Capítulo 2: Selección natural

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Bendito el lugar y el motivo de estar ahí

Bendita la coincidencia

Bendito el reloj que nos puso puntal ahí

Bendita sea tu presencia

Bendito Dios por encontrarnos en el camino

Y de quitarme esta soledad de mi destino


Bendita la luz

Bendita la luz de tu mirada

Bendita la luz

Bendita la luz de tu mirada desde el alma


Benditos ojos que me esquivaban

Simulaban desdén que me ignoraban

Y de repente sostienes la mirada


[...]


Gloria divina de esta suerte, del buen tino

Y de encontrarte justo ahí en medio del camino

Gloria al cielo de encontrarte ahora, llevarte mi soledad

Y coincidir en mi destino, en el mismo destino


Bendita tu luz, Maná



—Ya deja de mirarme de esa manera, pendejo —advirtió Roman cerrando su equipaje.

—No sé cuántas veces te dije que si no nos apresurábamos íbamos a llegar tarde.

—Todavía no llegamos, Santiago, así que técnicamente no estamos tarde. Seguramente esa lancha siempre sale tarde, cuando vinimos se demoró como media hora.

—Ya, wey, pero tampoco hay que confiarse.

Media hora atrás habíamos decidido dar nuestra misión por terminada. Pero deberíamos haberlo hecho antes, porque ahora si no perdíamos nuestro transporte sería todo un milagro.

—Mira, en caso de no llegar a tiempo tampoco es para tanto. Terminamos nuestra misión antes de tiempo. Un día más dentro del mes que nos dieron no es nada.

—¿No es nada? ¿Qué planeas hacer si no logramos llegar a tiempo?

—Pues hacer un recorrido por la ciudad, como todo buen turista.

Se secó su ondulado pelo oscuro mojado con la toalla en perfecta calma. Sin dar señales de estar llegando tarde para tomar la última lancha que nos llevaría de regreso desde Argentina a Uruguay.

—Genial. León nos envió acá para recaudar información, no jugar a los turistas, Roman.

Me puso los ojos en blanco.

—Qué culo eres. Suena a que le tienes miedo.

—No, pero la neta es que sí. Y además de ser nuestro hermano mayor, las órdenes que él nos dio vienen de la manada principal.

—Wey, es solo por un día. Solo un día y volvemos a México.

—De este lado hay todavía más cazadores que del otro. Es arriesgado.

—Si jugamos a ser turistas, entonces ellos también creerán nuestro papel y no habrá de qué preocuparse. Así que, seamos turistas, Santiago. Solo por un día.

Hijos de la Luna: La Luna del Cazador [LIBRO 2] [TERMINADO/COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora