Capítulo 12

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Capitulo 12

- Dios estoy en la cárcel y con la mujer más hermosa del mundo. Soy todo tuyo, haz conmigo lo que quieras –le decía mientras la miraba de arriba abajo.

El uniforme que llevaba era tan sumamente minúsculo que casi iba desnuda, llevaba puesto un sujetador de cuero con mangas cortas, el escote muy pronunciado dejando ver la mitad de los senos y la espalda completamente descubierta, las insignias de los hombros estaban viveadas en color rojo al igual que todo la prenda en sí, el pantalón, si es que a eso se le podía llamar pantalón, era un tanga ancho por la parte de delante y por detrás dejaba al descubierto los glúteos, unas botas altas de cuero que le llegaban más arriba de la rodilla. Arqueo un poco la espalda y como si tomase notas, hizo como si le pusiese una multa.

- Su nombre, por favor –su voz sonaba sumamente seductora.

- Baris Arduc, para servirla a usted en lo que desee.

- Así me gusta y ahora voy a cumplir con mi deber.

Dicho esto, se puso de rodillas sobre él y comenzó a besarlo suavemente por encima de las ropas que llevaba puesta, la cual desaparecería minutos más tarde del cuerpo del chico. Ella hacia su santa voluntad ya que él aún permanecía esposado al cabecero de la cama, las manos y la boca de ella exploraban cada poro de piel que permanecía al descubierto, su lengua bajaba por la boca pasando por su garganta, llegando a su torso y parándose en los pectorales de él, comenzó a succionarlos y mordisqueándole los pezones, poco a poco comenzaba a notar aún más que debajo de aquellos pantalones había algo que quería salir con gran insistencia.

Ella lo miraba sin cesar mientras que muy despacio se deshacía de la llave que mantenía cerrado lo que tanto luchaba por salir a exterior, después de quitarle el botón y de bajarle la cremallera de sus jeans, tiro de ellos, quitándoselos definitivamente de su cuerpo, pero su sorpresa fue mayor cuando comprobó que no llevaba ropa interior.

Los gemidos de placer que salían de la boca de él eran desgarradores, eso hacia crecer más el deseo en ella de querer montarlo, el momento no se hizo de esperar, indudablemente en aquella habitación, la noche no había hecho más que comenzar y estaba más que claro que ella impondría más de un castigo para ese prisionero que sabía hacerla vibrar con cada gesto, cada beso. Ella lo libero de sus esposas y sin quitarse las máscaras y estando a la luz de una lámpara como las que tienen los policías en sus interrogatorios, hicieron el amor incansablemente una y otra vez hasta que el sol saliese ocultando así su fantasía de medianoche.

Y mientras ellos disfrutaban al máximo, otra limusina llegaba al mismo hotel, después de dar un largo paseo.

Al igual que su amigo, se sintió un persona importante al acudir personalmente el gerente del hotel para acompañarlo a su habitación, o mejor dicho a la habitación donde lo estaban esperando. Por su cabeza pasaban montones de preguntas ¿Cómo será ella? ¿Rubia, morena, pelirroja? ¿Cuál será su nombre? ¿Qué pensara de mi cuando me vea aparecer?

Nuevamente el azafato que lo acompañaba, le dijo lo mismo que le dijeron en el plato del programa. La mano le temblaba al introducir aquella llave de plástico por la ranura de la cerradura, empujo la puerta, la habitación estaba totalmente iluminada, nada más entrar le pusieron las manos sobre la espalda obligándolo a entrar hacia dentro para que se quitase de la puerta. Lo llevo hasta un sillón bastante cómodo, como si fuese un sillón relax y allí fue donde él se giró y se encontró frente a frente a una chica que para él era perfecta, estaba ataviada con un uniforme de criada, pero este era demasiado pequeño, parecía estar más bien en ropa interior, en su mano un plumero.

- ¿Desea el señor ordenar alguna cosa?

- Si –contestó él –besarte.

La agarró por el plumero con sutileza y sentándola sobre sus piernas, acercó su boca a la de ella e introduciendo su lengua como si fuese un ocupa la invadió totalmente.

Ella no opuso resistencia alguna, al contrario, aquel beso le gustaba y mucho, tan solo el roce de aquella boca que estaba besando...inclusive antes de sentarse en sus piernas, el solo hecho de tenerlo frente a frente y mirarlo a los ojos fue más que suficiente para saber lo que pasaría tan pronto lo besara.

Las manos de él recorrían el cuerpo de ella como si estuviese esculpiéndola en barro, para sus manos era perfecta, jamás se imaginó que llegaría a tocar ni tan siquiera el más fugaz de sus sueños, se conformaba en ese momento con mirarla, mirar a una mujer como ella, era ya un sueño hecho realidad.

Le aparto el cabello con delicadeza, dejándolo caer graciosamente a un lado del cuello de ella, sus hombros estaban completamente desnudos, tan solo unos finos tirantes de color blanco, la única ropa que llevaba era un body de color negro, por los laterales viveado con un pequeño encaje en color blanco bastante fino, el centro de dicho body era semitransparente y de encaje que dejaba ver claro la gracia de sus pechos, ya que al mismo tiempo el escote era tan bajo que la parte de arriba de sus pechos estaban al aire libre y claramente el canalillo se le veía con bastante claridad y muy pronunciado, una lazada muy coqueta descansaba sobre sus glúteos, eso era precisamente lo que ataba su diminuto delantal que indudablemente era de encaje blanco, pero esta vez mucho más transparente, sus medias de liga que terminaban con una blonda muy hermosa de encaje color camel y la cofia, aquella pasada tan diminuta era el complemento ideal para adornar su cabeza, la cual lucía como una princesa de cuento de hadas, aunque más que de cuento de hadas, era de cuentos de fantasías sexuales, por último los zapatos de tacón en color negro, que al caminar hacia que la lazada se moviera de un lado a otro insistentemente bajo la atónita mirada del chico.

Ella se acercó al cuarto de baño y agachándose presiono el tapón de una bañera bastante antigua ya que se sostenía sobre cuatro patas, los grifos bastante antiguos, parecía que estaban en el año 1800 donde solo los ricos tenían derecho a bañarse en ese tipo de bañeras. El agua salía incansablemente llenado la bañera para darle a su señor un merecido baño, pero con sales y espuma perfumada de frutas exóticas.

Él permanecía sentado en el sillón, observándola, trataba de creerse que era precisamente él el que estaba allí con esa hermosura de mujer, la cual le preparaba un baño.

- ¿Te bañaras conmigo?

- Si el señor lo desea –le contesto ella agachándose de manera que le mostraba todo sus encantos.

- En ese caso será mejor que nos deshagamos de la ropa ¿no te parece?

La criada lo tomo de la mano y lo llevo al cuarto de baño, allí muy despacio lo despojo de la camiseta de la forma más sexy que se podía al mismo tiempo que besaba su torso completamente desnudo, su boca se perdió en el cuello de él y sus manos traviesas tomaba cierta parte de él comprobando que estaba bastante caliente, con tan solo dos dedos le quito el botón del pantalón los cuales llegaron al suelo por sí mismos, él se quitó los zapatos con los mismos pies para sacarse con la ayuda de los mismos el pantalón. Poco a poco le quito a ella el diminuto delantal, luego le bajo los tirantes de aquella provocadora vestimenta que la tapaba totalmente y así paso a verla totalmente desnuda delante de sus ojos celestes como el cielo, la tomo de la mano y juntos se introdujeron en la bañera que esperaba ansiosa por dos cuerpos, los cuales estaban ardiendo en deseo, la pasión salía a flor de piel y el ambiente estaba tan caldeado que las ganas se mostraban con caricias, ni tan siquiera el agua pasaba a través de ellos. La toalla fue lo último en lo que pensaron en esos momentos de lujuria, sus cuerpos con restos de espuma cayeron sobre la cama la cual les sirvió para secarse a medida que rodaban abrazados en ella, estaba claro que esa noche sería bastante húmeda para ellos dos.

Tal y como se iban las limusinas no llegaban a su tiempo, si no que solían tardar un poco más dejando un margen de tiempo en cada chico.

Al igual que los dos primeros por fin llego un tercero que fue acompañado a una zona del hotel extremadamente paradisíaca, aquello parecía ser un aren, con sus palmeras y su oasis de fondo, aquello era el paraíso o simplemente se le parecía, introdujo su llave tarjeta en aquella ranura y apretando un botón se oyó el clic de la cerradura que abría la puerta y tras entrar en ella se quedó un poco parado ante lo que tenía delante de sus ojos.

Continuará...

Fantasias de medianoche (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora