quería saber qué tenían ellos dos de especiales, todos querían saber por qué los habían dejado vivir, cuando ella era implacable y arrasaba con todo a su paso.

Al final fue tanto el caos que el viejo los echó a todos, quedando sólo Nam y él. El muchacho no sabía qué decir, él no había sabía nada, no había escuchado nada, no había sentido nada, en un momento estaba hablando con Él, con La Luna y al siguiente tenía a todo el pueblo viéndolo con ojos asustados y curiosos.

— ¿También te ataron en la plaza?

— No, la Luna me encontró durmiendo en el risco— el viejo se levantó despacio y Nam lo vio recorrer su hogar, observó cómo sus manos tocaban todo a su paso y se imaginó, por un momento, que hubiera sido de él si la Luna le hubiera hecho lo mismo, se estremeció al imaginar que nunca más podría ver un atardecer, las lágrimas acudieron a sus ojos cuando pensó en el rostro amable de su madre que no podía contemplar más.

La voz del anciano lo sacó de sus pensamientos.

— ¿Y no te hizo nada?

— No... bueno, sólo mi cabello, ahora es plateado y se siente gracioso— aunque el viejo no podía verlo Nam se llevó las manos a la cabeza y pasó los dedos por el cabello duro como cepillo, nada quedaba de aquel sedoso cabello negro.

— ¿Sólo eso?

— Humm...— se mordió el labio indeciso, no sabía que tanto podía confiar en aquel hombre pero al mismo tiempo la curiosidad podía más con él— También hablo conmigo.

— ¿¡Ella habló contigo!?— El viejo se dio la vuelta tan de repente que las tasas que sostenía en sus callosas manos salieron volando por los aires hasta hacerse añicos.

Él, es un él y sí, habló conmigo.

— Pero las leyendas hablan de una mujer hermosa... es imposible...

— ¿No hablo con usted, ese día?

— No, cuando ella... cuando él llegó hasta donde yo estaba me encontró en el piso temblando de frío, no dijo nada, no emitió ningún sonido, y cuando alce la cabeza para rogar por piedad su mano se posó sobre mis ojos. Luego se fue y ya jamas los pude volver a abrir.— Su voz fue bajando de intensidad hasta terminar en un susurro, su rostro se tiñó de tristeza y se apago por unos segundos, luego como si de un juguete con baterías nuevas se tratase, levantó la cabeza y exclamó con voz alegre— Pero no te preocupes, el trago amargo ya paso, a partir de hoy ya no te molestará más, cargaras con la marca de la Luna pero a partir de ahora ella... él te dejará en paz.

*

La conmoción murió al cabo de pocas semanas, pronto el pueblo dejó de ver a Namjoon como bicho raro y la isla regresó a la normalidad, cada día los aldeanos recorrían las calles del pueblo buscando pescado fresco, intercambiando semillas por telas y en general, viviendo su feliz vida.

La Luna no bajó del cielo por meses.

Namjoon dejó de frecuentar el risco.

Desde aquel día en el que casi muere, su madre se había empeñado en dormir con él y tenerlo cerca todo el tiempo, Nam no tenía el corazón de huir de allí, y aunque pasaba las noches incómodo por el calor y sin poder conciliar el sueño, comprendía el temor de su madre.

La Luna no volvió a molestarlo...

...Hasta que cumplió 15.

🌕 Moon 🌙 [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora