Señor Iero 2/3

1.4K 88 80
                                    

Todo se había ido al carajo. Donald lo sabía todo. El papá de Gerard había obligado a éste y a Frank a que dejasen de verse. ¡Hasta despidió a su mejor amigo de la empresa! Todo por culpa de Bert, el chico resentido. ¿Y quién carajos es Bert? Bueno, él es (o mejor dicho era) uno de los amigos de Gee, más que nada amigos con derechos. Gerard siempre que salía a fiestas tenía sexo con Bert en cualquier lugar de la casa de donde se organizaba el evento. Pero resulta que el castaño de cabello largo se había enamorado de Gee, y un día que fue a la mansión de éste para confesarle su amor vió al Señor Iero besando al chico que más amaba en este mundo. Así que con odio se dirigió hasta la empresa de Donald y le contó todo, y por si no le creía le mostró una foto en donde estaban Frank y Gee besándose. Todo fue un caos.

Desde hace tres meses Gerard no sabe nada de Frank. El pelinegro está todo el día acostado en su cama, no sale de su habitación salvo para ir al baño o buscar algo para comer. Ya no va a fiestas como acostumbraba hacer, se podría decir que ahora había cambiado, pero para mal. Mikey estaba muy preocupado por su hermano, jamás lo había visto tan deprimido, y a Donald la verdad le daba igual. Como todas las noches Gerard se encontraba solo en la gran mansión. Mikey había ido a lo de un amigo y sus padres habían ido a una cena con gente importante, mientras él se deprimía en su gran cama. Sus ojos dolían por tanto llorar. Cada tanto se le venía a la mente hermosos recuerdos con Frank, el amor de su vida. Imaginaba sus manos recorrer todo su cuerpo, sus tatuajes bien brillantes, su sonrisa engreída, sus hermosos ojos... Mierda, de verdad lo extrañaba mucho. Se preguntaba si también Frank lo extrañaba, probablemente no. Porque si lo extrañara lo vendría a buscar o algo, pero nada de nada. ¡Ni siquiera un mensaje! Es muy claro que sólo lo utilizó para tener sexo.

Sus ojos comenzaron a cerrarse debido al sueño, a veces tanto llorar lo cansaba, era como si las lágrimas fueran su poca energía. Al menos en sus sueños estaba tranquilo y feliz, nadie lo interrumpía ni molestaba. Esta era la única oportunidad que tenía para disfrutar de la poca felicidad que puede llegar a tener, o eso pensaba. No quería despertar nunca de sus sueños, porque sino recordaba todo lo sucedido. Recordaba las golpizas recibidas de su padre, recordaba la cara de vergüenza de su madre, recordaba la tristeza en Mikey, recordaba la felicidad en Bert... Quería morir.

Sintió como unas manos recorrían lentamente sus piernas hasta llegar a su cadera, donde ahí se posaron. Abrió los ojos rápidamente, otra vez estaba soñando.

— Gee... — El nombrado gritó de golpe, no se esperaba eso. ¡Era Frank! ¡Estaba ahí! Esto no era un sueño ¡Era real! Dios mío... El Señor Iero se veía mucho más atractivo, tenía su cabello castaño hasta los hombros, un aro en la nariz y boca y... ¿Tenía un nuevo tatuaje en su cuello? ¡Simplemente hermoso! Sin poder evitarlo se lanzó a sus brazos y comenzó a llorar con mucha fuerza. De verdad, lo había extrañado mucho.

— Frank — Sollozó. Había extrañado sus brazos fuertes, su rico aroma, su presencia, su todo. Hasta que recordó que el muy hijo de puta no lo había llamado ni una maldita vez en tres largos y horribles meses. Frank acariciaba su espalda con ternura y repartía unos hermosos y cálidos besitos en su mejilla, tratando de tranquilizar su llanto. Se separó del abrazo y lo miró con odio. ¿Quién mierda se creía para abrazarlo de esa forma después de todo lo que pasó? Frank le dedicó una tierna sonrisita, haciendo que su corazón se derrita pero... ¡Era un mal nacido! Así que dejó de lado todo sentimiento y le lanzó una bofetada en la mejilla izquierda del Señor Iero, haciendo que éste ponga una mano en su lugar recién golpeado — ¡Vete de aquí! —Gritó con sus ojos llenos lágrimas, comenzando a golpear el pecho del amor de su vida, se lo merecía, totalmente — ¡Te odio! —Frank detuvo sus brazos, agarrando éstos con fuerza, mirándolo con dolor porque... Gee estaba en todo su derecho de odiarlo, se merecía cada una de esas golpizas — ¡Te odio, Frank!

One-shots •Frerard•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora