Capítulo 1: Aventura en la vecina orilla. ¿Yupi?

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Ojos que juzgan, lancen sus hechizos

Ladrones, falsos, Jezabeles

Predicadores de la luz

Tan cegadora vista


Maldito este retorcido destino

Que nosotros manipulamos

Este lugar me tiene desecha

Déjame renacer


Siente la magia fluir

Comparte el Santo Grial

Como los que estuvieron antes que nosotros

Deja que el ritmo te libere


La vida perfecta en exhibición

Deudas manchadas un día pagadas

Alma y deseo

Ven y llévame más alto


Lobo solitario vaga por ahí

Solo en la multitud

Salvajes los tontos

Voy a gritarle a la luna

[...]

Holy Grail, Dead Posey.




—Gracias por confiar en nosotros —agradecí extendiéndole la mano.

—Sabemos que siempre podemos confiar en los Salazar —aseguró estrechando mi mano.

Éste era el momento en que mi padre asentía con una sonrisa cordial, pero yo no desperdiciaba tiempo en esos sinsentidos. Asentí una vez y me dirigí a la salida de la lujosa Oficina Central de Cazadores del Uruguay. La oficina se encontraba en el último piso de un moderno edificio de pisos brillantes, muebles blancos y enormes paredes de vidrio con vista a La Rambla. La raza de cazadores siempre fue dirigida por familias de mucha plata y alto poder político.

El jefe me había enviado a principios del mes a la capital para encargarme de los asuntos de papeleo y burocracia que él tanto aborrecía. Él, al igual que yo, prefería el trabajo de campo, pero yo estaba más dispuesta a hacerlo, aunque él lo hiciera mejor. Dos meses atrás había salido a recorrer el Uruguay para un control general de las pocas bases de cazadores que todavía seguían activas, ahora debía presentar mi informe.

Por éstas zonas de América Latina no nos encontrábamos con muchos hombres lobo, sí unas pocas manadas de cambiantes de zorros grises y pumas que por lo general no daban problemas, pero no por eso había que perderles el rastro. Si algún cambiante se salía de línea, era nuestro deber mostrarles su lugar y ayudarlos a mantener su existencia en secreto; ese era el tratado entre cazadores y cambiantes. Y claro, también existían aquellos casos aislados de wendigos e infectados imposibles de controlar y cuya única solución era la muerte.

En el pasado, cuando los humanos habían descubierto la existencia de los cambiantes, las cosas habían salido de control y habían llevado a su especie al borde de la extinción, así como también a la pérdida de vidas de más de la mitad de nuestros números en cazadores; por lo que llegamos a un tratado, ellos no mataban humanos y nosotros no los matábamos a ellos y manteníamos su existencia secreta. Claro, siempre había alguno que rompía la ley y nosotros nos encargábamos de terminar con el problema. Naturalmente las tensiones entre cazadores y cambiantes eran fuertes; ellos nos culpaban de la muerte de sus ancestros y nosotros los culpábamos de las muertes de los nuestros.

Hijos de la Luna: La Luna del Cazador [LIBRO 2] [TERMINADO/COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora