Día 5: Llamada telefónica

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La distancia fue su peor enemiga e irónicamente también su amiga. El día que se enteró de golpe que su leal compañero se iría a entrenar por dos años a Brasil, fue como una patada en el estómago, o en las canillas, o cualquier lugar del cuerpo donde realmente duele, y mucho.

Tuvieron una pequeña discusión por ello en tercer año, ninguno de los dos había comentado abiertamente sobre sus planes a futuro, simplemente lo dieron por sentado que el otro se daría por enterado leyendo la mente telepáticamente, pero la realidad era otra, no estaban preparados para afrontar tal separación, sobre todo Kageyama cuando se dio cuenta de los sentimientos que albergaba por Hinata.

Era su sueño, él quería mejorar, necesitaba crecer en el vóleibol, también ganar nuevas experiencias y aprender otros estilos. Y qué mejor, que jugar sobre arena, en una de las playas más calurosas de Latinoamérica, en uno de los países más importantes tratándose sobre ese deporte. Volar al otro extremo del mundo no sonaba tan irracional después de considerar que Shōyō tenía una meta clara y dispuesto a cumplir.

Tobio no era quién para interferir en su sueño, no se iba a convertir en una piedra de tropiezo en su camino, perdería su compañía física, sin embargo existe la tecnología, hallarían la forma de mantenerse en contacto. Se tragó sus sentimientos como un nudo grueso y doloroso pasando por su garganta, hasta el fondo de su estómago, encasillando todo amor dentro de su corazón y lo apoyaría, porque para ambos lo más importante era el vóley, el equipo nacional y una silenciosa promesa escondido detrás de un "nos vemos luego" advirtiendo su regreso, más fuerte, más experimentado y mucho mejor jugador. 

Creía en él, por supuesto lo hacía, aun cuando eran dos adolescentes de 15 años parloteando abajo de la sala del club prometiendo que estarían juntos a pesar que pasen 10, 20 años, los que sean necesario para continuar en la misma cancha, en el mismo escenario uno al lado del otro.

Un inconveniente que pasó por alto al tratar de concretar su plan de hablar con Hinata al otro extremo del planeta, fue el huso horario. Kageyama no se consideraba un experto en geografía, apenas si sabía que existía Brasil, aunque no supiese bien su ubicación un tiempo después por una foto enviada por el mismísimo pelinaranja junto a Oikawa; ignoró completamente que habían horas de diferencias. No era una o dos horas, eran doce, allá amanecía y acá oscurecía.

Se deprimió un poco, sus mensajes y videollamadas eran muy temprano en la mañana y altas horas de la noche, solo lograban hablar y verse dos veces al día. De igual forma su corazón se sentía cálido, hacía la espera menos dolorosa, se conformó con ese pequeño intercambio, lo suficiente para mantener viva la llama de amor que se negaba a extinguirse.

Fue invitado al equipo nacional, lucía orgulloso su polera roja con el número 20 atrás, sus manos ansiosas jugueteaban con el borde de la tela y su corazón latía furiosamente al caer en cuenta que estaba en el mismo país que Hinata, estaba en las olimpiadas y solo quería terminar el partido y correr hacia él.

El celular rebotó lejos en la cama, siendo lanzado lleno de ira después de leer un simple mensaje

"No nos podemos reunir Kageyama"

Su pecho dolía, había pasado meses desde que no se veían en persona, solo necesitaba tenerlo frente, quizás lo abrazaría o simplemente contemplaría una de sus brillantes sonrisas, pero le dijo que no a su petición de encontrarse.

No realizó llamadas telefónicas por algunos días, aun decepcionado por lo ocurrido, sus añoranzas por saber de él crecían a cada momento, lo extrañaba aun más que antes y rendido ante todo sus reproches autoinducidos tomó su celular abriendo por fin el chat con Shōyō leyendo los muchos mensajes que este le envió pidiendo perdón, que cuando se encuentren en Japón nuevamente le explicaría el motivo, muchas más palabras y la que más llamó su atención.

Kinktober ☆ [KageHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora