Capítulo 4 - Árboles

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– El capítulo se llama Árboles – Leyó Sirius.

20 de diciembre, 1981, 18:20 pm.

– Faltan unos días para Navidad – Murmura Lily con una sonrisa triste por no poder pasarla con Harry. James la abraza con el mismo sentimiento.

—Es estúpido e innecesario, Albus.

—¡Es la tradición! A Harry le encantará, Severus, piensa en ello.

Severus asintió, colocó una mano bajo su barbilla y entrecerró los ojos, y dos segundos después volvió a su posición original y negó con la cabeza.

—No, sigue siendo estúpido e innecesario.

Algunos ríen mientras otros contienen la sonrisa; todos sabían que es algo que haría Severus.

– Eres un aguafiestas– Susurra Regulus con una sonrisa divertida, provocando que sus amigos asientan, haciendo que Severus ruede los ojos.

Albus suspiró, aunque no perdió la sonrisa en ningún momento. Se encontraban en la sala privada de la Mansión, con Harry siendo entretenido por Minerva, que tenía al niño en su regazo y le hacía cada tanto cosquillas y caras raras, que Severus, con sus veintiún años, deseaba no verlas nunca más. Se cruzó de brazos, viendo al feliz niño, y entrecierra los ojos: claro, el niño ríe y ríe; ah, pero cuando tiene que comer o dormir prefiere gritar.

– Es un niño, Snape, es lo que hacen – Comenta Remus con una sonrisa divertida.

Severus entrecerró los ojos mirándolo, haciendo que Remus se pusiera nervioso. Segundos después, lo volvió a ignorar, causando que Remus suspirara aliviado bajo la mirada divertida de Lily y la mirada molesta de James y Sirius.

—Severus...

—¡Es un maldito árbol! —Severus negó con la cabeza, molesto. —¡Puedo hacerlo en unos años, cuando tenga por seguro de que el niño pueda recordar lo que sucede a su alrededor.

– En eso estoy de acuerdo – Asiente Lucius.

—Muchacho, este es un nuevo comienzo tanto para Harry como para ti. — Minerva los miraba a ambos ahora, aunque no dejaba a Harry a un lado; Albus se acercó a él con una mueca amable, y Severus quiere maldecirse a sí mismo al sentirse ablandarse. —Aprovéchalo, Harry aún no recordará o entenderá mucho, tienes razón, pero tú sí puedes hacerlo. Ten una Navidad con tu protegido decente, con un gran árbol lleno de luces y adornos, salgan a la nieve y disfruten los copos cayendo en sus rostros, tomen chocolate...

—Y luego cantamos, sí, sí. — Severus rueda los ojos, aunque no aminoró el brillo esperanzado en los ojos de Albus, sacándole un bufido exasperado. —Armaré el maldito árbol, con luces y adornos móviles y toda la basura que desees, y luego sentaré al niño frente a él durante horas y horas con un hechizo de pegoteo. ¿Feliz?

Severus chasquea la lengua ligeramente molesto bajo la mirada divertida del comedor.

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24 de diciembre, 1981, 20:34 pm.

– Ya es Navidad – Comenta ansioso Lucius, queriendo saber qué hará Severus con el niño.

Severus toma tranquilamente su café, admirando el gran árbol verde repleto de adornos y luces amarillas tenues, que no molestaban a la visión. Había algunos hipógrifos y algún que otro Santa Claus que volaban alrededor de las estrellas doradas y plateadas colgantes, junto con algunas bolas de nieve y una en especial que Harry no había dejado de mirar, que Severus le había creado en un pequeño momento de debilidad, que contenía a su patronus en miniatura, una cierva que, o trotaba en el espacio disponible, o que se acostaba tranquilamente, mirando alrededores.

– No ha cambiado mi patronus, ¿eh? – Murmuró Severus para sí mismo con nostalgia. Remus baja la mirada, levemente triste, ante la mirada preocupada de sus amigos.

Por otro lado, estaba Lily con una sonrisa triste, ya que sabe los sentimientos de Severus y siempre lamentó no poder corresponderle.

Su sala privada se encontraba a oscuras, con sólo las luces navideñas del árbol iluminando la instancia, Severus sentado en su sofá y Harry tranquilamente en su regazo, con su espalda apoyad a contra su abdomen y tomando leche tibia de su biberón, somnoliento y con sus ojos entrecerrados mientras miraba el árbol, moviendo de lado a lado sus pequeños pies.

Severus se permite una pequeña sonrisa, ahora que nadie puede verlo, y acaricia suavemente el cabello azabache del niño.

– Aquí termina. ¿Quién quiere leer? – Pregunta Sirius alzando la vista.

Severus suelta un suspiro; al parecer el mocoso iba a ablandarlo.

– Yo sigo, hermano – Se burla Regulus, sorprendiendo a todos que no imaginaron a una serpiente queriendo leer sobre un mestizo, a lo que su hermano se encogió de hombros mientras lo soltaba para que levitara a su mesa.

Leyendo "Una Historia Diferente"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora