Lluvia

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Maratón 5/5

Desde las afueras de Amegakure podía ver como las nubes cubrían todas y cada unas de las partes del cielo tal y como una manta cubre una cama. Dio un paso, ya se encontraba dentro de la aldea, las gotas de lluvia se mezclaban con las lágrimas anteriormente derramadas.

Miró el trozo de papel que le había dado Kakashi, ¿dónde se supone que debía ir? Caminó por la aldea sin tener un destino fijó, quitando que había quedado empapada sin llevar más de diez minutos, era un lugar bastante bonito.

—Megumi… —Habló una voz a sus espaldas, nunca la había escuchado antes pero automáticamente supo a quien correspondía.

Se dio la vuelta lentamente, su capa negra con nubes rojas confirmaba que era una Akatsuki, tenía que andarse con ojo.

—No vengo a pelear, si es lo que te preocupa —comunicó expresando serenidad.

—¿Qué quieres de mí? —Ante la pregunta, la peliazul esbozó una breve sonrisa, desde luego que no se parecía nada a Irani.

—Por favor, acompáñame —comenzó a caminar pasando por su lado.

—¿Y bien? —Volvió a cuestionar la morena cuando se resguardaron de la lluvia.

—En un principio me gustaría pedirte un favor… —Se giró a contemplar su reacción, la chica sólo alzó una ceja y esperó a que continuase—. Luego me gustaría darte un regalo, y lo último devolverte algo que creo que debe estar en tus manos.

Megumi no supo que responder así que fue paciente y escuchó sus siguientes palabras.

—Soy consciente de lo que se avecina —comenzó, la chica no sabía muy bien que significaban esas palabras, pero no la interrumpió—. Por eso me gustaría confiarte la villa cuando yo ya no esté.

La forastera se quedó impactada tras sus palabras, ¿le estaba pidiendo que fuera la líder de la aldea?

—Antes de que te niegues déjame decirte que considero que tú eres la única luz que está aldea podría tener —le dio la espalda y fijó su mirada en el horizonte—. A decir verdad… Opino que tú eres la única esperanza que tiene el mundo ninja.

Sus palabras no hacían más que sorprender a Megumi una vez tras otra, sobre todo, porque no estaba segura de entenderlas por completo.

—Conocí a Irani —pronunció la Akatsuki tras un silencio y se volvió para mirarla, como se esperaba, la cara de la kunoichi era de pura sorpresa—. La conocí en la tercera guerra mundial shinobi. Sin duda era una gran ninja y apuesto a que una hermana mayor maravillosa.

La vista de la de Suna se bajó al suelo, si que era cierto que había sido una gran hermana mayor, pero si había algo más cierto aún era lo mucho que ella la extrañaba.

—¿A dónde quieres llegar? —Cuestionó—. ¿Por qué me cuentas todo esto?

—Porque fuimos grandes amigas —tal revelación la dejó en estado de shock, ¿su hermana había sido amiga de una Akatsuki?— A ella realmente no le importó en lo más mínimo que estuviéramos en el bando contrario para mostrarme que aún había gente buena en este mundo a parte de los que ya conocía… Y tampoco rompió el contacto con el paso de los años. Incluso cuando las cosas se torcieron y la luz de Nagato se apagó: ella siempre estuvo ahí.

»Ella me habló muy bien de ti, Megumi-chan —le sonrió tratando de calmarla—. Por eso y suponiendo que seas tan habilidosa como ella, es que no encuentro mejores manos en las que dejar Amegakure.

Megumi bajó la mirada una vez mas, ella no era ni la mitad de fuerte que su hermana, ¿cómo ella podría proteger a toda una aldea?

—Sé lo que estás pensando —Konan atrajo su atención—. Pero menospreciarte no te ayudará. A cambio del gran favor que sé que te estoy pidiendo quisiera enseñarte el arte del origami.

Medicina para el corazón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora