Día 15: Masturbación

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Viernes por la noche, el autobús afuera de la preparatoria esperando que lleguen todos los miembros del club. Yamaguchi pasaba lista, preocupándose que no falte alguno de segundo y primero. Kageyama inspeccionaba las cosas por llevar, junto a Ukai y Takeda.

Una vez todo revisado y asegurado, subió al bus buscando a través de las corridas de asiento, llegando casi al final, encontrando a Hinata sentado en el penúltimo puesto, al lado de la ventana, perdido en sus pensamientos. El reflejo mostraba su rostro sereno, con un toque melancólico. Se deslizó al lado de él, acariciando disimuladamente su rodilla con el pulgar para llamar su atención.

Las luces fueron apagadas, los ronquidos se mezclaban con los sonidos de la carretera, Kageyama entrelazó los dedos con Hinata, y este por fin le miró.

— Oi, idiota — murmuró —. ¿Pasa algo?

— No, nada — respondió viéndolo, girando su rostro a la ventana nuevamente

— Hinata — cargó un poco más su voz cerca de su oído, manteniendo el murmuro —, haz estado ignorándome todo este tiempo

— ¡No te he ignorado, Bakageyama! — susurró de forma aguda y exasperado — He estado tomando tu mano todo el tiempo

— No me refiero a eso — le habló despacio cerca de su rostro acariciando su mejilla —. No me haz dirigido la vista en todo el camino

— Supongo que me siento un poco cansado — recargó la cabeza sobre el ancho hombro del contrario —, se me pasará

— Entonces duerme un rato, aún queda harto camino

Escuchó un pequeño murmullo asintiendo, acomodándose en su puesto para quedar ambos cómodos, reposando su cabeza sobre la de Hinata, tapando a ambos con una manta que trajo en caso dé, y se quedaron dormidos hasta llegar a Tokio.

A pesar de los años habían cosas que no cambiaban. Lev siempre recibía gritando y feliz a Shōyō. El mencionado continuaba siendo tan popular, como las veces anteriores entre las preparatorias de Nekoma y Fukurōdani, aunque hubiese un remanente nuevo.

Los partidos marchaban bien, habían ocasiones donde Karasuno perdía, y pagaba penitencia. El calor los inundaba, apaciguándolo con trozos de sandía. Las risas y conversaciones, aminaban el ambiente, sin embargo, ante los ojos de Kageyama, no todo andaba bien. Lo conocía mejor que nadie, ha estado a su lado todo el tiempo, se volvieron más cercanos desde que iniciaron una relación, así que no pasaba desapercibido la mirada nostálgica de Hinata, dedicándola en cada momento que no se sintiese observado.

Después de la cena, furtivamente fue al exterior, yendo hacia un gimnasio en específico, el único con las luces encendidas; el silencio de afuera permitía una buena acústica, las zapatillas sobre el suelo chirrían causando un efecto de eco por los alrededores. Kageyama se afirmó en la puerta, y lo vio aun saltando, practicando, tirando balones después de rematarlos.

— Te vas a quedar sin cena — observó como su cuerpo se tensaba, dejando caer el balón que tenía en sus manos —. Eres el único que no ha comido, y aun debes bañarte

— Tú también tienes que bañarte — resopló molesto, caminando en busca del balón caído —. No tengo hambre, aún me falta un poco

— Hinata, detente — capturó su cuerpo de un abrazo impidiendo que este se mueva —. ¿Qué pasa? Me tienes preocupado... — habló bajo, hundiendo su nariz en las hebras desordenadas

— De verdad es nada, solo... — enterró la cara en el pecho, sintiendo los latidos, brindándole una enorme calma — Extrañaré mucho todo...

Kinktober ☆ [KageHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora