Especial dororo

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El embriagante olor de las glicinas infecta en su sangre como una enfermedad, una enfermedad llamada amor


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La era Sengoku se encontraba en pleno apogeo.

Repleta de guerras, samurais, bandidos, monstruos y recientemente los dominantes y creadores del miedo a la oscuridad. 

Los terribles demonios.

El simple hecho de vivir no era para nada fácil y algunas personas comparaban su existencia con el mismísimo infierno.
Si, era cierto que habían monstruos y humanos bastante cuestionables, pero ella y su organización sólo tenían un objetivo entre todas las desgracias, los más peligrosos y difíciles de exterminar, los demonios creados por Muzan.

Yukihime se dirigía a su siguiente misión corriendo entre los árboles haciendo el menor ruido y con una expresión calmada en su rostro

Seria como siempre, nunca le gusto mucho sonreir.

Consideraba que vivía en bastante paz para ser una cazadora que podía morir cualquier noche, después de todo el cuerpo de cazadores le otorgaba ropas y dinero como pago por exterminas a los seres catalogados como "oni" y gracias al haber entrenado un largo tiempo con Yoriichi cuando era pequeña ahora contaba con una técnica bastante pulida.

Sin frenar su camino a lo lejos sus hábiles ojos pudieron visualizar una silueta un poco baja que se difuminaba entre la densa oscuridad y los frondosos árboles del bosque.

Sin pensar mucho  y con rapidez cambió su rumbo hacia la sombra desconocida, si era el demonio que buscaba simplemente lo mataría y si era una persona lo mandaría a casa luego de pedirle información sobre el demonio si es que la tenía.

- hola - su suave pero cortante tono de voz rompió el calmado silencio del lugar haciendo que la persona girara con una pequeña mueca de sorpresa bien disimulada en el rostro - mucho gusto, Yōso Yukihime - su mano se movió suavemente en un ademán a modo de saludo mientras hacía una pequeña reverencia. 

Había aprendido a presentarse solo con un nombre para así evitar conversaciones inútiles con los entrometidos que preguntaban el por qué de sus dos nombres, después de todo solo la hacían perder el tiempo y ella no podía darse ese lujo.

- me puede llamar Biwamaru señorita - saludo el anciano con una ligera sonrisa -¿acaso eres una samurai?- cuestionó extrañado, los comandantes no acostumbraban a tener mujeres en sus tropas prácticamente nunca.

- jajaja~ por supuesto que no, soy cazadora de demonios- corrigió luego de soltar una suave y melodiosa risa que estaba claramente cargada de sarcasmo e irritacion.

Glicinas de Invierno: Fuyu no FujiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora