»Capítulo Veinte«

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La verdad sobre Martín.

La mañana llegó más rápido de lo qué pensaba, observó con detenimiento la ventana de la habitación, estábamos en temporadas de lluvia, por lo qué afuera estaba nublado y algunos ecos de truenos escuchaban.

Me pongo en pie y me dirijo al baño, lavo mis dientes, tomó una ducha y me coloco una camisa blanca y un mono negro, que seguramente Martín me ha dejado, ató mi cabello y salgo de la habitación, mi estómago ruge, ya que llevos días sin comer, pero lo ignoró.

Bajo las escaleras hasta la salita, todo está callado y solitario, no me di cuenta de qué hora era, pero parecía que no hubiese nadie. Me quedo mirando los libros que se ven a través del vidrio, pero sin mucho ánimo.

—No has comido —murmuran detrás de mi.

Reconozco la voz al instante, así que no me sobresaltó.

—¿Cómo entraste aquí?

—Tengo mis métodos, no ignores mi pregunta.

Su voz... había algo diferente en su voz. No parecía él.

—¿Qué quieres? —dije ignorandolo.

—Venía a darte las gracias, la última vez que nos vimos no pude hacerlo.

—¿Gracias? ¿No deberías ofrecerme una disculpa al menos, Derek?

—Uhmm la verdad no. Solo gracias Ligth.

Un escalofríos recorrió mi cuerpo al escucharlo decir mi nombre.

¿Qué me pasaba? Era Derek.

Sonrió sin ganas:—Estás loco, ¿lo sabías?

—Si estuviera loco, no lo sabría.

—¿De qué hablas ahora?

—¿Y se supone que eres Psicóloga?

—Cierra la boca.

Él ríe, bajo y ronco. Luego habla:

—Los locos viven en su mundo, si estuviese loco yo no podría saberlo, ya que estaría demasiado ocupado siendo feliz en mi realidad. Mientras que en la tuya, por la forma en que actúo, no está bien visto, me denominan 'loco'.

—¿Esto nos lleva a...

—A qué intentes dejar la realidad de todos atrás, y vivas la tuya.

Río y me doy vuelta, para encontrarme con la tormenta que son sus ojos azules. Sin embargo, algo siniestro parecía estar en su aura, su iris estaba más oscuro, como el mar en la noche.

Sus parpados caídos, sus espesas cejas más oscuras, y su piel más pálida, era hermoso era cierto. Pero también parecía alguien peligroso. Derek tenía algo diferente.

—¿Mi realidad? —preguntó retóricamente—. Mi realidad es una mierda, cada día despierto intentando escapar de ella. Pero algo me impulsa a seguir asfixiandome en ella.

—Entonces cambiala.

—»Cambia el infierno en el qué vives, por el cielo en el qué quieres vivir«. Eso me repito cada vez que siento desfallecer.

—¿Y funciona?

—De maravilla.

—Entonces está bien.

Me doy vuelta de nuevo al cristal, su sombra ya se podía percibir en él, pero lo ignore.

—Deberías comer.

Denize - [Trastornos 1] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora