VI

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El cambio fue casi inmediato, pero la gente tardó un poco en notarlo.

Acostumbrados a sólo lo malo, los aldeanos tardaron un poco en asimilar el cambio.

Ahora había más peces en el mar y más cochas en la orilla, el calor de la isla había descendido por las noches y era más fácil dormir. Ahora los aldeanos podían abandonar sus hogares por las noches sin temor, porque la Luna ya no bajaba al pueblo, se quedaba en el risco, junto a aquel extraño muchacho. No sabían qué hacer o cómo comportarse con dicha información.

Así que hicieron lo que mejor sabían hacer, ignorar el elefante en la habitación o mejor dicho, al extraño joven. 

Día a día Namjoon trabajaba en silencio mientras todos a su alrededor hablaban y reían. Nadie se acercaba a él, nadie le ofrecía un vaso de agua, y a la hora de la comida su madre era la única que se sentaba con él, la mujer había empezado a llevarle la comida y acompañarlo a comer después de descubrir que su hijo no tenía amigos.

Con la llegada del verano las bodas comenzaron, todos esos chicos que habían culminado el ritual hace dos años ahora contraían nupcias. Durante julio y agosto, cada semana la pequeña isla se vestía de fiesta.

El festejo de la boda comenzaba al amanecer, la joven pareja recorría las calles del pueblo recolectando flores y ramas de los árboles cercanos, ponían un ramillete en la plaza central para el sol. Durante la ceremonia de unión las dos familias tejian un lazo largo de flores con los que ataban a la pareja como símbolo de aquella unión que surgía hoy. Los novios permanecían atados durante toda la cena, al atardecer ese lazo era arrojado al mar.

Sin embargo, éste año algo cambió. La pareja no juntó las ramas secas para encender la pira, que era la ofrenda de la Luna, en su lugar le entregaron el modesto ramo de la novia a Namjoon.

— Es para ella. Dile que bendiga nuestro matrimonio.

Luego, la chica emocionada le pasó los brazos por encima de los hombros y lo estrechó con fuerza contra su delicada figura. Esa era la primera vez que alguien, aparte de su madre, le daba un abrazo.

Namjoon abandonó la fiesta casi a media noche, los aldeanos lo observaron irse pero continuaron con la celebración, nadie sabía por cuánto tiempo duraría ese periodo de paz y querían aprovecharlo al máximo.

Las calles estaban vacías y ésta parte del pueblo solía ser la menos transitada, nadie quería acercarse al risco, al inicio por el riesgo de caer, ahora por ser el lugar de reunión entre Namjoon y la Luna, y sin embargo, se notaba un camino. Poco a poco y por el uso continuo, los pies de Namjoon habían marcado la vereda desde el final del pueblo hasta el risco

Cuando llegó a su lugar depositó el pequeño ramillete a un lado del espejo de agua, cerró los ojos y espero.

No sabía qué pensar, la Luna y él no eran precisamente amigos, lo cierto es que casi nunca hablaban, él sólo llegaba y se sentaba a su lado, tratando de que su rostro siempre estuviera visible en aquel improvisado espejo, ¿y Namjoon? bueno, él simplemente se dedicaba a contemplar el rostro más bello que hubiera visto jamás.

Pero no hablaban, sus realidades eran muy diferentes que cuando la Luna intentaba explicarle algo Namjoon no solía entenderlo. A su vez, Nam creía estúpido contarle sus problemas a una deidad. Así que pasaban ese pequeño tiempo juntos en silencio.

Tampoco es que fuera malo, había algo mágico en el aire que los envolvía sólo a ellos, ese ruido constante de hojas secas volando alrededor y a lo lejos el sonar de las olas, era, o más bien, se sentía como casa.

— ¿Me trajiste flores? — la Luna trataba de llegar en silencio hasta ese antiguo árbol pero el viento siempre lo delataba, lejos de enojarse, le gustaba mucho ver la forma en la que el rostro de aquel muchacho mutaba, usualmente había una mueca de dolor y tristeza en su rostro, resultado de años y años de rechazo y soledad, pero, en cuanto sentía la primera ráfaga de viento en su piel, su rostro se transformaba, las cejas se relajaban, la comisura de sus labios se alzaba y un leve tono rojizo cubría sus redondeadas mejillas.

Lo cierto es que ya no era un niño, pero aún le faltaban un par de años para ser un hombre. Y la Luna se sentía ansioso de poder ver ese cambio tan cerca, era algo extraño, en todo su tiempo siendo el guardián del cielo nocturno jamás se había sentido atraído hacia un mortal.


***

Al inicio de los tiempos, cuando ellos eran sólo pequeñas criaturas que apenas podían caminar parados, la Luna se había sentido muy apegado a ellos, a menudo bajaba para verlos más de cerca, pero pronto descubrió que su presencia causaba más problemas que beneficio, a su manera el Sol y Mar también tuvieron su lección. Fue necesario quemar una gran parte de terreno y ahogar a unos cuantos cientos de humanos para que cada Dios entendiera que su lugar era sólo donde le correspondía estar.

Sin embargo él se aburría, no le gustaba estar solo, él no funcionaba así, fue por eso que eligió Kyab, porque era la isla más remota que había encontrado y él podía vagar libremente sin dañar a nadie. Cuando los primeros humanos, unos más inteligentes que aquellas figuras en sólo podían caminar un periodo de tiempo corto erguidos, llegaron a reclamar esa porción de tierra, la Luna se sentía tan apegado ya a ese pequeño trozo de tierra que se negó a abandonarlo.

Él tampoco sabía que los humanos no podían verlo a la cara, lo descubrió una noche que tras una larga caminata en la que se sentó a la orilla del mar, Yoongi no lo quería, así que las olas se acercaban peligrosamente a sus pies pero en el último segundo se alejaban de él, no había forma de que ambos dioses se tocaran y por mucho que el mar quisiera ahogar a la Luna en sus aguas, sería un dolor muy intenso para ambos, algo que no volverían a repetir.

Esa noche una pareja de jóvenes enamorados caminaban tranquilamente en la orilla, riendo cuando las juguetonas olas les mojaban los pies, sus voces eran frescas y Jin no pudo evitar voltear la cabeza hacia ellos, la sonrisa se borró de sus rostros en cuanto sus ojos se toparon, el chico de manera inmediata perdió la cabeza, entro como en trance y comenzó a caminar directamente hacia él. La Luna sintió miedo, hasta ese momento ningún humano se le había acercado, cuando el chico estiró el brazo intentando tocarlo la Luna negó con la cabeza.

"No puedes tocarme, te harás daño"

Pero era como si el muchacho no escuchara, su mano tocó suavemente el pectoral izquierdo de la Luna y fue su fin, la plata corrió como ríos desde su dedo índice hasta el más fino de sus cabellos y él quedó así, petrificado para siempre en la orilla del mar. La chica al ver esto salió corriendo con dirección al pueblo y fue allí cuando inició todo.

Después de ese día todos los habitantes de Kyab dejaron de salir por las noches de sus casas, el cuerpo del muchacho fue sepultado al otro día, negándole el privilegio de encontrarse con sus familiares en el mar, toda la isla estaba conmocionada. A forma de venganza el pueblo entero comenzó a encender fogatas enormes con leña verde, provocando que un humo pesado y casi irrespirable ascendiera hacia el cielo, dificultándole a la Luna su trabajo, él debía bajar a disipar ese humo pero a la noche siguiente las cosas se repetían.

Fue así que nació ese odio inmenso entre los habitantes de Kyab y la Luna.

Odio que fue creciendo año con año al ver como los mortales tenían un trato afectivo hacia las otras dos deidades y darse cuenta que a él lo seguían odiando por algo que no era su culpa.

Pero si los estúpidos humanos lo querían así, él no tendría piedad...

🌕 Moon 🌙 [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora