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Aquella noche se quedaron juntos casi hasta el amanecer, cuando la Luna se despidió aprisa antes de desaparecer.

Al despedirse regresó el calor, una a una las gotas de rocío que antes refrescaban su rostro se pegaron a su piel y el mundo dejó de sonar para volcarse en un silencio incómodo, casi sepulcral. Fue entonces que notó que aún vestía sus ropas ceremoniales, ¿Qué significaba esto? ¿Debía regresar a casa y culminar el ritual por el mismo?

El camino de regreso a casa fue peor de lo que esperaba, parecía como si un huracán hubiese arrastrado el pueblo entero, todo estaba roto, los árboles, los techos de las casas, los caminos ¡todo! Y los restos plateados estaban por doquier... Namjoon trataba de no pensar mucho en ello, después de todo no era extraño encontrar plata después del paso de la Luna, aunque nunca a éste nivel.

Todo el pueblo se encontraba en la plaza central, lo notó al doblar la esquina, su madre también estaba con ellos, ella se abalanzó sobre él en cuanto lo vio.

— ¡Muchacho mío! ¡Mi niño! — no dejaba de repetir mientras le besaba el rostro una y otra vez.

A su alrededor la gente lo observaba con desconfianza. Aquellos rostros que se mostraban festivos unas horas atrás ahora lo miraban con recelo.

— Lo lamento — se disculpó al aire — yo realmente no sé lo que pasó.

— Es tu segundo encuentro con ella, te ha perdonado la vida dos veces, la Luna no es piadosa...Hay algo extraño contigo.

— Siempre lo supimos.

— Debería irse de aquí.

— Nos pone en peligro a todos.

— Su nombre significa peligro.

— ¡Fuera!

Uno a uno los insultos de los pueblerinos iba escuchándose más y más. Namjoon estaba asustado, no sabía qué hacer, Kyab era el único lugar que conocía, si lo corrían de aquí ¿Dónde iba a vivir?

Pero la multitud se quedó en silencio en cuanto el viejo se abrió paso, la venda plateada de sus ojos brillaba levemente bajo el sol. Con caminar pausado pero seguro demostraba que no había nada en ese pueblo que él no conociera ya, llegó hasta el viejo lugar donde fue atado, luego palmeó el sitio junto a él.

— Ven, muchacho, siéntate a mi lado. — Nam se apresuró a hacerlo, aún confundido sobre toda la situación. — No sean tontos, correr al muchacho sólo lo hará peor — su huesuda mano se movió en el aire como buscando algo, Nam rápidamente tomó aquella delgada mano entre las suyas, el viejo se la apretó con fuerza. — La Luna nunca ha querido a nuestro pueblo, por eso baja a reclamar almas, ahora, por primera vez, se está comunicando con nosotros, no sean tontos — repitió — si corren al muchacho las consecuencias serán peores, por el contrario, dejemos que el muchacho hable con la Luna, quizás así sepamos qué quiere.

Nadie contradijo al anciano, los hombres sólo se veían asustados entre sí, al final decidieron continuar con el ritual, Nam fue obligado a meter la mano a una vasija donde había papeles con diferentes profesiones pero el chico se negó.

— Quiero ayudar a reconstruir el pueblo, soy bueno con las manos y en parte es mi culpa, es lo menos que puedo hacer...

La gente lo volvió a mirar mal, una vez más aquel muchacho extraño rompía la tradición, pero se lo concedieron, reconstruir el pueblo era la prioridad ahora. Fue así que comenzó su vida adulta, con el sol en la espalda mientras cargaba troncos de un lado a otro de la isla, mientras buscaba ramas secas para poner en los techos y amarraba nudos fuertes, con la esperanza que no salieran volando por las noches.

Y hablando de las noches...

Cada noche abandonaba su casa otra vez y se sentaba a un lado de aquel espejo improvisado. Cada noche pasaba los dedos por la superficie clara hasta que el rostro más bello se presentaba allí.

— Hola — solía decir y la Luna sólo a veces le contestaba. Aunque simplemente solía quedarse allí con el rostro sereno y los ojos cerrados. Disfrutando de la compañía de aquel pequeño aldeano.

🌕 Moon 🌙 [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora