Capítulo 1

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Era de noche y era la primera luna llena de la semana. Yacía en mi cama, soñando con algo que me inquietaba. Algo escalofriante y confuso...

El momento ha llegado...

Mi corazón latía incontrolablemente. Mi cuerpo no dejaba de temblar.

Es hora de cumplir con tu destino...

Empecé a sudar frio y gemí. Pero por alguna razón, no podía despertar.

Es hora de cumplir con tu destino. Tu destino está sellado...

Y tras ese susurro, una serie de imágenes bombardearon mi mente. ¿Qué era lo que quería decir el sueño? ¿Por qué siempre era el mismo? 

Luego esa pieza de flauta comenzó a sonar nuevamente. Mi cuerpo dejó de temblar y el ritmo cardiaco disminuyó. Pero en esta ocasión, se alcanzaba a escuchar la melodiosa voz de una mujer, cantando en un dialecto desconocido. Fue entonces cuando esa joya azul apareció, llamándome nuevamente.

Aknei...

Una voz me llamaba. Pero era como si mi mente no reaccionara. Todo era... brumoso... La joya frente a mí se hacía cada vez más brillosa. Tenía que llegar a ella. Alcanzarla...

Aknei... ¡Aknei!

Y de pronto, una mano apareció de entre la joya, se estiró y me tomó bruscamente, sacudiéndome. Jalé aire por la boca y abrí los ojos.

Lo primero que vi fue el cielo negro y conforme me orientaba, vi el rostro pálido y asustado de la anciana Aimara. Los oídos se fueron ajustando y escuché el latido feroz de mi corazón.

-Hija...-la voz de la anciana se ahogó.

Me reincorporé y fue entonces cuando me percaté que no estaba en mi habitación, sino en la plaza del pueblo.

- ¿Qué ocurrió? -pregunté cansada, frotándome la frente.

-Mi niña, eso mismo quiero saber. -contestó la anciana con una sonrisa. La anciana Aimara me ayudó a levantar del suelo y caminamos de regreso a nuestra cabaña. Afortunadamente para nosotras, no había nadie que nos viera andando por las calles del pueblo. Mi cuerpo se sentía extrañamente pesado. Pero eso no me preocupaba, sino la extraña sensación de que alguien, en alguna parte, nos vigilaba atentamente.

Cuando amaneció, lo primero que hice tras levantarme de la colchoneta, fue abrir las ventanas de mi cuarto y amarrar las cortinas para dejar entrar la luz del sol a la habitación. Me vestí con una blusa beige de manga al codo, una falda a las pantorrillas de encaje blanco y unas sandalias. Luego me volví a sentar en la colchoneta y me recargué contra la pared. Di un suspiro.

Cerré los ojos y repasé mentalmente lo ocurrido anoche. Esta había sido la tercera vez que salía "sonámbula" de casa. Me había dado cuenta que esa frase la escuchaba alrededor de la media noche y que, tras oírla unas cuantas veces, se proyectaban las mismas imágenes en mi mente: un grupo de jóvenes en particular, batallas sangrientas en las que yo misma participaba, una mujer vestida de negro y esa joya azulada.

Pero había algo más que esos inquietantes sueños. Algo muy dentro de mí me decía, que era más que solo sueños.

También me tenía confundida la actitud de mi tutora, la anciana Aimara. Ella siempre había sido muy sobreprotectora conmigo y, sin embargo, desde que iniciaron esas salidas nocturnas, jamás me cuestionó el motivo. Siempre que ella me sacaba de ese trance, sonreía como si nada hubiera sucedido. Inclusive me había dado cuenta, que no atrancaba la puerta para evitar que saliera de la casa. Era como si ella también quisiera averiguar a donde me llevaban esos sueños.

SELLADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora