XIV. HIPOCRESÍA

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De un tiempo para acá, todo me ha caído encima. Todo el tiempo debo escuchar este tipo de comentarios despectivos hacia Jensen y no lo tolero. No dudo que él también se tenga que enfrentar a esto a cada rato cuando no está. Cada vez que hemos salido juntos, nos preguntan si somos padre e hija o hermanos. Es desesperante lidiar con esto o simplemente quedarme callada a este tipo de gente. 

—Las personas siempre tienden a querer opinar en lo que no los llaman y en lo que no les importa. Debí imaginar que no serías la excepción, señora. En lo que llevo de vida jamás te has preocupado por mí y ahora tienes el descaro de fingir hacerlo. 

—Te quiero brindar una solución a este problema, pero siempre quieres ver todo de forma negativa. ¿Cómo crees que me sentí sabiendo que a mí única hija la han obligado a casarse con un hombre que puede ser como su padre? 

—¿Y eso a ti qué te importa?

—Me importa y mucho. 

—Pues a mí no me importa lo que tú pienses o quieras. Soy una mujer adulta y tengo derecho de decidir sobre lo que quiero o no hacer con mi vida. 

—Estás confundida, eso es todo y puedo entenderlo. Cualquiera en tu lugar, se sentiría así. Estás en una etapa donde lo que quieres es actuar como adulta, piensas que la libertad ahora la tienes al estar con un hombre y fuera de tu casa, que estés en ese viaje de leche donde tus hormonas son las que piensan por ti y no usas la cabeza. Todo parece color de rosa al principio, Megan. ¿Has pensado en el futuro? ¿Qué te puede esperar con un hombre que en cualquier momento ni le va a funcionar? Dime, ¿qué harás cuando los años se le caigan encima y tu sigas luciendo joven y hermosa? Él debe estar emocionado, en otro viaje de leche más, feliz y orgulloso de haber atrapado a una jovencita como tú en su vida. 

—Jensen es mi esposo y te prohíbo que hables mal de él en mi presencia. Él es la única persona a la que le he importado de verdad, el único que me ha protegido y demostrado con hechos que me quiere. En cambio, ¿qué has hecho tú por mí? Solo te ha importado ser mujer antes que madre. Probablemente tu problema es con el qué dirán si se enteran de que tu única hija está casada con un hombre mayor que ella. Dudo mucho que mi bienestar sea lo que te haya traído a aquí. Ya ves cómo te has desligado tan fácilmente de mi padre y de mí, que han pasado más de siete meses desde que me casé y ahora es que vienes tan hipócritamente a buscarme. Estás perdiendo tu tiempo, señora. Y solo para aclararte, no estoy viviendo con Jensen obligada, de hecho, él jamás me obligaría a hacer algo que no quiera. Con respecto a su edad, ¿cuál es la diferencia entre mi padre y tú? Mi padre te lleva más de catorce años. Todo lo que dices me suena a que es parte de tu disconformidad. Si no te sentías satisfecha o no amaste lo suficiente a mi papá, que incluso prefieres justificar tu infidelidad y abandono con la edad, ese es tu problema. No todos deben pensar como tú. Al menos en mi caso, yo sí estoy enamorada y estoy dispuesta a enfrentar lo que sea por mantener mi matrimonio, porque a diferencia del tuyo, en el nuestro hay amor de sobra.

—Apenas estás empezando a vivir, ¿qué vas a saber tú de amor? 

—Sin duda alguna, mucho más que tú. Lárgate de mi casa y no te vuelvas a aparecer por aquí. A ninguno de ustedes dos les he importado y me lo han demostrado lo suficiente hasta ahora, así que ambos; en especial tú, pueden meterse esa hipocresía por el roto del culo, porque no los necesito ahora— cerré la puerta en su cara y presioné fuertemente mis puños. 

Tengo suficiente con todo lo que ha estado pasando, pero lo único que me tranquiliza es el hecho de saber que, al final del día, lo sigo teniendo a él. 

Regresé a la cocina a continuar con la comida. He mejorado bastante. La constante práctica y los fracasos me han servido mucho. 

Tan pronto terminé, subí a la habitación para buscar mis cosas y bañarme. Esperaré a que llegue para comer juntos. De igual manera, he perdido el apetito con esa visita tan desagradable. 

Luego de bañarme, me puse una bata cómoda y corta. Arreglé mi cabello frente al espejo y le doy varias vueltas en la punta. No es la primera vez, pero siempre que está a punto de llegar del trabajo, me pongo muy nerviosa y ansiosa. Me ocurre lo mismo cuando lo despido en las mañanas para el trabajo. Todo el día estoy mirando la hora, esperando que sea momento de que regrese a casa. 

Cuando escuché el traqueteo en la puerta, corrí para detenerme frente a ella y recibirlo. He debido despeinarme en el camino, ya que corrí bastante rápido. Veo que trajo consigo una rosa roja y una bolsa blanca. 

—Bienvenido — le di un beso y lo abracé, mientras sus brazos rodearon fuertemente mi cuerpo. 

—Gracias, chiquita. Te ves muy linda. ¿Cómo te sientes? 

—Gracias. Estoy muy bien. ¿Cómo ha sido tu día? ¿Mucho trabajo? — lo miré y acarició mi mejilla con la rosa. 

—Sí, pero todo se ha ido solucionando poco a poco. 

—Gracias — tomé en mis manos la rosa y la observé—. Es hermosa. 

—He pasado por la panadería y vi estos quesitos, así que decidí traerlos para ti. Espero no te hayan dejado de gustar ya. 

—Qué rico. Están calientes. Comeremos de ellos cuando cenemos. 

—Sí, están frescos. Iré a bañarme. Soy yo quien necesita refrescarse. 

—Está bien. Te espero en la mesa. 

Hoy no se ve estresado, al contrario, luce mucho más calmado. Quizá solo necesitaba tiempo para volver a ser como antes. No puedo negarlo, ver qué está de buen humor y sigue teniendo estos detalles conmigo, me emociona hasta más no poder. Ha hecho que la amargura de lo ocurrido se desvanezca por completo. 

Según se bañó, se unió conmigo en la mesa y comimos, mientras hablamos de cómo ha sido nuestro día. Obviamente no le dije sobre la visita de esa señora, ya que eso implicaría el contarle también sobre todo lo que dijo y no quiero dañar el poco tiempo que tenemos juntos. 

Recogí la cocina con su ayuda y disfrutamos del sabroso sabor de los quesitos. Realmente me hacía falta algo dulce en el paladar. Luego subimos a la habitación y nos acostamos en la cama a ver una película. Aproveché el momento para recostar mi cabeza en su pecho y tirarle la pierna por encima. Ese truco nunca falla. Me encanta oler su perfume y sentir el calor que emana su piel. 

—¿Te sientes bien, chiquita? — frotó mi cabeza con su otra mano y sonrío. 

Probablemente ya se ha dado cuenta de mis intenciones. 

—Sí, solo necesito de ti y de tu calor. 

—Me comentaste que el sábado tendrás libre. ¿Te gustaría que hiciéramos algo? No sé, fugarnos a alguna parte desde temprano y regresar tarde en la noche — su otra mano se colocó en mi espalda baja y su dedo acarició justo el centro, de manera que me produjo escalofríos. 

—Me encantaría, mi amor — lo miré, aún con mi cabeza recostada en su torso. 

—Perfecto, entonces nos fugaremos juntos. Eso sí — su mano se aferró repentinamente a mi cuello y lo observé encantada debido a la sonrisa maliciosa que se dibujó en sus labios—, mientras llega el sábado, ¿por qué no le damos una probadita al menú que tendremos ese día? 

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