Plan

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— Lo dices muy seguro, Nakahara Chuuya-kun—. Respondió Mori, aproximándose al pelirrojo y arrebatándole al niño al instante.

Mori desconocía el hecho de que el pequeño Atsushi era el hijo de Dazai y Oda. Pero sabía perfectamente que cierto niño, al ser hijo de Chuuya, poseía una importante habilidad que sería de mucha ayuda para la Port Mafia, habilidad que no desperdiciaría.

Atsushi estaba asustado, sin saber quién era aquel hombre que lo tomaba de rehén y le apuntaba con un arma muy cerca de su cabeza. Lloraba, pero por más que lo hiciera, Mori estaba al tanto para contraatacar a Chuuya en caso de que éste intentara usar su poder para defender al niño.

— ¡Akutagawa-kun! ¡El castigo de Nakahara sigue incompleto! ¡Continúa golpeando!—. Ordenó el ejecutivo, llevándose a una habitación al pequeño y asustadizo niño.

Una vez estando en la habitación, Mori aventó al menor al suelo, sin importarle si se lastimaba o no. Atsushi había dejado de llorar, miraba fijamente al detestable hombre y se puso de pie.

— ¡¡Déjenos irnos de este horrible lugar!!—. Gritó con coraje, llamando la atención del mayor.

Era raro que Atsushi se comportara de esa manera. Aunque era un niño tímido, asustadizo y algo vergonzoso, también había heredado esa conducta misteriosa, fría, siniestra y brutal de Dazai, y quizás, muchas otras que se manifestarán en el futuro y que posiblemente lo lleven a ser una persona muy temible, como lo era su padre.

— Eres un chiquillo muy alterado, Atsushi-chan—. Sonreía con malicia, tomando con su mano la barbilla del niño. — Eres tan adorable, como mi Elise-chan.

— ¡¡No me toque, señor viejo!!—. Evitaba usar sus poderes contra Mori, pues los expondría, y al mostrar el poder del tigre, el de anulación y el que pertenecía a su padre Oda, el mafioso querría aún más quedarse con él y con sus útiles habilidades.

— ¡Mori-san! ¡He traído a Nakahara-san justo como me lo ordenó!—. Anunció el pelinegro.

Lanzó a un débil y golpeado Chuuya sobre el suelo, dentro de la misma habitación.
El pelirrojo sangraba, tenía fuertes dolores en todo su cuerpo, pero debía mantenerse "bien" frente al niño que estaba a su cuidado.

— Si intentas escapar con tu mocoso, asesinaré a uno de los dos frente al otro, torturándolo hasta morir. ¿Quieres eso, Nakahara Chuuya-kun? ¿O aceptarás servirme con tu hijo en la mafia? Es tu decisión. No es como si pudieras derrotar a la Port Mafia que te ha acogido, tú solo. Recuerda que tu pareja Soukoku ya está muerto, y no hay nada que puedas hacer ahora.


Chuuya había servido a la Port Mafia durante más de tres años. Le gustaba su trabajo, le hacía sentir bien; pero con la llegada de Atsushi todo se complicaba.

En sus planes nunca estuvo el tener novia, ni casarse, por la particular razón de que jamás quería convertirse en padre ni formar una familia, odiaba a los niños, pero Atsushi era un caso muy aparte de la situación.

Quería dejar la Port Mafia por la seguridad y el bienestar del niño, de ese pequeño que por cuestiones del destino y por decisión de su ex pareja del doble negro, se había convertido en su hijo. No iba a permitir que nadie le hiciera daño, pero tampoco sabía cómo lograrlo y de qué manera liberarse de las ataduras de esa organización mafiosa que los tenía secuestrados.

Era una noche fría y lluviosa. El pequeño Atsushi había tenido su octava semana siendo instruido estrictamente por la mafia. Estaba agotado y dormía algo intranquilo, quejándose de los dolores que le causaban sus heridas.
Chuuya lo miraba con un sentimiento de desesperación y dolor. Se sentía incapaz de darle una buena vida, una bonita infancia al pequeño que tenía a su cuidado desde hace más de dos meses. Era su hijo después de todo, quizás no de sangre pero lo era, y deseaba protegerlo, pero ni siquiera su poder podría liberarlos de Mori y de su poderosa organización. Sería un plan fallido y un grave error que les costaría la vida.

— Debes tener mucho dolor, pequeño—. Lo arropó con el cobertor, pues la temperatura era demasiado baja. — Dazai debe estar decepcionado de mí... Si él estuviera en esta situación, seguramente Mori-san y la mafia ya hubieran desaparecido en manos de ese suicida.

— ¡¡¡Papá!!!—. Gritó y se sentó de repente, con respiración agitada.

— ¿Qué es lo que sucede? ¿Otra pesadilla?—. Cuestionó el pelirrojo.

Atsushi comenzó a derramar lágrimas. Recargó su pequeña cabeza en el pecho de su ahora padre, siendo abrazado por éste al instante.

— Son sólo malos sueños, nene. No debes temer; papá está aquí para cuidarte—. Acariciaba los cabellos del peligris, al mismo tiempo que lo abrazaba.

— Mori-san te asesinó en el sueño mientras yo dormía. Él quiere deshacerse de tí, papá. Ese señor feo quiere mis poderes. Debemos irnos de aquí, o me quedaré sin papá otra vez—. Sollozaba, aferrándose al abrazo y temblando levemente.

— Tranquilo, eso no sucederá—. Consolaba Chuuya. Daba palmadas en la espalda del menor, como si de un bebé se tratase, y eso era Atsushi para él, un pequeño bebé de cuatro años al que debía proteger por más difícil que parezca.

— Vámonos, papá. Si nos quedamos, mañana vamos a morir en un incendio que ese señor va hacer aquí mientras estemos dormidos—. Alertó.

El poder que Odasaku le pasó al morir, se estaba desarrollando de una manera peculiar, de modo que el pequeño Atsushi podría conocer el futuro en un lapso de tiempo de 6 segundos a 48 horas, lo que traería grandes ventajas en su vida y en la del pelirrojo.

"Si escapo con Atsushi-kun estaré en graves problemas... Podrían matarlo frente a mis ojos, sin duda nos encontrarán. Conozco a la Port Mafia más que nadie, son capaces de mucho sin tener consideración con los más pequeños. No entiendo cómo el idiota de Dazai pudo encargarme a su hijo sabiendo que para mí es muy difícil abandonar la mafia. ¡¿Ahora qué voy a hacer, Dazai idiota?! ¡¿O muero yo y dejo sólo al mocoso, o muere el mocoso y me quedo con una gran sensación de culpa?! Si escapo nos matarán, pero si no escapo, nos matarán más pronto... ¡¡¿Qué es lo que debo hacer?!!"

— Papá Dazai y papá Oda dicen que escapemos. Debemos irnos lejos de Yokohama—. Bostezó. Se acurrucaba junto a Chuuya, cubriéndose con el cobertor, incluyendo su cara.

— No sé cómo esos dos pueden comunicarse contigo, pero tu tercer padre ha tomado una decisión—. Dijo, también cubriéndose y apagando la lámpara.

— ¿Cuál es?

— Nos iremos mañana por la noche, antes del incendio. Si puedes saber el futuro, deberías decirme a qué hora será eso, y así escapar. ¿Qué dices, pequeño mafioso? ¿Trabajaremos juntos para huir en busca de una nueva vida?

— ¡¡Sí!!

EL HIJO DE CHUUYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora