III

730 129 1
                                    

El día de su decimoquinto cumpleaños, el pueblo se vistió de fiesta, por tradición, cada que un varón llegaba a esa edad se realizaba un ritual, era su último año como niño y había que festejarlo. Esa tarde la pequeña casa de los Kim, usualmente ignorada por el pueblo, se cubrió de telas brillantes, velas aromáticas y mucha comida.

Toda la isla estaba allí, los varones entonaban canciones alegres que hablaban sobre el deber del hombre y la vida en la tierra, las mujeres le tejieron una corona de flores y le cambiaron la vestimenta. Hoy era el único día que Namjoon podría vestir púrpura, y su madre se había empeñado en su atuendo, los pantalones eran ajustados de la cintura pero se ensanchaban a medida que recorrían sus piernas, parando debajo de la rodilla, vestía un chaleco sencillo, no había forma que usara una camisa; lo único que no era púrpura en su vestimenta eran los sencillos huaraches que su madre se había podido costear.

Usualmente Namjoon no traía tanta ropa encima, por la cantidad de calor que sentía en el cuerpo no soportaba traer algo más que unas cuantas prendas encima, el calzado, de igual manera, solía ser demasiado incómodo para él. No era raro verle sembrar su pequeña huerta en sólo pantaloncillos cortos, o verlo recorrer el pueblo con los pies descalzos. Un rasgo que llamaría bastante la atención en un lugar tan remoto como aquel, donde todos estaban acostumbrados a seguir el patrón común. Sin embargo, verlo de esa manera recorrer las viejas y polvorientas calles era la menor de sus preocupaciones.

La isla entera supo que esa criatura significaría problemas desde el primer día que la madre de Namjoon descendió del barco pesquero. No era raro que las personas se fueran del pueblo, a menudo los padres enviaban a sus hijos lejos, ya sea a estudiar o buscarse un mejor trabajo. Lo realmente extraño era que alguien llegará al pueblo no había mucho que Kyab le pudiera ofrecer al mundo, muchísimo menos a una pequeña jovencilla con el hambre marcada en el rostro y una enorme barriga.

La chica descendió en el viejo puerto una fría tarde de agosto, los isleños lo recuerdan bien porque ese fue uno de los raros días en los que el mar estuvo enojado, las olas eran tan altas que pescadores y comerciantes corrían de un lado al otro buscando salvaguardar sus productos del violento mar. Nadie reparó en la joven hasta muy entrada la noche, cuando una pareja de ancianos regresaban a su hogar después de una larga caminata. El mar había dejado su enojo atrás y sus aguas se mecían lentamente de adelante hacía atrás. El cielo por el contrario estaba vacío y ese no era buen presagio...

"Deberías regresar a casa, es muy peligroso que estés aquí" dijo uno de ellos, pero cuando la joven se dio la vuelta para encararlo ambos supieron que era foránea. El hombre quería dejarla allí, no tenían espacio ni dinero para hacerse cargo de alguien más, pero la anciana fue incapaz de abandonarla. Por esa noche le dieron alojamiento en su hogar. Le dieron una taza de leche caliente, le arreglaron una cama improvisada en el sillón y le explicaron que por ningún motivo debía asomarse a la ventana, fue así que la chica entendió porqué no había una sola alma en las calles a esas horas de la noche.

Al día siguiente todo Kyab sabía de la existencia de una nueva habitante en la isla, se realizaron votaciones entre los hombres del pueblo para decidir si aceptaban a la extraña o no.

"Es mal presagio" dijo uno de ellos.

"Llegó el día que el mar estaba enojado" recalcó otro.

Pero las mujeres salieron en su defensa.

"Es sólo una chiquilla y está por dar a luz, no podemos dejarla a su suerte"

Fue así que la joven Kim se quedó en Kyab, vivió con la pareja de ancianos hasta que Namjoon empezó a caminar, después entre todos los hombres le construyeron una pequeña choza a las afueras de las calles principales; porque, aunque las mujeres se habían portado muy empáticas con ella y su situación, no dejaba de ser una mujer joven y soltera y ninguna de las señoras quería arriesgarse a que su marido se fijará de más en aquella chica.

Pero Namjoon no sólo era el hijo de aquella chiquilla que llegó a pocas semanas de dar a luz a una isla remota y nunca se fue. No, Namjoon era ahora también un marcado de la Luna y eso hacía que los habitantes le vieran con más recelo y miedo. No importaba cuan trabajador fuera el muchacho, lo amable o servicial, había algo que destacaba en él y a los lugareños no les agradaba.

Fue por eso que ninguna de las chicas se atrevió a ponerle la corona de flores en la cabeza, la tradición mandaba que para éstas fechas Namjoon ya debería de saber con que chica se casaría, y ella tenía la obligación de coronarle, en dado caso de que no fuera así, las jóvenes solteras se colocarían en círculo y entonarían una canción sencilla mientras se pasaban la corona de flores entre las manos, pasándola de un lado a otro de la formación, aquella afortunada que quedará con una flor entera en las manos sería la encargada de poner dicha flor detrás de la oreja del muchacho y bailar con él el primer baile. Pero ninguna chica se atrevió a acercarse a Namjoon, la corona de flores reposaba allí, en la mesa de centro y todos los presentes esperaban a que alguien diera el primer paso.

Al final, fue su madre quien cruzó el modesto salón, tomó la corona entre sus manos y coronó a su hijo. Nadie dijo nada, aunque unas cuantas miradas se intercambiaron entre sí. Las madres sólo coronaban a sus hijos bajo dos circunstancias: la primera era porque el muchacho se encontraba a punto de morir. La segunda... bueno, la segunda era porque el muchacho no desposaría a mujer alguna.

Tratando de dejar el mal trago detrás el festejo comenzó, era una celebración sencilla pero llena de color, las botellas se llenaban con alcohol a la misma velocidad con la que se vaciaban, los platos a rebosar de comida corrían de un lado a otro de la mesa y las personas poco a poco perdían de a poco el miedo (gracias al alcohol) y se acercaban a hablar con Namjoon, incluso uno de ellos se atrevió a poner una mano en su hombro y lo llevó con él hasta la enorme pira.

Esa pira marcaba el final de todo: del ritual, del festejo, del día, de su infancia.. Namjoon tenía que beber un tarro de vino, alguien le traería una bata de lana y él se quitaría la ropa y la lanzaría al fuego, así como la corona de flores. Sonaría un caracol y la pira se quedaría ardiendo toda la noche. Su infancia duraría lo que esa pira en apagarse.

Al otro día debería presentarse con los delegados de la isla para ver a qué área sería encomendado y de ésta manera comenzar su educación para ser útil para el pueblo.

Pero nada de eso paso...

🌕 Moon 🌙 [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora