XIII - "Amo y sirviente"

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"Golpe de estado"

—Señor, tiene que irse. 

—Ven. —estaban cayendo como moscas, el sistema corrupto que nadie habia podido mover finalmente comenzaba a caer sobre su propio peso y él no podía estar en la peor situación posible.

—Señor, no sabe cuanto tiempo tiene antes de que lleguen. Ya han tomado a tres gobernadores y somos nosotros quienes estamos más cerca de ellos. — el televisor estaba encendido en su oficina, la señorita de las noticias parecía hablar más rápido de lo que pensaba al verse alrededor de tanta catástrofe, con todas esas personas gritando mientras los escudos de la policía golpeaban el piso y se arrastraban al frente para cortar el paso.

—Ven, Frank.

El hombre a cargo de la seguridad alrededor del edificio y único guardaespaldas permanente del gobernador Murdock acató la orden a regañadientes, apretando con fuerza la mandibula al arrodillarse gente a aquel hombre con prótesis casi perfectas en sus ojos, esos ojos que engañaron a toda una sociedad para evitar preguntas como: “¿Será capaz?”. Cuando estuvo lo suficientemente cerca dejó un lado de su cara contra esos pantalones caros de brillante azul marino, apretando la tela de la rodilla con las manos gracias a la tensión de aquel momento.

—Por favor, señor.

—No hay de que preocuparse, todo va a estar bien. —trató de calmarle su jefe sobando su cabellera con el mismo cariño con el que un dueño amoroso acariciaba a su perro leal antes de tomar un largo viaje lejos de él. Frank se aferró más a la pierna de su dueño, no quería que los buenos momentos terminarán, mucho menos de esa manera tan trágica —Hay posibilidades de que no nos veamos por un tiempo, pero eso será todo.

—Venga conmigo, hay un lugar al que podemos ir. Usted sabe que no tiene porqué terminar así.

Castle tenía razón, tenía toda la razón y Murdock era consciente de ello. Podrían escapar de la justicia civil y cambiar todo lo que habían sido hasta el día de hoy, en sus manos descansaba la oportunidad que a sus compañeros les fue negada por los ciudadanos que los pusieron en sus cargos con una seguridad que a día de hoy ya no existía... Justicia, Matt no estaba listo para dejar a esa dama que, al igual que él, no veía y no se ponía de aquel lado que no fuere el de la verdad.

—Traté de hacer un cambio, Dios sabe que así fue, pero ni siquiera siendo presidente la nación estás bajo tu libre albedrío —habló Matthew con una voz demasiado calmada, como si hubiese subido un poco la dosis de los valium que tomaba cada mañana... Como si el presentimiento se lo hubiese susurrado muy cerca de su nuca, pero no era así ¿Verdad? Frank sabía a la perfección que la suerte y el azar no estaban metiendo mano en su camino, entonces levantó la mirada para observar al pelirrojo que tanto amaba: Su amo —Siempre hay alguien más arriba moviendo los hilos de tus dedos, los cuales terminan controlando los hilos de alguien más.

El fondo no existe, tampoco el tope.

—No tiene porqué terminar así.

—Hice lo que pude y aún así no fue suficiente, Frank —prosiguió el pelirrojo actuando como si las palabras recién dichas nunca hubiesen escapado del pensamiento de Castle, su fiel compañero. El que saltaría en cualquier momento si tan solo se lo pidiera, él que dispararía a quien fuera si se lo ordenaba. — Si no me quieren a cargo no me quedaré más tiempo sentado en esta silla, solo me queda la opción de levantarme y aceptar la responsabilidad por mis errores.

—Le estoy mostrando otra opción, por favor venga conmigo. Aún tenemos tiempo.

—No, Frank. Eso no sería honesto.

—¿Por qué debes pagar por el daño que ocasionó alguien más? —gruñó el guardaespaldas pegando su frente contra esa tela costosa, sintiéndose desesperanzado y con ganas de que las puertas de la oficina fueran derrumbadas de una buena vez por los manifestantes furiosos; si no podía salvar a quien más quería, anhelaba poder hundirse con él. —Eso no es justicia.

—No todo en la vida es justo, mucho menos si se trata de política.

Matthew levantó con cuidado su cabeza y la sostuvo entre sus palmas por un momento, disfrutando mucho la sensación de la piel de Castle contra la suya propia. Ante esto no pudo evitar besar esos labios que nunca pudo ver, pero que de alguna manera se habían impreso en la oscuridad de su mente.

El beso. Sí, la posición en la que estaban era parecida a la de esa famosa pintura.

—No quiero irme.

—Yo no quiero que veas mi caída, no tú.

Los gritos que habían subido de tono a las afueras del edificio se adentraron con una fuerza desgarradoramente hermosa en las instalaciones que pertenecían al estado. Dentro de nada estuvieron luchando contra las puertas de su oficina.

—Pueden matarlo, señor.

—Entonces es un adiós, Frank. — el gobernador del estado de Nueva York, Matthew Michael Murdock, se separó de su amante por completo y caminó con tranquilidad hacia esas puertas que temblaban aún cuando no podía verlas —No te sientas mal.

Una bandada de personas se adentró a la oficina, viendo a aquel hombre poderoso recibirles con una sonrisa y un mensaje que no era para ellos y que de igual forma no pudieron escuchar a causa de su propio barullo.

—Hiciste un gran trabajo, Frank.

Notita: No es el Amo y sirviente al que estamos acostumbrados. Lo sé, aunque me gusta mucho la idea de que en esta relación Matthew tenga la ultima palabra. Si ponen atención creo que se les hará fácil ver que disfruto mucho de que Matt sea el dominante en ese aspecto y no esté con Frank porque lo necesite, sino porque quiere.

Lamento la tardanza, tengo muchas cosas que hacer.

Fictober [Fratt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora