IV - "Flores"

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"Las flores de la Perversión"


Matthew despertó, su ceguera no le permitía ver absolutamente nada, pero sus dedos reconocían cada espacio del departamento que compartía con su pareja y podía decir perfectamente que estaba en un lugar sucio, solitario y desconocido. El pelirrojo sintió miedo por su bienestar al recordar tener una cena romántica con Frank en uno de los mejores restaurantes que podía auspiciar la ciudad de Nueva York y... Nada, después de la primera copa de vino todo era incierto y lleno de estática.

—¡Ayuda, ayúdenme! —gritó fuerte y claro el pelirrojo que además de ser ciego era uno de los mejores abogados del país y una persona que a pesar de todos los logros de su vida veía un grupo de apoyo emocional para luchas contra su estrés postraumático. Está situación en la que estaba atrapado definitivamente era un reto contra todos sus refuerzos en el grupo.

Las razones por las que debía de requerir a semejante terapia era simple, un hecho que habría de marcar su vida hasta el último de sus segundos en este mundo que ocurrió cuando apenas había cumplido su primera década de vida era la que había bateado su cerebro y lo había revuelto de tal manera que por mucho tiempo no encontró más que oscuridad pura y densa imposibilitandole vivir y dejar todo el dolor atrás. La muerte de su progenitor, Jack “Batallador” Murdock fue demasiado trágica para tan inocente y tierno niño que acaba de quedar ciego por un pequeño acto heroico ir salvó la vida de un pobre viejo que murió al mes por un ataque al corazón.

Mejor tarde que nunca, ese era el dicho favorito de la gente cuando no cumplían con ciertas metas de su vida diaria, cuando su padre murió... Muchas cosas no pudieron ser entendidas por la inexperta mente del pelirrojo, pero que conforme pasaba el tiempo se volvían más claras y horribles. Cuando Jack estaba vivo jugó para un hombre forrado por las ganancias de las apuestas y le había ordenado perder, pero la razón de Jack fue nublada por el deseo de su pequeño hijo de verlo ganar, por ello llevó a cabo un plan que aseguraría la vida de Matthew, esto sin tener en cuenta su supervivencia a un conocido gánster de los viejos tiempos.

Días después, cuando el pequeño Matthew había llegado a casa después de un cansado día de escuela, el hedor que salió disparado del interior del departamento en el que vivían lo obligó a llamar a su vecina ya que su padre no estaba y el olor nauseabundo no le permitía entrar. Murdock recuerda que pensó que se trataba de una rata o comida podrida dentro de la alacena, pero no. No era nada de eso, era la carne de su padre pudriéndose en todo el apartamento.

Su cuerpo había quedado tan molido que solo fue pintura que barnizó cada espacio de su hogar, luego de ello Matt llegó al orfanato. Estaría solo por mucho tiempo.

—Papá... —Matt no pudo evitar llorar al sentir ese mismo olor pútrido en toda la habitación, aunque no lo quisiera no podía evitar sentir la nostalgia de extrañar a su progenitor al sentir el hedor férreo y dulce de la sangre pintando las paredes a su alrededor. Matt lo sabía, podía sentirlo, alguien había reavivado la llama de sus peores pesadilla para perseguir le una vez más, quizás los gánsters habían regresado para cobrarle una cuenta ya saldada... Eso le hizo pensar en la persona que más amaba, su soporte ante tantos ataques de ansiedad y depresión que lo habían ahogado desde hace tanto: Frank ¿Dónde estaba su esposo? —¡FRANK!

Su esposo, como el ataúd recién hecho que salvó a Ismael de la despiadada Moby Dick, eso era para él. Un salvavidas que había tenido la dicha de conocer en ese grupo de apoyo que había mantenido a flote su bienestar emocional y ahora Matt no sabía dónde estaba, ni siquiera si había sobrevivido.

Matt se arrastró por el piso sintiendo la respiración pesada y la desesperación mermando en su interior volviéndolo tembloroso e inestable, pronto el hedor alrededor suyo se volvió más insoportable y sus manos entraron en contacto con una textura que se le hizo dolorosamente suave.

Se trataba de una flor, o lo que pensaba que era una flor dado a que no era real, sus pétalos no eran naturales y su olor no era fresco como las flores que Frank solía regalarle luego de ganar un caso. Murdock sintió que se rompía al sostener esa monstruosidad en sus palmas ensangrentadas. Olía tanto a su padre y se sentía tan raro, como si fuera un adorno hecho por un taxidermista enfermo de la cabeza.

Era como tocar su propia piel, esa flor estaba hecha de piel, y lo peor vino cuando Matthew se dió cuenta de que no era la única flor en todo el cuarto. No, eran una línea, un pequeño caminito de flores que fue recolectando al tantear el suelo y arrastrarse por los charcos de intenso carmesí que no podía ver, pero sin embargo podía oler y sentir.

—¡Oh Dios, por favor, sácame de aquí! —suplicó el pelirrojo al tener como cinco de esas suaves flores rociadas en sangre entre sus brazos y darse cuenta de que solo había dado vueltas en el mismo sitio. Fue entonces que decidió cambiar el ritmo que había tocado y arrastrarse a una de las esquinas de la habitación, pero tomó el camino equivocado y pasó por el centro de aquel lugar tan pútrido y rojo.

Menos mal que era ciego, porque su pudiera ver lo más seguro es que hubiese quedado atrapado en un shock vegetativo hasta el último de sus días.

Ahumado y pegajoso, estaba tocando un gran trozo de carne y eso en lo que estaba bañado, la sangre, se apegaba a sus palmas como una segunda piel de la que no se podía deshacer, Matt giró su cabeza hacia el cielo y gritó con todas sus fuerzas, gritando con todo el dolor de su atormentada alma hasta que sintió su garganta rasgarse.

El forro de aquellas flores, ¡la piel! Todo había venido del saco de músculos que tenía enfrente suyo... Un cadáver en descomposición que lo hizo vomitar sobre esa espalda agujereada y desprotegida alejándose lo más que pudo del epicentro de aquella tortura inmerecida.

—¡Frank, Frank, Frank! ¡POR DIOS, AYÚDAME!

Una puerta se abrió y de ella entró una presencia que hizo a Matt ahogarse y encogerse del miedo, porque aquel intruso que muy posiblemente era su captor le abrazó con la ternura que solo era propia de una única persona en el mundo... Murdock lloró con más fuerza.

—¡¿Qué hiciste, qué fue lo que hiciste?! —gritó sin poder evitar corresponder a ese abrazo maligno y perverso lleno de sangre dulce y lágrimas saladas.

—Siempre me dijiste que esperabas cosas horribles para la persona que te quitó a tu padre, Rojo. —le escuchó decir a su querido esposo con esa voz llena de amor con la que le preguntaba qué quería almorzar. —Aquí está, este es mi regalo de aniversario ¿Te gusta?

Matthew golpeó el pecho de su esposa sin despegarse en lo más mínimo, arañando su espalda en busca de apegarse aún más si era posible, no quería que lo soltara nunca aún si esa persona de la que más dependía había sido quien le había hecho ese gran daño en primer lugar. No quería que lo dejara a su suerte en esa habitación roja.

—¡¿Cómo voy a hacer para defenderte?! ¡Soy testigo del asesinato que llevaste a cabo!

Frank acunó su rostro con una mano y besó sus labios mientras acariciaba sus cabellos húmedos y revoltosos por la apestosa sustancia de vida. Entonces lo cargó como a la posesión más preciada que hubiese tenido en toda su vida y comenzó a caminar fuera de aquella sala de muerte.

—No va a pasar nada, Rojo. Aquí no ha pasado nada, confía en mí.

Matt escondió su rostro en el cuello de su amado, aún con todo el daño no podía separar de él así como tampoco olvidaría nunca el tacto de esas flores perversas. Ahora reconocía la naturaleza del amor de Frank, era un amor tan profundo que el homicidio no era impedimento y eso lo hizo llorar aún más.

—Frank, no más, no más. Por favor, no más flores de piel ¡Por favor!

—De acuerdo, Rojo. Nunca más.

Pero Frank no decía todo lo que pensaba, definitivamente se repetiría si alguien volvía a dañar de tal manera a su amado Rojo.
 
Notita: Les dije que estaba inspirada 😘. Tengo cierto debilidad por ese tipo de amor psicópata.

Por cierto, ¡Casi no llego! Tenía miedo de no poder subirlo hoy ¡Ufff!( ;∀;)

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